columna del lector
Colombia entre "vivos" y bobos
¿Cuáles son esas prácticas cotidianas que operan como pequeños eslabones de la gran cadena del desbarrancadero social colombiano?, Andrés Arredondo, lector de SEMANA.COM, responde la pregunta con ejemplos de todos los días.
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Muchos analistas coinciden en que la crisis social, económica y política que padecemos en Colombia tiene como una de sus causas primeras una herencia histórica caracterizada por bajísimos niveles de institucionalidad. Además, por prácticas heredadas y aprendidas de no observancia del acuerdo colectivo y el acatamiento a las reglas y principios, con lo cual la corrupción en sus múltiples manifestaciones emerge como una consecuencia lógica.
Frente a este panorama resulta interesante preguntarse ¿cuáles son esas prácticas y hechos de la cotidianidad nacional que operan como pequeños eslabones de la gran cadena del desbarrancadero social colombiano?
Es evidente que algunas prácticas y conductas, en apariencia insignificantes, esculpen incansablemente el rostro de descomposición al que nos referimos. No hace falta citar las "monumentales" con las que convivimos a diario, y que van desde la apropiación de recursos públicos hasta el asesinato de alguien sólo para cobrar el seguro. Éstas nos muestran la llaga en primer plano.
Nos referimos a la corrupción de "baja intensidad" manifiesta en situaciones en las que "lo hago si nadie me ve" o "primero yo, segundo yo...", de las cuales somos protagonistas o espectadores impotentes en la cotidianidad de la fila burlada, la basura arrojada por la ventanilla o el semáforo ignorado. Todo ello define rumbos comportamentales de las personas, que, a su vez, se expresa en dimensiones sociológicas fácilmente reconocibles y, sucede, por una razón que Sartre expresó lacónicamente con un ejemplo "quien se casa, se hace responsable de la monogamia ante la sociedad entera".
Pero, ¿qué sucede cuando en una sociedad la trampa o el esguince a las reglas se practica desde las esferas más altas y se ejerce a la vista de la opinión pública? Es obvio que el efecto se irradia exponencialmente, con el agravante de que tales conductas se legitiman, cobrando estatus de conducta "normal" por fuerza del ejemplo.
Que, en beneficio de una persona, se modifique la Constitución Nacional o se utilice el servicio diplomático para comprar o pagar favores, como lo ha hecho sin recato el presidente Uribe, son manifestaciones concretas de este mal cada vez más naturalizado en el concierto de la axiología colombiana.
El fenómeno macro interactúa y se nutre de lo micro en una espiral que sólo va dejando camino a la Ley del más fuerte, con su característica confusión entre fines y medios. Esta confusión es, quizá, la causa primigenia y clave de interpretación de los rumbos de la guerra, el delito, las injusticias y el desmonte de la institucionalidad del país.
No en vano, en algunas regiones del país, se crece escuchando dichos como "el vivo vive del bobo... y el bobo de su bobada"