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Dramas del desempleo y el rebusque

Jueves 17. Detrás de cada desempleado y subempleado hay una tragedia económica, política, afectiva y sicológica. Artículo de Wilson Bejarano, lector de SEMANA.COM.

Wilson Bejarano Castellanos
13 de marzo de 2005

La reciente convocatoria de Ecopetrol para cubrir 56 vacantes en diferentes áreas, donde se recibieron 23675 inscripciones fue una muestra más del enorme desempleo y la informalidad que sufre el país. Lo es también el caso de los balseros en Aruba.

Ambos son dramas crecidos y de nunca acabar gracias a la implementación de la apertura económica, que se presentó hace 14 años como la gran panacea nacional. Pero resultó un gran fiasco, al ser ésta solo de mercado y no productiva. Al país no llegaron inversionistas a montar plantas manufactureras que generaran empleo, impuestos y trasferencia técnica, como sucedió en Asia, sino que pulularon bodegas con productos terminados y centros comerciales. Desde entonces, se han implementado una serie de medidas macroeconómicas en aras de modernizar la economía y productividad nacionales, sin tenerse en cuenta mucho los efectos sociales.

Después de 14 años ha aumentado la precarización del salario y el empleo hasta los niveles actuales y se ha elevado sustancialmente el trabajo informal, conocido también como rebusque. Está conformado por actividades económicas de baja productividad que se realizan en el entorno social de la marginalidad y se ubican en el espacio físico, urbano y rural donde se vive, sin ingresos previsibles y protección. Es además un saco de subempleo, refugio para la gran masa de excluidos del sector formal, el sometido a toda clase de vicisitudes que desmeritan la dignidad humana en algunos casos, el aglutinado de las formas más variadas de sobrevivencia de un enorme número de colombianos.

Es un conjunto heterogéneo que abarca las más variadas actividades (reciclaje, comercio estacionario y ambulante, elaboración y expendio de alimentos, fabricación artesanal y otros servicios personales como mensajería, vigilancia, aseo, venta ilegal de servicios de telefonía móvil y transporte pirata)

Este sector está conformado por una población con variada calificación, desde analfabetas hasta profesionales, que atiende una demanda importante de bienes y servicios bastante importante. Pero cuya presencia molesta a una parte de las autoridades y de la población (comerciantes y ciudadanos que se sienten afectados) por su poco formal relación con el sistema institucional, uso del espacio público o bien por estética urbana.

Estas personas satisfacen una importante demanda (60 por ciento, según mediciones de organismos económicos) y los niveles actuales de pobreza. Sin embargo, los administradores de turno y parte de la población, lejos de mostrar tolerancia, crear empleos alternativos y políticas macroeconómicas de redistribución del ingreso, apelan a reubicaciones mal planificadas, mandan a la policía para su desalojo y los sanciona decomisando sus mercancías.

La situación actualmente es dramática, de gran magnitud según lo refleja un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y el Ministerio de Protección Social. La cantidad de colombianos que se encuentran en el desempleo y el rebusque, es apabullante: al rededor de 8 millones de personas, entre los que se encuentran los 2'600.000 que están buscando afanosamente un empleo, las que no tienen un empleo fijo, las que emigraron a otras naciones a rebuscarse mejores condiciones y las que se cansaron de buscar empleo (que el Dane no contabiliza) para dedicarse al rebusque.

Parte de ésta situación que no se percibe a simple vista es el conjunto de secuelas que el desempleo y el rebusque ocasionan en la salud física y mental de las personas y en el tejido social. Producen angustia, ansiedad, depresión y diversas dolencias sicosomáticas, conducen a la irritabilidad y al pesimismo. Todo esto, caldo de cultivo para la violencia doméstica y la desintegración familiar, vulnerabilidad psíquica, que en el desocupado puede inducir a hábitos nocivos (tabaquismo y alcoholismo) y empujar a la delincuencia.

Además, entorpece la formación de capital humano, porque los niños y jóvenes abandonan su formación educativa para contribuir al presupuesto familiar.

Políticamente, es el caldo de cultivo para movimientos fascistas, populistas y grupos armados. De igual manera, el clientelismo y la corrupción encuentran clima adecuado para prosperar. En lo primero, porque los ciudadanos se ven obligados a vender su libertad electoral a quienes les ofrezcan alguna oportunidad laboral y, en lo segundo, porque quién lograr acceder a un empleo público se cree autorizado a aprovechar su turno para enriquecerse indebidamente abusando de su posición oficial.

Las estrategias implementadas (subsidios parciales por empleo generado, subsidio de empleo, redefinición de las horas extras) en años recientes para paliar el grave problema de desempleo solo han producido un exiguo alivio. La Reforma Laboral hecha hace dos años, que tenía el objetivo y la buena intención de generar empleo (abaratando y flexibilizando su creación) no arrojó los resultados esperados. Los empresarios respondieron muy bajo a pesar de los grandes beneficios que recibieron. Tal reforma, en lugar de ampliar los puestos de trabajo, extendió la jornada de los actuales asalariados, estimuló la devaluación social del trabajo, permitió reemplazar una nóminas de empleados por otras más baratas y jóvenes.

Ante todo el cuadro anterior, parece que los administradores han transformado la economía, de una ciencia preocupada por el bienestar social (humanitaria) a una alta ciencia científica, cuantitativa y matemática, donde priman las metas, los modelos y teorías económicas, el crecimiento prescindiendo del bienestar de las personas.