Astrid Sánchez Montes de Oca, Juan Samy Merheg, Arleth Casado, Fuad Char y Claudia Wilches, elegidos por la revista DINERO como los peores senadores de Colombia. | Foto: SEMANA

POLÍTICA

Lo bueno, lo malo y lo feo del Senado

La importancia de saber cuáles son los mejores y los peores congresistas del país. Análisis de Semana.com.

Armando Neira
20 de febrero de 2014

Allá escondida, extraviada entre el kafkiano caso Petro, el surrealista universo que rodea a María Luisa Piraquive, las aparentes chuzadas a los negociadores del Gobierno en La Habana, la supuesta corrupción en las filas del Ejército Nacional y la rodilla de Falcao, avanza la campaña para elegir el nuevo Congreso de la República.

Ha sido una campaña atípica, opacada por una cascada de noticias que han llamado poderosamente la atención de los colombianos. A un extraño que hoy llegara al país le costaría creer que estamos a dos semanas de elegir un nuevo Congreso. Y eso es raro, no sólo por la trascendencia que tendrá esta decisión en la vida de todos los ciudadanos, sino porque hay aspirantes con un enorme protagonismo, capaces de captar la atención de cualquier medio.

Así, por ejemplo, por primera vez en la historia del país entran a participar un expresidente de la República, Álvaro Uribe Vélez (quien lidera la lista de Centro Democrático), y dos de los expresidentes de la Asamblea Nacional Constituyente que hizo la Carta Magna que nos rige: Horacio Serpa (número 1 del Partido Liberal) y Antonio Navarro (cabeza de la Alianza Verde). Es decir, varios pesos pesados de la política nacional de las últimas décadas.

En el otro extremo generacional están también los hijos de aquellos líderes asesinados por los carteles de la droga, el paramilitarismo y los escuadrones de la muerte. Por ejemplo, Carlos Fernando Galán (hijo del inmolado Luis Carlos Galán), Rodrigo Lara (hijo del exministro de Justicia Rodrigo Lara) e Iván Cepeda (hijo del líder comunista Manuel Cepeda). En otro contexto, ellos ocuparían las portadas y servirían de excusa para hacer una reflexión a la tragedia que nos tocó vivir.

Y, por si fuera poco, se sabe que el Congreso que viene será decisivo en las negociaciones de paz que adelanta la administración Santos con la guerrilla de las FARC en Cuba. Algunos optimistas lo llaman incluso ‘el Legislativo de la época del posconflicto’. ¿Puede haber un acontecimiento en el último medio siglo más importante para nuestra historia?

No obstante, la campaña no termina de seducir al electorado, cuya obligación es informarse para ir a las urnas y elegir a conciencia a las mujeres y los hombres que lo representarán en la construcción de las leyes de todos.

En este escenario vale la pena leer con atención el informe de la revista Dinero que entró en circulación este jueves y que analizó en profundidad la gestión de cada uno de los aspirantes que buscan repetir en el Senado. ¿Por qué estos? Son 776 candidatos que se disputarán en las urnas el voto popular para conquistar 102 curules en la Cámara Alta. De estos aspirantes, 78 son hoy congresistas en ejercicio.

“Esta condición de repitentes puede implicar para ellos una ventaja o una desventaja, por la misma razón: su gestión pasada nos permite conocerlos y tomar una decisión informada. Es poco probable que un congresista malo se vuelva bueno, o que uno bueno se vuelva malo. Los electores quieren entregar su voto a quien de versa lo merece, y la información de la gestión pasada es la mejor herramienta para decidir”, se argumenta en el artículo.

En el reportaje se ve con meridiana claridad lo bueno, lo malo y lo feo del Senado. El control político ejercido por el Senado cobró forma en 68 debates convocados entre el 20 de julio del 2010 y el 16 de diciembre del 2013. Y la iniciativa legislativa de los senadores se tradujo en la aprobación de 349 proyectos, 281 de iniciativa parlamentaria y 68 originados en el Gobierno, los cuales son hechos para resaltar.

Es de destacar también el brillo de las bancadas de la oposición, encabezadas por el Polo Democrático, que en las cifras de los debates superó numéricamente a los partidos y movimientos que integran la Mesa de Unidad Nacional. Por eso, el aplauso sonoro para Jorge Enrique Robledo y Luis Carlos Avellaneda, que con su actuación confirmaron que la inteligencia tiene más efectos positivos en la vida de los colombianos que el ruido de las armas.

Lo malo, sin embargo, es que en la iniciativa legislativa hubo verdaderos desastres. “El monumento al mayor error parlamentario lo constituyó una pretendida reforma a la Justicia que fue previamente negociada con quienes serían sus beneficiarios”, dice Dinero. Esto degeneró en un resultado costoso “para el Congreso en términos de imagen y credibilidad”. Naturalmente, vicios como el ausentismo y frases que nos retratan con vergüenza como la “¿Usted no sabe quién soy yo?” del senador Eduardo Merlano Morales a un agente de policía cuando éste le detuvo para hacerse una prueba de alcoholemia, son hechos deplorables.

Pero hay cosas peores. Es decir, lo feo, que pasa por aquellos que llegaron al Congreso y se rajaron en todos los sentidos. La revista eligió cinco parlamentarios que se ganaron el deshonroso título de ‘los peores’ y ahora los electores pueden castigar y no volver a votar por ellos nunca jamás. Se trata de Astrid Sánchez Montes de Oca. Su pobre actuación en la curul confirma que pertenece a una casta “que le ha hecho gran daño el erario en Chocó”. Juan Samy Merheg, quien llegó a este deshonor porque no intervino en los debates públicos y en la mayoría de las sesiones sólo participó con su voto.

Entra también aquí Arleth Casado, de quien se sabe que asiste cumplidamente a la mayoría de las sesiones, pero hace mutis por el foro. Claudia Wilches, cuyas ejecutorias se pueden contar con los dedos de la mano. Y el peor de todos, por lo que representa y a quienes representa: Fuad Char. “Ha sido fiel a su estilo durante cinco lustros en el Congreso. No opina ni debate, pero su condición de empresario le confiere un poder y una influencia que muchos le envidian”, dice la investigación.

El informe se suma a otras iniciativas muy serias de los medios de comunicación, la academia (como los observatorios universitarios de los Andes o el Rosario), de las plataformas de organizaciones de la sociedad civil como la Misión de Observación Electoral (MOE), de rigurosos proyectos como Congreso Visible o de portales como LaSillaVacia. Estos sirven de lupa para analizar a cada uno de los aspirantes a representar a los ciudadanos.

Al echar un vistazo a estos espacios, se encuentran elementos importantes para formarse un criterio a la hora de ir a las urnas y de verdad darle al voto el peso específico y la trascendencia que tiene. En el país es una constante hablar mal del Congreso, pero en la gran mayoría de las ocasiones se olvida que a ellos los elegimos nosotros mismos. Por eso, es vital informarse para elegir a los mejores y nunca más a los peores.