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El negocio de los bancos

Martes 12. Como abrebocas al chat del jueves sobre los bancos, Rafael Rodríguez-Jaraba cree que los usuarios permisivos son los culpables del abuso de poder de los bancos.

Rafael Rodríguez-Jaraba
10 de julio de 2005

Pocas cosas producen tanto malestar a la opinión pública como examinar mes a mes los siderales rendimientos que obtiene la banca y en general, el sistema financiero.

Utilidades anuales de 2.9 billones después de impuestos, distribuidas entre cerca de 50 establecimientos, nos son cifras menores. Es claro que el sector financiero administra altos niveles de inversión y de riesgos, y a cambio, obtiene una de las mayores tasas de retorno de capital en Colombia.

Si bien apalancar el desarrollo requiere de un sector financiero sólido, confiable y sostenible, no es conveniente que el formidable negocio de los bancos sea en buena medida producto de la tolerancia estatal que permite el cobro de unos servicios caros y el usufructo de unos márgenes de intermediación exorbitantes en la prestación de un servicio publico que es básico para auspiciar el desarrollo.

Los negocios deben generar rendimientos suficientes para sufragar con holgura los costos, compensar la administración de los riesgos y rentar el capital. Pero en una economía sana, la intermediación financiera, no debe ser el mejor negocio, y de serlo, se convierte en una actividad lesiva a la productividad, que contrae el sector real, desestimula el trabajo y niega posibilidades de alcanzar un crecimiento equitativo y armónico.

Si bien el Estado debe ser respetuoso del mercado, de la iniciativa privada y de la libertad de asociación empresarial, no puede ni debe ignorar, y menos tolerar, prácticas abusivas que envilecen la economía. El mercado financiero en Colombia desde hace mucho tiempo está desbordado. Pero el estado no lo reconoce. Los gobiernos por temor a mostrarse intervencionistas esperan y esperan. Y terminan siendo complacientes con los abusos. Esta permisividad ha ido acostumbrando al usuario a la indefensión y a la resignación.

Es obligación perentoria de los estados intervenir los mercados cuando los precios no son el resultado de la libre interacción de la oferta y la demanda. Es inequívoco que en el mercado financiero colombiano, la oferta tiene una posición articulada y dominante, que le permite colocar todas las condiciones, mientras que la demanda esta sometida a acogerlas sin opciones ni alternativas.

Los servicios bancarios están regidos por normas positivas que se remontan a 1.918, y que en teoría se fundamentan en una ecuación que privilegia la equidad y equilibra la confianza de usuarios y de entidades depositarias de la fe pública. Pero en la práctica, la relación entre clientes y establecimientos bancarios es desigual. Los servicios que se prestan, en la mayoría de los casos, están reglados por "contratos por adhesión", o sea, por convenciones legales, en que una de las partes coloca todas las condiciones y la otra, si acoge el contrato, debe allanarse a cumplirlas.

Por solemnidad contractual, la utilización de los establecimientos bancarios es forzosa e imperativa. Si las empresas quieren dar formalidad a sus actos mercantiles, tácitamente están obligadas a usarlos. Este desequilibrio contractual es consuetudinario y universal. Pero se torna antipático cuando el que impone todas las condiciones se muestra ineficiente y prepotente frente al cliente que lo favorece con su confianza. Con todo, esta condición asimétrica se ve compensada, si el usuario recibe servicios eficientes, competitivos y sobretodo buen trato.

Pero las quejas de los usuarios son inefables. Las respuestas a las quejas, en ocasiones, causan hilaridad y son un formalismo ocioso. La Superintendencia Bancaria recibe incontables reclamaciones, pero poco o nada logra en favor de un mejoramiento del servicio. Esta situación esta provocando justa animosidad, deserción de usuarios y lo más grave, el crecimiento mimetizado y en la sombra, de un sistema financiero paralelo que peligrosamente bordea las normas que penalizan la usura y que prohíben la captación masiva.

A pesar del precario servicio que prestan la mayoría de los bancos, en contraste con los rendimientos que obtienen, muchos analistas permanecen ajenos a esta realidad, dando muestras de autocensura o miedo de caer en la mira de los círculos financieros. Es indudable que el poder económico del sector, intimida la sana crítica y produce temor reverencial.

Quizás para distraer la atención y atenuar la inconformidad de diversos sectores por las descomunales utilidades que obtiene el sistema financiero, Asobancaria manifiesta que dado el aumento de 12% en el recaudo del impuesto del 4X1000 durante el primer trimestre, el gobierno debería considerar su eliminación.

Asobancaria considera que es un buen momento para suprimir el 4X1000 pues está obstaculizando lo que llaman "la bancarización del país". Según el gremio banquero "La permanencia de este impuesto, afectó los niveles de profundización del sector financiero. Se estima que el 4X1000 ha causado una desintermediación financiera de 30%, es decir, que hoy la banca maneja 26,7 billones de pesos menos que los que administraría de no haber aumentado la preferencia del público por el efectivo".

Las declaraciones de Asobancaria obligan a preguntar: ¿A cuanto ascenderían las utilidades del sistema financiero si esos 26.7 billones que "extraña" Asobancaria regresaran al sistema? La voracidad de Asobancaria es ilimite. Por eso, no es bueno para el país, seguir esperando que este desequilibrio se corrija por la vía de la autorregulación y entre tanto, seguir mirando de soslayo esta realidad que cercena el crecimiento integral y concentra malamente la riqueza. El gobierno tiene la palabra.

*Abogado Consultor. Asesor Corporativo. Profesor Universitario de Derecho Financiero.

¿Los bancos abusan de su poder
Participe en un chat sobre el tema el próximo jueves 14 de julio a las 5 de la tarde.