Bajo las nuevas políticas de Obama, las relaciones con Colombia dejaron de ser tan privilagiadas.

RELACIONES EXTERIORES

Uribe frente a la nueva agenda de Washington

La visita de Álvaro Uribe a Washington que empieza el próximo lunes no será fácil. John Mario González desde Washington, en especial para Semana.com, explica por qué.

John Mario González*
26 de junio de 2009

El próximo lunes 29 de junio se reunirán en la Casa Blanca el presidente Obama con el presidente colombiano Alvaro Uribe. Será un encuentro angustiosamente buscado desde hace meses por los funcionarios de Bogotá para demostrar que Uribe es todavía consentido de Washington en América Latina.

Pero pese a que el presidente y el gobierno colombiano insistan en que la relación con Estados Unidos permanece imperturbable, lo cierto es que el vínculo ha sufrido una alteración significativa desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca.

Ya no son los tiempos de Bush, que andaba tan escaso de socios en su guerra contra el terrorismo, ni es Obama un mandatario acorralado por la impopularidad. Tampoco tiene el mismo eco el histrionismo antiamericano de los mandatarios de Venezuela, Ecuador y Bolivia, por lo que el ya viejo llamamiento de Uribe de amigo incondicional de Washington ha entrado en barrena. Probablemente una depreciación similar haya tenido el atractivo de Bogotá como punto de contención de sus vecinos.

A pesar del encuentro venidero, ciertas señales reflejan desgano del nuevo mandatario estadounidense hacia el gobierno Uribe y demuestran que sus nuevas prioridades de política hacia la región, antes que centrarse en el monotemático eje de la era Bush de seguridad y la lucha contra el terrorismo, están enfocadas en la resolución de la crisis y la promoción del desarrollo económico, las energías renovables y el cambio climático.

Así, Obama ha dejado claro que tendrá una relación privilegiada e indiscutible con los dos grandes jugadores latinoamericanos como son México y Brasil. Eso explica por qué Obama ya se ha reunido, desde las primeras horas de su mandato, con Felipe Calderón en cuatro ocasiones y con Lula da Silva en tres, entre encuentros bilaterales y citas multilaterales.

Aunque tampoco hay muchos países en América Latina que se destaquen como modelos de estabilidad y seriedad política, la administración Obama, antes de recibir a Uribe, decidió cursar invitación a la presidente de Chile Michelle Bachelet para visitar la Casa Blanca el pasado martes 23 de junio.

En un gesto que además de ser interpretado como señal del interés norteamericano por estrechar lazos con La Moneda tiene el claro mensaje político del tipo de relaciones y socios que prefiere el nuevo gobierno estadounidense. Ya la Cancillería chilena había destacado la velocidad con que la Casa Blanca agendó la cita, lo que indica que no se la esperaban pronto.

No obstante, más allá de las señales, lo que realmente puede dificultar la gestación de una química de trabajo entre el presidente Barack Obama y el presidente Alvaro Uribe son los acontecimientos que se suceden en Colombia abiertamente contrarios a la democracia y a la nueva política de Washington.

Si bien Uribe se ha dado el lujo de desoír todas las voces críticas a su gobierno, la lista de temas sobre los que en Washington, especialmente los congresistas, probablemente le exijan respuestas más claras y contundentes es ya larga.

Temas como las chuzadas y escuchas ilegales a magistrados, periodistas y dirigentes de la oposición, los montajes y presiones promovidas desde la Casa de Nariño contra la Corte Suprema de Justicia para desacreditar la investigación de la parapolítica o la muerte sistemática y a sangre fría de civiles inocentes a manos miembros de la Fuerza Pública son algunos de ellos.

En palabras del informe sobre los 'falsos positivos' del relator especial de las Naciones Unidas para las Ejecuciones Arbitrarias, Philip Alston, entregado recientemente, el gobierno colombiano aún debe explicar por qué el asesinato de civiles inocentes fue llevado a cabo de una manera más o menos sistemática y en diferentes regiones del país, por una cantidad significativa de elementos dentro del Ejército ".

Aunque el presidente Obama es un mandatario pragmático y Colombia sigue y seguirá siendo aliado de vital importancia para los intereses de Estados Unidos en la región, seguramente que su gobierno querrá obtener respuestas satisfactorias de su par colombiano antes de avanzar en los temas que interesan a Bogotá.

El camino para el gobierno colombiano no se avizora fácil, pues al ritmo de los acontecimientos las mismas ganancias de seguridad ganadas en los años recientes se están revirtiendo en algunas regiones del país con el resurgimiento de bandas paramilitares y con las acciones en pequeña escala, pero continuadas, por parte de la guerrilla.



* John Mario González es analista político residente en Washington, ha sido profesor universitario y columnista de varios medios.