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columna del lector

La cenicienta del siglo XXI

Martes 19. Alejandro Murcia, un lector de SEMANA.COM, cuestiona los estigmas que los gremios han levantado sobre las remesas que llegan al país.

Alejandro Murcia Lamprea*
17 de octubre de 2004

Son muchos los artículos que se han escrito recientemente sobre las remesas, no solo hacia Colombia en particular sino hacia América Latina en general. Pero muchos de estos artículos, han sido publicados sin tener la suficiente información y en la mayoría de los casos en detrimento de la verdad y desconociendo la importancia que representa este fenómeno para el desarrollo económico de la región.

El pasado mes de Septiembre, el Banco Interamericano de Desarrollo presentó en un foro sobre la industria en Cartagena, un estudio según el cual Colombia recibirá durante el presente año la no despreciable suma de cuatro mil trescientos sesenta millones de dólares en remesas (US$ 4,360'000,000.oo).

En forma casi inmediata, los gremios afectados con la reevaluación actual del peso colombiano saltaron a prender las alarmas sobre la posibilidad de que estas remesas fueran producto del lavado de dinero, pero no tuvieron en consideración el gran número de controles y pruebas a las que son sometidas estas transferencias para evitar este flagelo, lo que hace técnicamente imposible dicha afirmación.

Esas declaraciones, avaladas en algún momento por el Presidente de la Andi y en peor escala por el vicepresidente Francisco Santos, causan un enorme perjuicio a los remitentes de esas remesas, a sus familiares en Colombia y aun peor al sector financiero colombiano en general.

Pese a la cifra presentada por la Cancillería, de que existen cuatro millones de colombianos residentes en el exterior, es evidente que en el área de Queens en Nueva York hay mas de un millón y medio de compatriotas, los cuales sumados a los mas de seiscientos mil en el sur de la Florida, los incalculables residentes en España, Ecuador, Venezuela, México, Panamá, superan fácilmente los siete millones. Es imposible lograr un cálculo exacto por los efectos legales de la migración.

En el mercadeo internacional se estima que las familias hispanas residentes en los Estados Unidos tienen un promedio de 3.4 personas por familia. Si aplicamos este razonable factor a cinco millones de colombianos viviendo en el exterior, nos daría aproximadamente un millón quinientas mil familias; si tan solo el sesenta por ciento de estas familias enviara dinero a sus parientes en Colombia, esto daría cerca de novecientas mil familias enviando dinero mensualmente, si el promedio por giro es de trescientos cincuenta dólares (US$350.oo), estaríamos hablando de trescientos quince millones de dólares mensuales, que al año representan tres mil setecientos ochenta millones de dólares (US$ 3,780'000,000.OO).

Palabras más, palabras menos, esas son las aproximaciones más cercanas a la verdadera industria de las remesas. De otra parte, tanto el gobierno de los Estados Unidos como el gobierno colombiano han impuesto durante la ultima década un sin numero de restricciones y controles en cuanto a cantidades y frecuencia de los giros y quienes verdaderamente conocemos los pormenores de la industria y las leyes de cumplimiento legal, sabemos que es materialmente imposible lavar dinero a través de las remesas.

Por el contrario, se estima que mas de un millón seiscientas mil familias en Colombia viven de los giros, esto quiere decir que se alimentan, pagan sus viviendas y estudian con el producto del trabajo de sus familiares en el exterior; lo cual a cambio de ser castigado, debería ser estimulado y aplaudido, pues son ellos quienes mantienen una parte importante de la economía nacional.

Hasta ahora la banca colombiana no ha metido las manos en la industria, no por no querer participar de semejante pastel, sino porque la estigmatización que gira en torno del tema los ha mantenido alejados pero pendientes como lobos acechando una jugosa presa.

Esto ha retrasado el desarrollo de la industria, contrario a lo que ha pasado en México, Ecuador, Perú y otros países del área, en donde los más grandes bancos hoy en día son pagadores de remesas y es esta precisamente una de sus más importantes fuentes de utilidades y recursos.

Para nadie es un secreto que Bancomer en México con sus más de dos mil quinientas oficinas de pago, logró utilidades superiores a los ciento cincuenta millones de dólares en solo el primer año de operaciones.

Por otra parte, hasta ahora nadie ha reconocido el inmenso costo social que implica la diáspora, no solo por la destrucción de la célula familiar causada por la migración de cabezas de familia en busca de cualquier oportunidad para el sustento de sus hijos, sino además por el gran desperdicio de mano de obra calificada, que por falta de documentos legales para trabajar tiene que emplearse en labores de limpieza de casas, cuidado de niños, lavando o parqueando carros, sacando basuras de los edificios, o en el mejor de los casos trabajando en restaurantes como meseros, después de haberse graduado como profesionales en nuestra patria.

Los comentarios negativos y la inútil alimentación que hacen políticos, medios e industriales sobre el tema sin el conocimiento adecuado, solo perjudican una industria que manejada inteligentemente bien podría estar comprando una gran parte de la construcción en el país, a la vez que salvaría al Seguro Social mediante sus aportes y contribuciones, sin contar los beneficios para otros sectores como la medicina pre-pagada.

Tristemente el gobierno nacional no ha sido menos ciego ante el fenómeno, pues dentro de su política de estado, ni este ni los anteriores gobiernos han establecido un acompañamiento permanente para optimizar y orientar estos recursos hacia sectores productivos de largo plazo como la compra de vivienda o la generación de empleo.

Es totalmente falso que las remesas sean la causa de la reevaluación actual, quienes así lo afirman desconocen que la economía de los Estados Unidos esta flaqueando y que pese a todos los problemas, Colombia es hoy en día un mercado financiero atractivo por sus rendimientos y que los inversionistas se la juegan bajo la promesa de estabilidad política, económica y social.

Muy pronto, quizá que no sea demasiado tarde, los remitentes y los beneficiarios de los giros podremos caminar con la frente en alto por las calles, sin el temor de ser tratados como a la pobre de la Cenienta en el comienzo de la historia.

* Efectivo Money Transfer Corp., Weston, Florida

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