Home

Noticias

Artículo

columna del lector

El fenómeno asador

Los políticos deben conocer muy bien el refrán popular que dice que el que no se voltea no se asa. Por eso sus cambios de bando son tan frecuentes, opina el periodista Mario Morales.

Mario Morales
20 de agosto de 2005

Por estos días, nada funciona mejor que voltearse y gritarlo a los cuatro vientos.

Es la práctica proverbial de quienes no pueden vivir sin las luces duras de la opinión pública, como las llamó la filósofa Anna Arendt.

De ello pueden dar fe Fabio Valencia, Luis Alberto Moreno y muy especialmente la flamante presidenta del Congreso, Claudia Blum. Todos ellos son "vergonzantes" de su pasado pastranista y hoy no sólo militantes, sino escuderos de la causa uribista.

En medio de sus nombramientos, unos ya oficiales y otros en capilla, ¿a quién se le puede ocurrir traer a colación sus volteadas? Y si así fuere, ¿A quién le importaría?

Eso es lo que no ha entendido el pobre de Horacio Serpa, uno de los candidatos (seguramente tampoco aquí ganará) al Guiness Record en giros de ciento ochenta grados sin presencia de rubor en las mejillas.

Dice el refrán popular que el que no se voltea no se asa. Pero una cosa es voltearse ganando (como lo ha aprendido hacer inveteradamente Noemí Sanín para broncearse y no ampollarse), y otra lejos del poder como les ha pasado a María Emma, a Samper y a la misma Piedad Córdoba, entre otros, hoy miembros de número del pabellón de quemados. Esa es la diferencia entre astucia, traición o falta de principios, como se puede calificar dependiendo en qué lado se esté.

Por eso hoy en la nómina de "astutos" iluminados por las totas televisivas, los flashes fotográficos y los candelabros de las reuniones sociales, aparecen Fernando Londoño (que de demandante pasó a defensor inefable), Turbay Ayala, Sabas Pretelt, Madona, el 69 por ciento del Congreso, la totalidad de los ministeriables, Laissa Reyes, Eduardo Escobar (debe estar muerto de la risa Gonzalo Arango que alguna vez hizo lo propio con Carlos Lleras), en fin.

Y a pesar de que aún la Corte no se pronuncia sobre la reelección, algunos ya tienen quemaduras de primer grado, otros de tercer grado y unos más astutos aún, siguen crudos en el partidor, playeros que son, a la espera del sol que más les alumbre.