Home

Noticias

Artículo

columna del lector

Memoria de la sexualidad recurrente

Viernes 17. Jorge Mendoza, lector de SEMANA.COM, cree que Efraím Medina no debería criticar la obra de García Márquez, pues es inevitable que ambos pasen a la historia como miembros de la misma escuela literaria. Más de 40 similitudes en sus últimas obras así lo demuestran.

Jorge Mendoza Diago*
12 de diciembre de 2004

Efraím Medina Reyes, el exitoso escritor cartagenero que ha fascinado a Europa y a las nuevas generaciones de Brasil y Argentina más que a su propio país, ciertamente hace una propuesta fresca a la literatura contemporánea. La revista especializada Críticas, que recoge lo mejor de Latinoamérica traducido al Inglés, lo situó dentro de las cinco revelaciones de Colombia.

Más allá de su virulenta crítica al establecimiento literario colombiano e internacional, expresada en entrevistas, conferencias y aún en sus propios libros, Medina pone a pensar sin distingos de generaciones, sobre la vida humana, que se refleja en cada una de sus líneas, con sus miserias, frustraciones y si cabe, con sus esperanzas.

Es el hombre al desnudo, despojado de hipocresías y falsos valores y mejor aún, sin la angustia de llegar, como se evidencia en una de las frases mejor logradas de su última novela, 'La sexualidad de la Pantera Rosa': "Todo lo hacen ellos sin reparar en daños, lo hacen simple como un gato echando tierra para cubrir sus excrementos. Ellos han tomado su oportunidad sin dudarlo, ellos ganaron el boleto, ellos siguen allí a pesar de todo".

Con él se revive la discusión de para qué debe servir la literatura: para develar la filosofía de la vida, para ayudarnos a ser más humanos, para apreciar una obra de arte como sublimación del espíritu, para ilustrarnos, para la política o simplemente para que siendo conscientes de nuestras propias inmundicias, lleguemos a los justos niveles de la modestia.

Su ya valiosa obra, tres buenas novelas, matizadas con los ingredientes del mundo moderno, el rock, el blues, el hip hop, con los gringos, The Off Spring, 32 millones de copias vendidas, el Train de Ozzy Osbourne, el soul blanco de Joss Stone, el Ska jamaiquino y tantas otras cosas, corrobora sin embargo que Gabriel García Márquez es intemporal. Sus novelas serán siempre reconocidas en el mundo como acaba de pasar con la última, a despecho de los recurrentes juicios de valor a que ha sido sometido por Medina, quien no ha sido el único.

Pero, por mucho que Medina trata de no asemejarse a sus predecesores, su literatura se mezcla con la del Nóbel, una de sus más usuales víctimas, a quien ha calificado como la "cosa más horrenda", refiriéndose desde luego, a su personalidad.

Las últimas producciones de los dos escritores, Memoria de mis putas tristes y Sexualidad de la Pantera Rosa, tienen tantos aspectos coincidentes, que las generaciones venideras, cuando pase el furor de las diatribas iconoclastas de Medina, declararán que pertenecieron a la misma escuela.

El preciosismo en las expresiones del Nobel, de alguna manera se equipara con la pureza con que Medina transcribe las vivencias caribeñas, las palabras fluyen como si en lugar de literatura, fueran un fiel documental fílmico. La gran influencia pueblerina del primero y la exclusiva formación citadina del segundo, los acercan más que alejarlos y nadie podrá reclamar la ausencia de la magia rural en la obra de Medina porque explora tanto los vericuetos de la mente, que nada nos queda debiendo.

También los liga la decisión que tomaron en su momento de abandonar la provincia e irse a la capital, practicando la espléndida frase de la cantante de rock mejicana Ely Guerra: "Dios está en todos lados pero tiene las oficinas en la capital".

Hay por lo menos 40 situaciones muy similares en las dos obras, contando reflexiones, tramas y enseñanzas, a pesar de que son de muy diferente extensión y que por ello y sólo por ello, a Medina le fue más fácil profundizar en las cavilaciones filosóficas, que logran una obra más completa.

Lo primero, el tema sexual y la prostitución, aunque más marcada en las putas tristes esta última, aparecen recurrentemente en ambas obras, así como en ambas, aunque sutilmente en la de García Márquez, también la relación homosexual.

