| Foto: Archivo SEMANA

OPOSICIÓN

A qué juega Uribe con deslegitimar el Congreso

Todo apunta a que es la nueva estrategia para debilitar las mayorías del presidente Santos.

11 de marzo de 2014

Aún no se ha posesionado el nuevo Congreso y uno de sus futuros integrantes, Álvaro Uribe, ya lo puso a tambalear. Este martes, en una entrevista con Blu Radio, calificó al Legislativo encargado de adelantar las principales reformas para la paz como un parlamento ilegitimo, circunstancia que pone a muchos pensar sobre qué es lo que pretende ambientar el expresidente con su regreso al Senado.

Uribe tiene cuatro razones para sustentar tal afirmación. Que hubo una abstención de más del 50 % y que hubo violencia en algunas zonas del país por cuenta de las FARC. Pero la principal es que las mayorías parlamentarias fueron elegidas con la mermelada que repartió el Gobierno y en medio del fraude del Partido de La U que desorientó a los electores del Centro Democrático al insinuar que ese partido era el de Uribe.

Incluso, para el expresidente, con menos argumentos en el año 1990 se revocó el mandato de un Congreso elegido. “Aquel Congreso se había reelegido con una maquinaria clientelista liberal de la administración de Virgilio Barco. Eso era nada en comparación con estos miles de millones de pesos que gastó el gobierno Santos en la mermelada corrupta”.

Lo paradójico del caso es que Uribe, como presidente, fue el principal defensor del parlamento, y eso que en su segundo período la legitimidad del Legislativo fue puesta en duda por cuenta de las investigaciones contra algo más del 35 % de los parlamentarios por sus vínculos con grupos paramilitares.

Salvo contadas excepciones, esos senadores y representantes investigados pertenecían en su mayoría a la coalición que acompañaba su gobierno. Y cuando senadoras de entonces como Marta Lucía Ramírez y Gina Parody propusieron anticipar las elecciones, Uribe fue el primero en rechazar la propuesta.

Pareciera que con su nueva afirmación el expresidente estuviera ambientando el escenario de una constituyente, pues la disolución del Congreso y la convocatoria de la asamblea sería una de las fórmulas alternativas contra un parlamento ilegitimo, como el expresidente lo califica.

No en vano Uribe fue uno de los primeros en pedir su convocatoria en el 2012, precisamente cuando declaró su oposición al gobierno Santos, y que pretendía reformar la justicia como el único camino posible de hacer esos ajustes institucionales, más aún después del escándalo de la reforma judicial que aprobó el Congreso con varios micos que obligaron al presidente a objetarla. Incluso, llevó tal idea al Senado y allí fue rechazada, entre otras, porque muchos parlamentarios señalaron al uribismo de impulsarla para modificar las reglas para impulsar una nueva reelección de Uribe.

Pero el propio expresidente descarta ese escenario. Ahora no está de acuerdo con una Constituyente porque no legitima que en ella tengan asiento las FARC, que también proponen ese escenario en La Habana. Por lo que su descalificación del nuevo Congreso es una especie de protesta ante unas elecciones que considera irregulares.

Hay un malestar entre los uribistas por la forma como los resultados cambiaron su tendencia en la noche del domingo. En el boletín 28 de la Registraduría, Uribe empezaba a marcar una brecha de 300.000 votos frente a conservadores y La U, pero posteriormente perdían por más de 180.000. Desde el punto de vista estadístico, para muchos expertos es difícil explicar esa variación, más aún con algo más del 80 % de las mesas escrutadas.

El constitucionalista Armando Novoa señala que para dar alcance a sus palabras, Uribe tendría que presentar sus evidencias ante la Corte Suprema de Justicia o el Consejo de Estado, y que sean los tribunales los que hagan la depuración del nuevo Congreso, tal como lo hizo con el escándalo de la parapolítica.