| Foto: Daniel Reina

POLÍTICA

La inconveniencia de llamarse uribistas

La arbitraria decisión contra su logo, la ausencia de listas en cinco departamentos y la reducción del apoyo privado se le atraviesan al uribismo.

18 de enero de 2014

En pleno arranque de la campaña electoral, el Centro Democrático la ve gris. Este naciente movimiento que reta a Juan Manuel Santos y su Unidad Nacional en los comicios de este año tuvo que cambiar su logosímbolo tres veces, se quedó sin aspirantes al Congreso en cinco departamentos y se queja de las dificultades que tiene para financiar la campaña. Estos reveses se suman al hecho de que el candidato presidencial elegido el año pasado, Óscar Iván Zuluaga, no despega en las encuestas. ¿Podrá sortear estos obstáculos?

Para el mercadeo político la imagen, si no lo es todo, es casi todo. Con ese principio en mente, el uribismo presentó su logosímbolo ante el CNE en noviembre pasado. Este constaba de una imagen en esténcil (como la de algunos grafitis), y la palabra ‘Uribe’ antecediendo las palabras ‘Centro Democrático’. La composición gráfica tenía dos propósitos: identificar al naciente movimiento cuyo líder encabeza la lista al Senado y evitar la inevitable confusión con el partido de La U (posicionado dentro del electorado como la organización de Uribe). La ambigüedad entre La U y Uribe podría costarles muchos escaños.

El uribismo estaba advertido. Para ese momento el CNE ya había publicado un concepto que respondía a la inquietud del registrador, Carlos Ariel Sánchez, sobre si estaba o no permitido el uso de nombres propios o fotografías en el tarjetón. La respuesta fue que no se podía, aunque en la historia reciente el alcalde Gustavo Petro (2011) y los exalcaldes Enrique Peñalosa y Antanas Mockus (2006) usaron sus nombres o fotografías en los logos de sus movimientos. Pese a la advertencia, el uribismo consideró que la imagen no era estrictamente una foto, que el apellido no era un nombre completo y que el concepto no era un fallo definitivo de la autoridad electoral.

Para un partido político la elección de su logotipo es una decisión estratégica importante. En este se debe condensar la identidad y el uribismo depende de un solo hombre y un solo nombre. Sus propios militantes no han dudado en calificarlo como un movimiento caudillista democrático. Sin Uribe no tendría mayores posibilidades electorales y sin su imagen en el logo aumenta el riesgo de confusión del electorado.

El CNE falló en contra del Centro Democrático. (De nueve magistrados, solo uno respaldó el logo: Juan Pablo Cepero, del Partido Conservador). En criterio de la entidad electoral las reformas políticas de 2003 y 2009 buscaron fortalecer los partidos, pero la política personalista y caudillista va en contra de ese objetivo. La Procuraduría terció en el debate y pidió al CNE que echara para atrás esa posición. Pero la decisión estaba tomada. Ni el nombre ni la cara de Uribe podían aparecer en el tarjetón, a pesar de que en 1994 una sentencia de la Corte Constitucional explícitamente tumbó un fragmento de una ley que buscaba impedir el uso de “denominaciones de personas” en la identidad de los partidos. Más que consideraciones politológicas, el objetivo de un logosímbolo en un tarjetón es que el elector tenga la mayor claridad para votar.

Cuando el país volvía de vacaciones, el uribismo volvió a presentar su logo. Esta vez incluyó la palabra ‘Uribismo’ antecediendo a ‘Centro Democrático’. La semana pasada, otra vez, el CNE le negó el registro de ese emblema con un argumento todavía más flojo. En la resolución anterior había explicado por qué era inconveniente que aparecieran los nombres (y aclaró: “Entendidos como nombres y apellidos”) y las fotografías en los logos de los partidos. Ahora, extendió el argumento a las derivaciones de partes de los nombres. En criterio del CNE, “la palabra Uribismo proviene de la palabra Uribe que hace parte de un nombre… concretamente del ciudadano candidato Álvaro Uribe Vélez”. No valió el argumento de Cepero, quien explicó en su salvamento de voto que las palabras terminadas en -ismo son doctrinas, ideologías o movimientos, luego la palabra ‘Uribismo’ ya no es un apellido sino que tiene otro significado. Para completar el exabrupto, la semana pasada, el CNE le dio el visto bueno, sin más, a un logosímbolo de un movimiento de negritudes que tiene la palabra ‘Madiva’, que hace clara referencia al recién fallecido líder Nelson Mandela. El uribismo tuvo que presentar un nuevo logo, esta vez con una silueta aparentemente de Uribe, y con las palabras “Centro Democrático Mano firme, Corazón grande”, que fueron las que le dieron la victoria en su primer aspiración presidencial.

Uribe, paradójicamente, es víctima de un tribunal que lo favoreció cuando él fue presidente y tenía las mayorías. Entonces el CNE se tapó los ojos ante las irregularidades en la financiación del referendo que buscaba su segunda reelección y dilató su pronunciamiento con toda clase de artilugios. La moraleja de esta historia es que la composición del CNE no puede hacerse con el cálculo partidista que hasta ahora ha tenido. Las mayorías imponen su voluntad y en este caso ese tribunal no cuenta con representación de partidos fuera de la Unidad Nacional. Detrás del debate del logo uribista se esconde la necesidad urgente de un estatuto que proteja y garantice el ejercicio de la oposición.

Otros obstáculos

Pero ese no es el único problema que enfrenta el uribismo. En Cauca, Nariño, Putumayo, Arauca y Casanare, su movimiento no obtuvo los respaldos suficientes para presentar listas a la Cámara. Según el gerente de la campaña al Congreso, Nicolás Echavarría, los problemas de seguridad fueron los culpables. “No pudimos acceder a algunos municipios. En departamentos como Putumayo los candidatos no pudieron moverse porque estaban amenazados”, dijo.

El apoyo financiero de la campaña tampoco ha sido fácil. Echavarría explicó que el uribismo había estimado que el 40 por ciento de la campaña la financiara el sector privado. Sin embargo, “el apoyo privado será del 15 o el 20 por ciento”, dijo. En su criterio, de manera muy cuidadosa algunos empresarios de Córdoba y Antioquia (bastiones del uribismo) les han expresado que podrían sufrir represalias si los apoyan.

La preocupación ha llegado a niveles insospechados. Los uribistas acusan al gobierno y a las Farc de una alianza, lo cual no deja de ser una afirmación absurda. Si bien es cierto que los problemas de seguridad pudieron afectar sus listas, esto no se debe a la complacencia de la administración actual. Y es obvio que los empresarios se arriman al árbol que más sombra da y ese árbol se llama gobierno. Lo cierto es que el uribismo arrancó la campaña con el viento en contra y mucho se debe a que estrena una difícil posición en la política colombiana: la de ser opositor.