Tanto Collado como Flecha Verde admiten sus limitaciones sexuales por la edad, aquel, cuando le dice a Rosa Cabarcas que sabe muy bien lo que puede y lo que no puede, al inquirirle ésta acerca de lo que se propone demandando una doncella y Flecha Verde, cuando una de sus fans, muy joven, le propone irse juntos, a lo que él responde: "Soy viejo para cambiar de hogar y tú joven para dejarlo". Si bien en las putas tristes es el personaje central quien hace la declaración, Medina se vale de su héroe de los comics, para referirse a algo que él mismo está razonando.

El viejo sabio declara : "No tengo que decirlo, porque se me distingue a leguas: soy feo, tímido y anacrónico. Pero a fuerza de no querer serlo he venido a simular todo lo contrario" y el protagonista de Medina - él mismo - antes de viajar a París, en el volante de promoción de la lectura de los poemas de otro personaje de sus historias, también Primera Persona en otra de sus obras, Rep, dice: "Uno es lo que odia ser, uno es lo que otros dicen que es y uno no acepta ser".

Cuando el viejo detalla sus magros ingresos de la pensión, como maestro de gramática y latín y por su nota dominical en el periódico, está haciendo lo mismo que Primera Persona, con sus oficios en la emisora y como bodeguero.

Medina, a través de Primera Persona, arrecia sus enérgicos juicios de valor a quienes llama momias reencauchadas, diciendo que son un fastidio y un lastre y claramente descalifica a los de avanzada edad: "No digo que todos deberíamos morir a los 21, pero 50 no es mal número". El sabio de García Márquez indica lo mismo: "A los cuarenta y dos años había acudido al médico con un dolor de espaldas que me estorbaba para respirar. Él no le dio importancia: Es un dolor natural a su edad, me dijo. -En ese caso- le dije yo- lo que no es natural es mi edad".

Los protagonistas de las dos novelas tienen su affaire con empleadas domésticas, Damiana, la del viejo sabio y Aisha la de Primera Persona. El Poeta también lo experimentó, pues tuvo que casarse con la de adentro a cambio de su liquidación después de doce años de trabajo. Y como si esto fuera poco, ambos personajes las embisten por la retaguardia y las dos disparan muy análogas expresiones, Damiana: "Ay, señor, con un quejido lúgubre, eso no se hizo para entrar sino para salir", mientras que en su novela, Medina la reseña así: "Ella babea y dice: Aaisssss. Eso es todo".

Anfetaminas Joe hace de mecenas de Primera Persona para impulsar su canción, al igual que Florina de Dios Cargamantos, quien lleva de la mano a su hijo hasta el Diario de la Paz, para tratar de que le publicaran su primera crónica acerca de la vida escolar.

García Márquez evoca el hipérbaton más celebre de la literatura española, el de Rodrigo Caro, "Estos, Fabio, ay dolor ...", el cual da origen al apelativo de Mustio Collado y Medina, más imaginativo, transcribe una de sus canciones, aún más mediocres, la que lo caracteriza. El marcado conformismo como filosofía de la vida, lo evidencia el segundo: "Cuando me hablan de conseguir un buen empleo quisiera reventar. No quiero hacer nada. Envidio a los tigres del zoológico que giran en su jaula a la espera del alimento", mientras que el primero en igual sentido, dice: "Eso fue todo cuanto me dio la vida y no he hecho nada por sacarle más".

La Gran Manzana no escapa al juicio de los dos escritores. Ambos la señalan como la ciudad enigmática. Collado la llama el sitio donde se supone van las almas en pena para no digerir la verdad de su vida pasada y Primera Persona afirma que "Nueva York lo hace imposible a uno". Son dos idénticas reflexiones acerca de la capital del mundo. Mientras Primera Persona apela a la música barroca para huir del "amor sin slogans", el viejo sabio se apacigua con las seis suites para chelo solo de Juan Sebastián Bach, en la versión de Pablo Casals.

El uso del teléfono como recurso desesperado es recurrente en ambas obras, el viejo en sus angustiosas comunicaciones con Rosa Cabarcas y Zeta llamando a F en el mismo tono doblegado, suplicando una migaja de amor incierto.

También coinciden en las dos novelas los visitantes de cuello blanco de los sórdidos burdeles. García Márquez señala que "su patio era la arcadia de la autoridad local, desde el gobernador hasta el último camaján de alcaldía...", y Medina muestra que "los hombres que atestan los burdeles de este mundo son los mismos que dirigen países..."

