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columna del lector

No existe el primer mundo, sólo el neoliberal

La esclavitud enmascarada, la competencia desleal u el imperio del miedo son los ingredientes del mundo moderno. Escribe el español Constantino Bellas.

Constantino Bellas Saavedra*
12 de febrero de 2006

La democracia está a años luz de la dictadura pura y dura. Pero esta democracia que se va extendiendo día a día por el planeta tierra lleva pegados encima tintes dictatoriales.

La política es tan solo un negocio. En las grandes mesas ya no se habla del bien de las personas, sino que tratan de vender un supuesto bien global que enriquece a unos pocos. Ya no se puede ser ni pequeño ni mediano empresario, ya que la competencia desleal de las grandes empresas se come todo lo que coge a su paso, haciendo y deshaciendo a su antojo, esclavizando a los trabajadores con míseros sueldos. Esos mismos trabajadores que son los que levantan los países, dejando en ellos su sudor y lágrimas, que solo reciben a cambio impuestos y tropelías varias para que los que están arriba se pongan las botas.

Después está el peliagudo tema de los emigrantes, gentes que van y vienen con los bolsillos vacíos. Son engañados por esos mismos empresarios, que se aprovechan de sus carencias para tirar los sueldos por los suelos. El hecho afecta directamente a los trabajadores de los países que los reciben, ya que se ven obligados a retroceder en todos los avances conseguidos en las luchas sindicales. Los empresarios ya cuentan con la vuelta de la esclavitud enmascarada.

Podemos decir lo que nos de la gana, no pasa nada, estamos en estado de democracia, pero ellos harán lo que les de la gana.

Hace poco daban la noticia de que el carguero más grande del mundo llegaba a España con unos miles de contenedores cargados de productos de la China -país donde no se respetan las mínimas condiciones de los trabajadores, entre los que se encuentran ancianos y niños-. Esos productos les salen a un gran bajo coste, se ahorran en parte la mano de obra, 10 por el precio de 1, productos que no me consta que tengan controles de seguridad como los que obliga la unión Europea a sus productos. Con el coste que ello implica, por lo que muchas empresas se verán obligadas a cerrar sus puertas al no poder competir con tamaña barbaridad.

Yo, súbdito español, ante todo me siento ciudadano del mundo. Pero las fronteras fueron creadas por los países ricos para "defenderse de los pobres". Pero creo que si entre todos no permitiéramos esas pobrezas, las fronteras no tendrían razón de ser.

Pero esto tan solo es una historia utópica. Todo seguirá igual ya que ahora existe el imperio del miedo, algo que nos dan regalado pero que nos cuesta un alto precio cuando nos lo echamos a la jura.

Nota:  En todas partes se cuecen habas, no solo en el tercer mundo, nosotros los españoles, somos los coleros de la unión europea y aún nos falta mucho para comprender el hambre y la miseria de países estigmatizados como Colombia. 

*Ciudadano español, lector de SEMANA
Palma de Mallorca, España