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columna del lector

¿Algo debajo de la cabellera?

Miércoles 16. Beatriz Eugenia Ribón, lectora de SEMANA.COM, comenta paso a paso la trasmisión del Reinado Nacional de la Belleza. Además confiesa por qué lo que vio le dejó un mal sabor.

Beatriz Eugenia Ribón Quintero
12 de febrero de 2006

Éxodo masivo desde las principales ciudades del país, cubrimiento de los medios de comunicación desde el lugar de los hechos, controversia, cábalas, desfiles, fiestas, alegría y mujeres hermosas.  De esto se trata el concurso Nacional de Belleza que terminó el pasado lunes con la coronación de, supuestamente, la mujer más bella de este país.  ¿Pero es todo belleza?

El lunes en la noche, durante la transmisión de este evento, fui súbitamente atacada por una serie de cuestionamientos que de alguna forma me dejaron una leve inquietud. 

El show de bienvenida a la transmisión puede catalogarse como cuidadosamente elaborado. Eso habla de la gran cantidad de personas que participaron en él. Después de las palabras de autoridades y organizadores, y del  desfile en traje de baño, hizo su aparición un artista totalmente desaliñado, quien obviamente aplicó el término de "la pinta es lo de menos" , descuidando que el publico asistente estaba muy elegante, pues así lo exigían al entrar. Las reglas deben ser para ambas partes. De igual manera, el homenaje al Quijote, carente de claridad musical y narrativa, fue acomodado al programa, sin tener en cuenta que la fecha que ayer celebrábamos enaltece nuestros valores y costumbres como colombianos, y más aún tiene un especial significado para los cartageneros.

Resalto, sin embargo, las intervenciones de artistas de la talla de Maía y Armando Manzanero que hicieron un excelente esfuerzo por hacer un espectáculo de un nivel superior.  Además, la reducción del tramo recorrido por las candidatas en cada una de las salidas, hace más ágiles los desfiles, la  presentación a cargo de Miguel Varoni y Paola Turbay merecen un aplauso, y en general la transmisión del canal RCN se puede catalogar como impecable.

Al momento de elegir a "la mujer más hermosa de Colombia", se hizo una breve presentación de cada uno de los jurados. Como en años anteriores eran personalidades internacionales que, salvando excepciones, poco o nada se relacionan con asuntos de moda o belleza, cuando es esto lo que único que finalmente allí se califica, porque definitivamente el intelecto de las concursantes aún deja mucho que desear. 

Finalizando la noche, y con la ansiedad que seguramente compartía en ese momento con miles de personas, esperé conocer a las cinco finalistas. Ellas debían responder una pregunta sencilla, elaborada por gente como ellas mismas y que no requería de un mayor esfuerzo.  Era éste su pasaporte para ser o no ser.

En esos instantes tuve varias sensaciones: una, de consideración con los jurados que debían descifrar la respuesta a la pregunta detrás de las palabras de cada candidata. Otra, de decepción de los preparadores en las áreas de manejo de medios y fogueo periodístico. Es cierto que la situación debe ser estresante, pues está en juego una corona y hay un país entero esperando escuchar sus palabras. Pero las respuestas que escuché esa noche fueron frustrantes. Por eso, la tercera de mis sensaciones al ver el reinado fue de lástima con los padres y demás patrocinadores de éstas niñas, que apoyando su apariencia física, no fomentaron en ellas la importancia de la cultura y de la conversación espontánea e inteligente.

Sobre las 12 de la noche me acosté, pensando en que en éste país tenemos personas que, según mis cuentas, ingresaron al bachillerato con apenas nueve años de edad, y a la universidad con 16, que tienen tiempo para estudiar, leer, aprender varios idiomas y fuera de eso hacer del cuidado del cuerpo una  forma de vida, que tienen quien les dé 30, 40 o 50 millones de pesos para que todo un país las observe meticulosamente por 10 días. Tenemos personas dispuestas a dar amor y comprometidas con la causa social del mundo.

Pero, este es un concurso que debería evaluar qué va a suceder más allá, es decir, qué pasará dentro de cinco o seis meses, cuando la reina se enfrente a una cámara que estará transmitiendo para 80 países, cuando sus competidoras sean 60 mujeres aún más bellas y más desenvueltas.

Como mujer se que el cuidado de nuestro aspecto físico ocupa gran parte de nuestro diario vivir, que estamos en tiempos en los que el ambiente, las comidas, y el estrés que manejamos a diario nos llevan a cuidar aún con mayor esmero nuestra imagen. También soy conciente del cambio total del rol de la mujer en todos los campos.  Pero me pregunto: ¿no hay un  momento en nuestros ajetreados días que dediquemos a alimentar la pequeña porción escondida debajo de nuestras largas cabelleras?