El episodio de la carrera de taxi que tomó Primera Persona al regresar de París es similar al del taxi que condujo al viejo sabio hasta el prostíbulo de Rosa Cabarcas, pidiéndole que lo llevara al Cementerio Universal. Los senos de Delgadina se "veían urgidos por una energía secreta a punto de reventar", al igual que los de Aisha, "sus pezones morenos empujaban la tela como peces atrapados en una red..., las tetas de Aisha que en cualquier momento iban a destrozar la tela e invadir el mundo".

Son muy semejantes igualmente las descripciones de la erección, aunque fugaz, del viejo sabio la primera vez que tuvo frente a sí a Delgadina en su plácida desnudez y de Primera Persona, cuando estuvo con la ballena jorobada, lo mismo que la manera en que los dos personajes explican que raras veces se hace el amor con amor, Primera Persona dice: "No se porqué diablos algunas mujeres confunden una simple culeada con amor". El sabio dice: "hacíamos amores sin amor".

Ambos autores, por boca de sus personajes centrales, tiran a la alcantarilla sentimientos y valores, Primera Persona dice que "la belleza era responsabilidad de Maya y se estaba yendo por el desagüe" y Mustio Collado: "cuando solté la cadena del agua sentí que mis rencores del pasado se fueron por los albañales". Los dos personajes también se repliegan al impulso corriente de cuidar el empleo, el viejo admite que le fue dificultoso mantener su puesto después del ultraje a Ximena Ortiz al dejarla vestida de novia y Primera Persona, "quería, como cualquier mamífero que se respete, conservar su empleo". Las dos sirvientas plantean dilemas filosóficos y metafísicos, Damiana, cuando le declara su amor al viejo y al expresarle éste que hubieran sido una buena yunta, dice que ya eso no le sirve ni de consuelo y Aisha, cuando irrita a Primera Persona preguntándole si también le gustaría si fuera gorda como F.

También sale a relucir el prejuicio social de los dos personajes: Primera Persona revela que no está preparado para que toda Ciudad Inmóvil se entere de que se ha tinturado el cabello y Rosa Cabarcas le cuenta al viejo que Delgadina cree que de verdad ya no sirve y que no le gustaría que lo fuera pregonando a los cuatro vientos.

Ambas posturas son insólitas, la primera por la forma de ser tan singular del personaje que debiera hacerlo inmune a las murmuraciones y la segunda porque a los 90 años, poco debe importar que la gente sepa que no sirve. A este mismo respecto, el viejo simula al decir que el problema fue la condición tan deplorable de la niña y en el Diario de Maya se exalta la hipocresía cuando escribe que fingir es el mejor truco contra lo difícil. Los creadores sugieren que hay que dejarse conducir por los sentimientos y no por la razón, pues ésta produce con frecuencia estragos en la vida, Medina, cuando dice que "dos o tres veces en la vida tenemos oportunidad de un instante de gracia" y "Los que engullen de un bocado la primera oportunidad que se les presenta no tardan en saber que un verdadero hombre debe medirse por las oportunidades que es capaz de evadir" y el Nobel cuando Diva Sahibí, al leer las líneas de la mano de Delgadina, concluye que "si hace lo que le indique el corazón y no la mente, va a manejar mucho dinero".

Expresan ambos cómo el ser humano se actualiza con el mundo a través de la música, En las putas tristes, el personaje cavila, "Cuando mis gustos en música hicieron crisis me descubrí atrasado y viejo..." y en la Pantera Rosa, hay un diálogo entre Anfetaminas Joe y Primera Persona, así:

- Eso pensé - dice con expresión socarrona - Tienes pinta de cualquier cosa menos de cantante. - Encajo el golpe. Pienso: viejo estúpido, ¿Qué sabes tú de cantar? Has estado pudriéndote aquí medio siglo y créeme, afuera pasaban cosas

Se refieren en modo muy similar a dos programas radiales, García Márquez acerca del programa del profesor Camacho y Cano, "La hora de todo un poco, quien dijo ayer que el mundo ya no es lo que era porque no quedan muchos hombres como tú" y Medina, "La imaginación del programador era algo serio, tanto que no había tenido reparos en llamar a un programa Gotas de Actualidad. Lo pasaban al final de la tarde y el conductor solía empezar diciendo: Un día como hoy..."

