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La Reelección esta echada... ¿la suerte de Uribe también?

Una oposición débil y un Presidente que se debate entre gobernar y hacer proselitismo es parte del futuro que el analista Fernando Jinette predice después del fallo de la Corte.

Fernando Jinette*
12 de febrero de 2006

Atrás quedaron las apuestas del sí rotundo de la Corte a la reelección. El grupo de los nueve se ha pronunciado y el resto es llorar sobre leche derramada. Ya están casi todas las reglas de juego, y así las cosas, pues que gane el mejor. Y no creo estar seguro que sea Uribe de nuevo. A decir verdad más fue la parafernalia de una decisión que estaba bastante clara para todos excepto para el pueblo. Aquel fallo que cambió pequeños grandes detalles en la historia política del país es un hecho. La división de opiniones en Palacio no se ha hecho esperar. ¿Cómo no si ahora se vienen varias piedras en el zapato? Por un lado, más de un funcionario público estará tentado a tomar partido en la campaña de Uribe. Ahí es donde pueden haber un buen par de escándalos, que no serán de poca monta por supuesto, porque estarán en medio los contratos y demás procesos administrativos que pueden desatar una crisis de investigaciones disciplinarias y sanciones. Pero por otro lado, la pregunta del millón: ¿cómo diferenciar el acto de gobernar y el de hacer proselitismo? Esa línea siempre es muy borrosa, y ni el presidente, ni su equipo, ni la oposición podrán separar las dos cosas. Mientras los candidatos se esconden bajo la empantanada ley de garantías, la opinión pública comienza a recibir mensajes de derrotismo y más bien percibe una clara ausencia de programas de gobierno y de oposición seria y coherente. Y que a la final resultarán saliendo de la improvisación y la coyuntura política pocas semanas antes de las votaciones, tal como ocurrió con Uribe. Lo cierto es que tanta queja es para el que le queda grande algo. Señores de la oposición no tomen la falta de garantías como el caballo de Troya! A Uribe se le derrota, entre otras cosas, persuadiendo a la gente con la idea que lo que se está haciendo no resultará tan bueno como se les ha querido hacer creer. Candidatos, denle al pueblo pan y circo, pero no le den meras pataletas de ahogado. Por lo pronto los supuestos presidenciables están librando una batalla personal en su afán de heroísmo y están perdiendo segundos valiosos en una carrera contra reloj. Serpa prefiere ser de nuevo el pan en la puerta del horno -no quemado sino hecho carbón- antes que poder ser un muy buen jefe de la bancada de la oposición desde el Senado. Antes, Santos le coqueteaba a Vargas Lleras. Ahora se pelean. Pero lo único cierto es que ambos han quedado en la cuerda floja luego del fallo, y entre el Partido de la U y la consulta abierta que harán los conservadores en noviembre para definir si eligen candidato único o más bien se arriman al Uribe que mas sombra les. Seguirán todos en el limbo o por lo menos detrás de los ministerios. Peñalosa confundiendo la palabra presidencia con alcaldía, Mockus aún sin despegar y la izquierda a la espera. Si hablamos del calculado juego político, la estrategia es clara: como en las peores batallas de los ejércitos romanos, desplegados al principio y unidos al final. Si a los candidatos les entra el miedo, les susurran los pobres resultados de las encuestas al oído y les da por hacer alianzas antes de tiempo, estarán todos perdidos. Cada uno firme y en pie de lucha para que en la primera vuelta de 4% en 4%, entre todos le arrebaten la mitad más uno al líder. En la segunda vuelta, el Polo, Alternativa y los liberales deberían unirse. Los otros, muevan sus fichas en las curules y acepten ceder en sus pretensiones a cambio de otros espacios en el nuevo gobierno. Así el gran Uribe diría adiós a Palacio. Así se juega a la política y Uribe si que la sabe jugar muy bien. Sin embargo tendrá que hilar muy fino en estos meses para no morir en el intento. Lo único malo de estar a la cabeza es que todos, sin importar quien esté al lado, querrán tumbarlo. Ahora bien, naturalmente es mucho más sencillo crear imaginarios de la nada a tener que mantener una imagen contra viento y marea, por muy positiva que ésta sea. Lo que nos debe quedar claro es que la campaña no empezó con la decisión de la Corte. Que yo recuerde, he visto al presiente Uribe en noticias, deportes, foros, eventos y consejos comunales más veces que a todos los demás ex presidentes y juntos. La lección que nos deja esta nueva institucionalidad es evidente: de aquí en adelante, las campañas y la oposición al gobierno no inician pocos meses antes de acudir a las urnas, van de la mano con los procesos políticos que se viven día a día en un Estado y en cada uno de sus gobiernos. Para la próxima, señores opositores, el trabajo se construye durante los cuatro años de gobierno. Bueno, eso si se tiene claro que una cosa es hacer oposición y plantearse como alternativa, y otra cosa es mezclar el oportunismo con la mediocridad programática para alcanzar el poder. Quedamos pues a la espera de la composición de las bancadas en el Congreso, aún cuando siga en vilo la reglamentación del voto preferente; a la espera de la posible reelección de alcaldes y gobernadores; de escaladas terroristas que no favorecen a otro sino a Uribe; y con un presidencialismo mucho más fortalecido. Por fortuna lo que sí se logró fue destapar la tara bajo la manga que muchos tenían para opinar en los grandes debates de cafetería: que hubiera sido del país si la reelección hubiera sido aprobada, si hubieran dejado a Uribe seguir no estaríamos como estamos. ¿Será?.¿Seguirá?. Sin excusas de ningún tipo y con las cartas sobre la mesa, las urnas tendrán la palabra. * Profesional en gobierno y relaciones internacionales.