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columna del lector

¿El mundo pone sus ojos en Colombia?

Martes 08. El caso de Catalina Sandino demostró una vez más la tendencia de los colombianos a magnificar los logros de sus compatriotas en el exterior. Columna de Andrés García Montes, lector de SEMANA.COM

Andrés García Montes
6 de marzo de 2005

Cuando se repetía que gracias a la nominación de Catalina Sandino, el mundo iba a prestar atención al drama de las mulas, se expresaba un noble deseo de algo que nunca ocurrirá. La película "María Llena eres de Gracia" (por cierto, bastante buena) se estrenó en un círculo reducido de salas de arte y ensayo, y por ejemplo, el norteamericano o el europeo promedio, jamás van a ver la actuación de Catalina y ni se enterarán de que ella existe. Y en la entrega de los Óscar solo dijeron su nombre porque fue una de las mejores vestidas. El verdadero reconocimiento lo obtendrá cuando aparezca en una comedia al lado de Julia Roberts o de Cameron Díaz, o cuando se conquiste a Russell Crowe o a Will Smith. Que le pregunten a Penélope Cruz si lo que digo es falso.

Esa tendencia a exagerar, que no es un defecto exclusivo de los colombianos (hay que ver lo que gozan los españoles con las canastas de Pau Gasol en la NBA, mientras que para el resto del mundo ni siquiera existe) trae confusiones bastantes divertidas. Cuando se anuncia que el nuevo disco de Juanes es número 1 en Billboard, a nadie se le ocurre ser honesto y decir que se trata del ranking latino de Billboard, lo que no deja de tener su mérito, pero siempre y cuando no olvidemos que esta es sólo una más de las múltiples listas que publica esa revista. Se le reconoce el logro, pero hay que mencionar que ese mismo primer lugar lo han ocupado artistas como Óscar de la Hoya y Los Tigres del Norte.

Existen muchos más ejemplos, en los cuales se magnifican las hazañas locales, y lo único de verdad dañino que tiene este delirio de grandeza que excluye cualquier análisis objetivo, es que terminamos por poner en la misma bolsa a personajes con logros de magnitud bastante diferente. Repercusión mundial tiene, por poner un ejemplo de cosas que sí ha logrado algún colombiano, ganarse un Nobel de literatura o terminar de primero en el Gran Premio de Mónaco.

Por supuesto, afirmar algo así garantiza una andanada de insultos. Cuando en una reciente columna, Héctor Abad, con toda la mesura del caso insinuó que América Latina es muy poco lo que le importa al mundo, fue criticado sin misericordia. Como si no se estuviera limitando a señalar un hecho notorio.

De esta patriotería que se queja de los "intelectuales negativos que le hacen daño al país" no se escapan ni siquiera aquellos de quienes se esperaría un poquito más. Cuando Jorge Luis Borges, en su cuento "Ulrica" pone a uno de sus personajes a decir que ser colombiano es un acto de fe, no sabe el daño que nos hizo. De esa afirmación - cualquier que lea el cuento se dará cuenta que ser noruego, argentino, boliviano, etc, es también un acto de fe - han salido ensayos, tesis de grado y hasta una espantosa película que, esa sí, ruego que el mundo no vea jamás.