Home

Noticias

Artículo

columna del lector

Entre neoliberalismo y disidencia

Martes 24. Sobre el posible nombramiento de César Gaviria como presidente del Partido Liberal, Andrés Vásquez, coordinador de las Juventudes Liberales, opina que "ni el país ni el Liberalismo están listos para más mesías, el mandato debe provenir del apoyo popular y no de imposiciones de los sectores políticos".

Andrés Vásquez*
22 de mayo de 2005

El liberalismo está entre la espada y la pared, mientras se evidencian más claramente las diferencias diametrales entre los proyectos de país que subsisten al interior del liberalismo, el proselitismo mediático de Gaviria deja ver sus intereses presidenciales tras su intención de lograr la jefatura única, única y colegiada, discusión a la que propongo una solución intermedia.

A tres semanas del tan comentado y competido Congreso Nacional Liberal la temperatura sigue subiendo, ambientado por una estrategia mediática que hace suponer, erróneamente a las opiniones públicas, que el regreso de algunos personajes, el retorno de algunas doctrinas políticas y un mando único le devolverán la vitalidad al herido Partido Liberal Colombiano, el país sigue opinando sobre el futuro de la colectividad roja.

Sin duda todos sabían que a su salida de la OEA, César Gaviria sería un actor relevante, pero nunca creyeron que viniera a arrebatar de un manotón la Jefatura Única liberal. Su regreso a la arena política nacional parece haberse convertido en la piedra en el zapato de quienes lideran la tendencia socialdemócrata al interior del Partido, especialmente cuando nadie desconoce su escuela y la aplicación de su política neoliberal.

Quienes defienden la Jefatura de Gaviria, en su gran mayoría el sector político, argumentan la necesidad de un mando unificado, que defina derroteros monolíticos en la próxima contienda al Congreso y la Presidencia; además del retorno de un personaje con prestigio y altura presidencial, que le devuelva al partido el nivel que antaño tuvo.

La teoría es bastante seductora, especialmente cuando el interés es alcanzar el poder a como de lugar, luchar unificados para llegar a la Casa de Nariño y vencer a Uribe, dejando de lado la coherencia ideológica, la definición de un programa que le dé garantía de futuro a los colombian@s y el proceso de modernización y democratización que inició el Liberalismo hace 6 años. Siendo objetivos es posible que eso pueda garantizar el triunfo electoral, pero sin duda volverá a perder el país.

La participación de los sectores sociales y abiertos al interior de la dirección nacional liberal no es una anomia democrática, como se ha presentado, es más bien el síntoma incontrovertible de la democratización de los partidos, además de ser frenos y contrapesos del sector político, que en ocasiones pierde el rumbo de los compromisos reales con la sociedad. Para qué repetir un modelo altamente personalista y autoritario con el supuesto de combatir a un presidente que se comporta igual, eso parece ser más de lo mismo.

Suena contradictorio que los defensores del ex presidente justifiquen el retorno argumentando que se convenció en la OEA de la importancia de los partidos políticos para la democracia. Pero parece que no se percató cuáles fueron los errores de los partidos, que por falta de coherencia ideológica y sumar por sumar con la vieja clase política destruyeron a la democracia y sus respectivos países, abriendo paso a largos periodos de desinstitucionalización y renacimiento de caudillos, como Fujimori, indómitos y sin colectivo.

Las soluciones al problema pueden ser varias, pero en aras de seguir profundizando las reformas internas, se debería reconocer la importancia de la democratización de los partidos, permitiendo la participación real de los sectores sociales y abiertos en una dirección plural de diez personas y que ésta a su vez elija entre sus integrantes quién será el vocero único y presidente durante los dos años de dirección. Allí se equilibrarían las cargas, dando importancia a la participación de todos los sectores en la toma de decisiones y en segundo lugar exista un mando unificado con una sola voz durante todo el periodo de dirección.

Ni el país ni el Liberalismo están para más mesías, el mandato debe provenir del apoyo popular y no de imposiciones de los sectores políticos, de tal manera que si Gaviria estuviera interesado en ser jefe único del Partido debería hacerse elegir como miembro de la dirección colegiada con el voto de los 1500 delegados nacionales y que luego participe dentro de la elección interna en la Dirección para escoger el Presidente.

Lo que sí parece claro en toda esta estampida de noticias liberales, es que en el Partido Liberal hay dos proyectos de país diametralmente opuestos, que por las condiciones políticas y la experiencia de errores pasados deberían empezar a replantearse la convivencia al interior de un mismo colectivo. De allí deben salir dos partidos como mínimo, de lo contrario a diferencia de lo que dicen los amigos de la jefatura única, la esquizofrenia discursiva entre los dos sectores debilitará a quien sea el candidato presidencial.

Sin embargo, en el futuro todo podría ser peor, medio partido afiliado a la Internacional Socialista y otro medio a la Internacional Liberal, o perder la afiliación a la IS. Seguramente Horacio Serpa en su posesión como vicepresidente de la IS, se le debe estar dificultando explicar los virajes de un Partido partido en dos.

Este es un momento histórico, al igual que lo fue hace 50 años con Jorge Eliécer Gaitán, o deciden ganar momentáneamente unas elecciones o deciden ser un proyecto político que demuestre que otra Colombia es posible, allí Horacio Serpa deberá definir su papel de líder histórico, impulsando un viraje que transforme radicalmente el panorama político nacional o de lo contrario avalando las prácticas de un partido tradicional que se resiste a cambiar.

* Coordinador de las Juventudes Liberales.
andresvasquez@juventudesdelmrl.com