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columna del lector

Cuando se hiere la susceptibilidad del periodista

El periodista Humberto Coronel escribe sobre el reciente informe de la Flip sobre Barranquilla y la indignación que generó en los periodistas de esa ciudad.

Humberto Coronel N.*
12 de febrero de 2006

Un grupo de periodistas de Barranquilla está molesto, indignado y ofendido con un informe que hace pocos días publicó la Fundación Para la Libertad de Prensa (Flip) sobre el ejercicio del periodismo en la capital del Atlántico y su dinámica a causa de la pauta publicitaria. Los comunicadores han criticado, refutado, bellaquizado y hasta considerado que se ha faltado a la ética y a la verdad con el informe que, dicen, se publicó luego de haber consultado a otros colegas, con el direccionamiento de una sola fuente y porque falta denunciar hechos concretos y, explicar en todo caso, que el total de la prensa barranquillera no depende directamente de la pauta oficial cuando se destina un rubro para medios. ¿Pero que dice este estudio? La verdad: algo que ningún comunicador, alcalde, gobernador o funcionario público de alto nivel desconoce. Lo primero, es que parte del sueldo de los periodistas, aunque en muchos casos es la totalidad, se logra por medio de los cupos publicitarios. Dicha práctica conlleva a "la tendencia a la autocensura frente a la eventual pérdida de la pauta oficial o a la discriminación en materia informativa", explica el informe. Es decir, que la prensa en Barranquilla se encuentra sujeta a la pauta publicitaria de las entidades del Estado, lo cual lleva a que los periodista no critiquen las gestiones y administraciones, dándosele cabida a los políticos para que estos mantengan una buena imagen ante la opinión pública en general. Sobre esto, dos aspectos. El primero, es comprensible un tanto la indignación de los hombres y mujeres de prensa. Se corre peligro en las generalizaciones y decir que todos los periodistas están sujetos a pauta por cupo no es cierto. En ese caso, sí lo son los medios, pero no los comunicadores como tal. No se puede generalizar y describir un fenómeno al 100 por ciento si no se ha estudiado el total del universo. Además en ciudades grandes como Barranquilla operan medios relativamente poderosos, independientes y con solvencia económica, por lo que sus periodistas no están obligados a salir a la calle a hacer de vendedores, porque ya cuentan con un salario. Aunque es malo, es un soporte económico para subsistir sin necesidad de vender. El segundo, que los periodistas barranquilleros no deben ser tan sensibles ante revelaciones como estas. Es cierto que la prensa en Colombia no sólo se encuentra limitada ante la presión de los actores armados del conflicto, delincuencia común y organizada, políticos o intolerancia de la sociedad, sino también por la influencia económica y la pauta que todos los años administraciones públicas destinan para los medios, especialmente para los periodistas que mejor hablen o que menos critiquen la gestión. Este es un defecto recurrente que se percibe en todo el país, pero con mayor notoriedad en las ciudades menos desarrolladas. Es tolerado y alcahueteado de manera cómplice por quienes tienen que responder por el espacio que compran en la emisora, programa de televisión o periódico de circulación semanal, quincenal, mensual y hasta semestral, como también, por quienes no quieren ser blanco de amenazas y prefieren hacer un "periodismo" facilista y autocensurado que no los ponga en peligro. Lo cierto es que esta forma de trabajo no es exclusiva de los colombianos. Ella se repite con mayor descaro en países vecinos, como por ejemplo Perú, donde el funcionario que pretenda dar detalles de su gestión tiene que pagar a quien se encuentren delante de un micrófono para tener cabida y no le den palo. O Estados Unidos, donde en los últimos meses salió a la luz pública que del gobierno se pagaba a destacados periodistas para que se hablara a favor de la administración del presidente Bush. Ante informes como este, que causan descontento entre quienes están mejor preparados y se preocupan por hacer un buen periodismo sin sucumbir ante la compra de conciencia, es mejor reflexionar acerca del trabajo en general y no particular que se está haciendo. Es bueno que se vean los defectos y compararlos con los que se cometen en las otras regiones para evitar repetirlos o caer en ellos. El periodismo no es una profesión infalible y la prueba está en los errores que se cometen a diario como cuando se informa a partir de los boletines oficiales teniéndoles plena confianza, se publican investigaciones si confrontar fuentes, se consigna información basados en rumores, o se falta a la verdad. Quiere decir esto que todos fallamos y que sí existen estos y otros vicios en la gran mayoría de los comunicadores, que es necesario, más que molestarse, auto reflexionar y trabajar de manera seria, independiente y por una sola vía para que no se presenten marcas de ningún tipo. * Corresponsal en Colombia de Instituto Prensa y Sociedad