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Mucho de fondo

¿Están las guerrillas colombianas asimilando paulatinamente el reto de la política de seguridad democrática? El analista Pablo Enciso responde la pregunta.

Pablo R. Enciso Pinilla
20 de febrero de 2005

Un reciente análisis sobre la política de seguridad de la administración del Presidente Uribe indicaba que, a pesar de los tangibles avances en materia de seguridad, resultaba a todas luces prematuro asegurar que, en lo relacionado con el conflicto interno, "la suerte estaba echada". Quizás a manera de sentencia, se agregaba también que incurrir en excesivo triunfalismo, de manera anticipada, podía ser un imperdonable error, que podría tener varios efectos como por ejemplo :

- Militares que se descuidan, subestimando anticipadamente al "enemigo derrotado ad portas de la rendición";

- Ciudadanos comunes y corrientes, que comienzan a tomar riesgos innecesarios y organizaciones públicas y privadas, que a pesar de su perfil, dejan paulatinamente relajar y/o caer en la rutina sus sistemas de seguridad; y en general, una distensión inconveniente del nivel de "alerta mental" de la sociedad, que le abriría nuevas oportunidades a los grupos armados, por demás necesitados a corto plazo de golpes de opinión importantes.

Eventos como los recientemente ocurridos en Iscuandé en Nariño y Santa Ana en el Putumayo, son en cierto sentido un recordatorio de que la guerrilla puede efectivamente estar debilitada, pero no está aniquilada ( y que lo primero, es quizás mas verídico en unas zonas que en otras ). Argumentos conocidos, como los del Banco Mundial y la Fundación Seguridad y Democracia, invitan a la reflexión y la mesura y a dejar de lado el triunfalismo excesivo : según estadísticas del primero hay un 44% de probabilidad de que conflictos que se creían superados, resurjan; por otro lado, según apartes de un reciente análisis de la Fundación: "a pesar de que las Fuerzas Militares llevan la iniciativa en la ofensiva, las Farc mantienen intacta su capacidad militar y de iniciativa táctica en algunas zonas".

Iscuandé y Santa Ana, pueden ser de cierta manera una señal de alerta. Para las guerrillas, se acerca paulatinamente la hora de "poner toda la carne en el asador". Salir del repliegue será un imperativo estratégico, en la medida que la campaña política prenda motores, ya sea que se apruebe la reelección, o, que eventualmente haya otro candidato de la misma corriente ideológica de Uribe. Desde su perspectiva, es prioritario hacer girar el péndulo ideológico otra vez, de la mano de un Gobierno de centro-izquierda. Y esto se logrará, en la medida que entre la opinión pública se genere la percepción de que la Política de Seguridad Democrática ha fracasado. En este sentido, el terrorismo, al estilo de lo acontecido en Madrid antes de las elecciones en España, parece sin duda, el camino más expedito.

¿Son Iscuandé y Santa Ana casos aislados? ¿se están descuidando los militares? ¿al Gobierno y la sociedad los ronda un inconveniente triunfalismo?. Es quizás posible decir, que en el afán por hacer presencia en todas partes, algo literalmente imposible en un país como Colombia, las Fuerzas Armadas estarían incurriendo en varios errores, algunos de ellos ya cometidos en el pasado, como por ejemplo :

- Instalar bases militares sin suficiente pie de fuerza en zonas remotas muy difíciles de apoyar con refuerzos rápidamente.

- Subestimar la influencia que aun ejerce la guerrilla sobre la población civil en algunas regiones.

- Crear unidades militares, como los pelotones de soldados campesinos, cuyo entrenamiento y experiencia, comparativamente con el de un soldado profesional, los hace un blanco más débil.

- Cambiar cantidad ( número de hombres ), por calidad. Disminuyendo paulatinamente los estándares para reclutar oficiales y suboficiales.

- Subestimar la importancia de la inteligencia y la contrainteligencia.

El Gobierno por su parte, puede estar cometiendo un error aun más grave : pensar que la sola presencia militar basta, sin que haya una real consolidación de los espacios recuperados, a través de una presencia efectiva del Estado y sus instituciones.

