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columna del lector

Cali, ¿la sucursal del cielo?

Jueves 13. Carlos Tamayo, lector de SEMANA.COM, hace un recorrido por Cali y concluye que los que la llamaron 'sucursal del cielo' "o habían bebido demasiado aguardiente blanco o hacían parte del gobierno local y se rebuscaron esta frase de cajón para tapar su inoperancia".

Carlos Tamayo
9 de enero de 2005

Mientras transitaba en estos días por las calles de la capital del Valle, me preguntaba: ¿sucursal del cielo?, ¿qué relación tiene esta ciudad con el buen reino de Dios? Los que le colocaron este apelativo o habían bebido demasiado aguardiente blanco o hacían parte del gobierno local y se rebuscaron esta frase de cajón para tapar su inoperancia. Pero lo que realmente desconocía es que este nombre tuvo sus orígenes en aspectos loables de la ciudad y su gente, cuando todo era totalmente opuesto a lo actual. Las personas que vivieron aquella época, aseguran que había civismo, limpieza en sus calles, orden, aseo y organización. Características que eran resaltadas inclusive por visitantes de otras naciones que solían visitar esta ciudad. La rumba era otro cuento. Existían casetas populares, tablados y las famosas verbenas donde se divertía la gente hasta las primeras horas del día siguiente. En las clases sociales no se notaba tanto la diferencia, la gente disfrutaba y compartía en mayor medida. Igual sucedía en un clásico en el pascual: los niños podían ir y disfrutar sin temores, no habían barras bravas y en las tribunas no se distinguía el color rojo del verde. Ahora el apelativo "Sucursal del cielo" suena muy bonito pero no tiene nada que ver con la realidad. Basta con subirse a un bus de servicio público y hacer un recorrido por la ciudad empezando por la calle quinta. Lo primero, es que el bus parece una discoteca ambulante. El usuario debe soportar el gusto musical del conductor que generalmente es salsa, vallenato o regetón a todo volumen. En un bus no le preguntan al pasajero si quiere escuchar música, si le duele la cabeza, si está enfermo, cansado o estresado. Y para colmo de males, existe una gran preferencia entre los conductores de sintonizar una emisora donde el locutor (si se le puede llamar así) ameniza el programa con frases morbosas y de doble sentido, como también otro que imitando la voz de negro se goza de manera mal intencionada los oyentes que participan de ese ridículo programa. Mientras transcurre el viaje en medio del calor, los pitos, el sonido estridente de la música y las sirenas de las ambulancias (que es algo frecuente en la ciudad) con toda seguridad, el bus es abordado como mínimo por dos jóvenes que venden dulces para sobrevivir. Si estamos de suerte podemos, presenciar cómo algún inadaptado aprovechando el tumulto le toca el culo a cualquiera de las pasajeras. Durante el viaje también podemos observar por la ventana cómo algunos conductores recogen y descargan pasajeros en cualquier parte de la vía incluyendo en los semáforos. Otros más irresponsables se pasan los semáforos en rojo y por ganar la delantera se cruzan por encima de los separadores de las vías. Posiblemente ellos dirán: "es que en la guerra del centavo vale todo". También es usual que algún pasajero sin ningún recato o síntoma de vergüenza se coma cualquier tipo de dulce o golosina y arroje la envoltura por la ventana. Pero esa basurita no es nada comparada con la que veremos en las zonas verdes, en los separadores de las vías y otras esparcidas frente algunos antejardines donde sus moradores se hacen los de la vista gorda. Al pasar cerca de los caños y ríos que atraviesan la ciudad podremos observar que los han convertido en basurero. Este tipo de conducta se volvió algo habitual, por esto, para los transeúntes es algo absolutamente normal consumir cualquier tipo de alimento y arrojar la basura al suelo. Si esto sucede por plena quinta de Cali una de las principales arterias de la ciudad ya podrán imaginar como será el resto. Es cierto que la educación comienza en casa. Por eso hay que fijarse en algunas personas que tienen la costumbre de sacar la basura a la calle los días que no pasa el carro recolector y los perros como los indigentes la riegan por la vía. También en cómo oyen música a todo volumen sin ningún respeto por sus vecinos. Este es el reflejo fiel del nivel cultural de la ciudad y lamentablemente esta es la educación que le estamos dando a los niños que gobernarán la ciudad del mañana. Este es el semillero de nuestros futuros gobernantes. Pero definitivamente, el problema de Cali es que carece de dirigentes con liderazgo, que promuevan la educación, promulguen las buenas relaciones humanas y la convivencia ciudadana basados en los valores fundamentales del respeto, la responsabilidad, honestidad y solidaridad. Es cierto también, que no todas las cosas son malas. La ciudad tiene aspectos buenos, lo necesario para ser una ciudad agradable, clima, espacio, topografía y zonas verdes, entre otras. Pero no tiene dolientes, no hay sentido de pertenencia, no hay conciencia de clase. Ustedes se podrán imaginar, si esto ocurre en la sucursal del cielo, entonces el Diablo debe estar toteado de la risa por que tiene más civismo en su reino.