La visión fantástica también surge en las dos obras, el sabio cuando la noche de año nuevo se quedó en su casa y a las ocho se durmió sin amarguras y a las doce de la noche, en medio de la baraúnda , sintió que Delgadina entró en punta de pies, se acostó a su lado y le dio un beso y Primera Persona cuando se despierta en una habitación llena de humo y una mujer baila enfrente suyo con una peluca de rubia platino y ropa interior de cuero rojo.

El manual que tenía el viejo para las instrucciones de cómo atender al hermoso gato que le regalaron sus compañeros de trabajo el día de su cumpleaños 90, de alguna manera se asemeja al de Técnicas del dedo pulgar, el enigmático secreto de Berna y Maya. La muerte violenta del banquero en el burdel de Rosa Cabarcas, tiene connotaciones parecidas a la del taxista que condujo a Primera Persona a su regreso de París y ambas fueron destacadas por la prensa. La supuesta relación homosexual del mismo banquero al momento de su muerte se parece a la que describe Medina entre F y sus amantes, en ambos casos los personajes tienen relaciones con parejas del sexo opuesto. F afirma contundentemente que el amor es con las mujeres, con los hombres tiene sexo.

Hay en ambas obras una escena de molicie de los protagonistas, el viejo sabio se despertaba a las cinco, pero se quedaba en el cuarto en penumbra pensando en Delgadina, pasó hasta una semana sin quitarse el mameluco de mecánico, sin bañarse, sin afeitarse y sin cepillarse los dientes. A Primera Persona le ocurre lo mismo, por su amor a May, dice: "Estoy en el piso, tengo treinta y dos años, más que algo de panza, furia, melancolía y absolutamente nada entre manos. Sigo en el piso pensando en mi próximo movimiento, algo que a una piedra puede tomarle siglos. Enfrente está la libreta de Maya..."

La ansiedad que viven los dos personajes cuando buscan afanosamente a sus hembras, es la misma. Mustio Collado va hasta el hospital de caridad al enterarse de que una joven ciclista ha sido embestida por un automóvil y la ve con el cráneo cubierto de vendas y la cara indescifrable, aunque no era ella. Primera Persona va con Banz, Jules , Alan y Pipa, a buscar desesperadamente a Maya, quien sale en un carro en compañía de Claude-Henry, su nueva pareja, y de la madre de éste, le pide a Banz que los persiga, no logra hablar con ella y luego que la miran, Jules le dice que es mejor que se vayan, pues no es ella.

Claude-Henry a Primera Persona y Rosa Cabarcas al viejo, cada uno a su manera, les dicen que no hay esperanzas de que vean a sus amadas, aunque el primero, por obvias razones, es más contundente. Rosa Cabarcas dice que no hay luz y Claude-Henry lo invita amablemente a largarse.

Ambos las encuentran cambiadas, Delgadina había crecido, aunque no se le notaba en la estatura sino en una madurez intensa y Maya había engordado, con la gordura que da la madurez de un embarazo.

Los dos autores hacen alusión a la necesidad de someter a una intensa jornada aséptica a las espléndidas pero desaliñadas hembras. Rosa Cabarcas logra mejorar el aspecto de Delgadina y le dice al viejo: "En cambio la niña vino enseguida, y en tan mal estado que te la bañé, te la vestí y te la mandé al salón de belleza con la orden de que la arreglaran como una reina". Primera Persona dice que "es posible que con una buena dotación de shampoos y conchas de nácar disueltas en limón aquella chica hubiera podido pasar por princesa árabe", refiriéndose a Aisha.

Los dos protagonistas soportan los molestos olores, en su anhelo de idealizar el amor. El viejo, cuando baila con una mujer fenomenal, a la que nunca le vio la cara y se halló adormecido de gusto con su resuello trabajoso, su grajo de amoníaco y sus tetas de astrónoma y Primera Persona, el olor de Aisha a cebolla, vómito de bebé y manteca quemada.

También tienen evocaciones de la niñez que decoran las narraciones. El viejo rememora, a sus doce años, con pantalones cortos y boticas, escurriéndosele a su padre hasta los pisos altos, donde veía a las mujeres de la noche, en pleno día, mostrando sus impudicias y Primera Persona cuando al final de la novela recuerda el episodio del combate que libró con su mejor amigo, instigado por su propio padre.

Por último, los dos autores, a los que fácilmente se les reconoce en los dos personajes, franqueados por las licencias de la literatura, dan a sus obras, dos bellas novelas de amor y dolor, títulos extravagantes: Sexualidad de la Pantera Rosa y Memoria de mis putas tristes.