Los hechos de Nariño y Putumayo, parecen indicar también que la guerrilla por su parte, puede estar paulatinamente encontrando oportunidades en los eslabones más débiles de la estrategia de seguridad democrática y en los errores antes descritos, propiciados por el optimismo desbordado :

- El incremento del reclutamiento y la disminución de los estándares pueden estar haciendo a la fuerza pública más susceptible a una infiltración y/o penetración, incluso de unidades élites.

- La creación de unidades militares sin entrenamiento y sobre todo experiencia suficiente de combate, puede estar generando varios blancos de oportunidad relativamente débiles.

- El envío y la concentración masiva de tropas del Plan Patriotas, en la retaguardia estratégica en la selva, puede estar generando la disminución del pie de fuerza en otras áreas, donde se podrían conducir operaciones exitosas.

- La desmovilización de paramilitares puede estar abriendo vacíos de poder en zonas de su antigua influencia que podrían ser recuperadas.

- El deficiente manejo de las relaciones exteriores puede estar contribuyendo de cierta manera a hacer más permeables las fronteras y a asegurar la existencia de bases operacionales para escapar a la presión en suelo colombiano.

Los hechos de Iscuandé y Santa Ana, parecen sugerir que los grupos armados están comenzando a asimilar los cambios, que en un principio alteraron el status quo. Tras la posesión del Presidente Uribe, las Fuerzas Armadas han logrado recuperar la iniciativa en el campo militar, sin embargo, este exitoso cambio de estrategia, puede estar entrando en una fase de agotamiento.

Sean o no, Iscuandé y Santa Ana hechos aislados, es factible esperar que tarde o temprano, la guerrilla pueda "encontrarle la comba al palo". Los grupos subversivos no están cruzados de brazos, si ahora es más difícil secuestrar en la vías principales, es muy posible que estén pensando en trasladar esta actividad a otros "espacios" ( como por ejemplo, a los sitios mismos donde llegan los turistas o viajeros igual que ocurrió en Antioquia recientemente ).

A pesar de que la intención de llevar la guerra a las ciudades ha fracasado, las evidencias indican que lo siguen y lo seguirán intentando. Además de los cascos urbanos, hay regiones específicas en las cuales los grupos armados han demostrado que a mediano plazo, tienen suficiente capacidad como para tratar de trasladar allí parte de la inercia de la confrontación : Tolima, Huila, Nariño, Chocó, Putumayo, Valle del Cauca y Cauca, partes del Eje Cafetero y Antioquia, son algunos ejemplos.

La cuestión de fondo es que finalmente su modus operandi se va a ir adaptando a las amenazas y las oportunidades del nuevo escenario, y en esta etapa pre-electoral que está ad portas de comenzar, éste es un riesgo que el Ejecutivo no puede correr. Está cerca el último año de Gobierno, y como los boxeadores de experiencia, la administración del Presidente Uribe debe entender, "que es el último round el que queda en la retina de los jueces". Una serie de golpes fuertes, en el momento oportuno, pueden dar al traste con los avances de la política de seguridad democrática. Las reacciones ante lo ocurrido en Iscuandé y Santa Ana, de cierta manera dejan entrever qué tan volátil puede ser la percepción de la opinión pública a este respecto.....los militares pueden pasar muy rápido de ser héroes a ser villanos.

La caída del Estatuto Antiterrorista, dejó al Gobierno sin un conjunto importante de herramientas, y ha hecho más lento el progreso en materia de orden público y la consecución de resultados más contundentes en meses recientes. En esta etapa, y a la luz de Iscuande y Santa Ana, resulta prioritario para el Ejecutivo, el revisar los medios y los fines, con el objetivo de replantear la estrategia inicial e incorporar nuevos elementos, jurídicos, políticos, militares, de orden social, etc., que le permitan mantener la iniciativa, so pena de que se repitan hechos de esta naturaleza y que por ello eventualmente tenga que pagar un elevado costo político en las urnas.

* Ingeniero Naval. Master en Ciencias Políticas U. Javeriana. Especialista en Negociación y Relaciones Internacionales U. De los Andes.