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debate sobre bogotá II

¿Más Civitas y menos hábitat?

Miércoles 1. Para evitar que "el símbolo de la ciudad sea una loza partida", el académico Fabio Zambrano propone que Lucho Garzón cumpla con la descentralización que prometió en campaña.

Fabio Zambrano*
5 de septiembre de 2004

Si se observa el funcionamiento de algunas grandes ciudades, causa sorpresa el encontrar que pocas se administran como Bogotá. Desde hace pocos años Londres tiene un alcalde mayor, Nueva York está conformada por varios municipios, al igual que Caracas y Buenos Aires, por ejemplo. Sorprende que Bogotá se siga manejando como otro municipio más, y que la toma de decisiones siga recayendo en el ejecutivo central.

Este tema no remite a un problema administrativo, sino a la concepción de la democracia y al proyecto de ciudad que tenemos. En la última década hemos visto cómo el énfasis de las administraciones han estado en privilegiar el hábitat, el cual ha experimentado cambios sustanciales, en gran parte simbolizados por Transmilenio y la recuperación de calles y andenes.

Sin embargo, en la civitas, los avances no se han dado a la misma velocidad. Si bien, en cumplimiento de la constitución de 1991 se han incrementado los espacios de participación ciudadana y la toma de decisión se ha concentrado en el ejecutivo distrital. En otras palabras, en Bogotá no ha habido descentralización y las localidades no han pasado de ser inspecciones de policía con jurisdicciones más amplias.

Como espacio de representación de poder, una ciudad como Bogotá debe expresar la nueva concepción de lo público que representa el Polo Democrático, y éste precisamente debe ser más democrático y más participativo que las administraciones anteriores.

Hace falta que el Alcalde Mayor se proclame defensor del espacio público, no en la reducción en que nos quieren meter, es decir en andenes y calles, sino en el espacio de lo público, en los espacios de los ciudadanos.

La actual administración está en la mejor de las situaciones para introducir nuevos símbolos urbanos, basados más en la civitas que en el hábitat, que es precisamente lo que la ciudad expresó cuando votó por Lucho Garzón, quien ofrecía acelerar la descentralización como una estrategia para profundizar la democracia. Comunicar el proyecto de ciudad con nuevos símbolos no es otra cosa sino expresar nuevos referentes unificadores, como en su momento lo fueron los mimos y los bolardos. Hoy corremos el riesgo que el símbolo de la ciudad sea una loza partida, algo negativo a destacar de las administraciones pasadas, y no un elemento que nos indique el camino a recorrer.

*Profesor Universidad Nacional, Universidad de los Andes