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"Políticas públicas en cultura dirigidas a la búsqueda de la cohesión social". Conferencia de Juan Carlos Santacruz.

<i>"....es un pueblo en redescubrimiento de la ciudadanía, reinventando su identidad en un espectáculo que fundía fiesta con política... y daba así vida a las formas populares de la esperanza"</i> Jesús Martín Barbero

18 de mayo de 2002

"El propósito de esta breve reflexión es compartirles el sentido que para el Fondo Mixto de Cultura de Nariño, representa su experiencia en la gestión cultural, especialmente desde que en 1997 de le dio un enfoque particular, en la medida que la pregunta que como entidad nos hicimos fue ¿ Qué estaba pasando en lo local?. Para empezar esta pequeña conversación, quisimos que sean los paisajes, los rostros y las voces de gestores de diferentes localidades de nuestro departamento, quienes les permitieran a Ustedes tomarle el pulso al Nariño de hoy. Las voces y rostros también nos recuerdan que las instituciones a veces no son lo que creen ser, porque es en lo local donde se viven y generan los procesos y por ende, donde se validan y legitiman los procesos institucionales. Como lo anota Marco Gómez, del municipio de la Florida, es en lo local desde donde se construye y se hace resistencia a un entorno complejo.

Si bien la situación actual de nuestro departamento es difícil, y no está desligada de lo que acontece en el país, no por eso se puede avanza en la superación de esas dificultades. Así como se requiere voluntad y claridad, también se requiere esperanza y eso es precisamente lo que la comunidad de Nariño evidencia.

Nuestra región cuenta con seis comunidades indígenas, comunidades afrodescendientes y comunidades mestizas-. Para que tengan una idea de lo heterogéneo de nuestro departamento, de los 64 municipios que posee, unos 25 no alcanzan a tener 30 años de vida administrativa, mientras Pasto, su capital, cumplirá en poco tiempo 500 años.

Hasta hace muy poco tiempo ?diríamos unos cinco años- era un territorio relativamente tranquilo, con una fuerte vocación agrícola sustentada en el minifundio y la pequeña producción. Sin embargo, no fueron los grandes capitales trasnacionales, ni los empresarios nacionales o regionales quienes aprovecharon sus fortalezas, como las de ser zona fronteriza, de contar con importantes tierras de la cuenca amazónica, de la cuenca del pacífico y una amplia zona andina, un territorio ?todavía- productor de agua y, fundamentalmente con un capital humano y una cultura rica y diversa. No, amigos, fueron ?como en varias regiones de nuestro país-, los actores de la guerra quienes para sus propósitos asumieron este territorio.

La ausencia histórica del estado fue aprovechado, en los últimos años, por nuevos intereses que generaron relaciones muy fuertes por el territorio entre distintos grupos de poder, lo que ha conllevado a que tengamos en la Guerra un elemento desestabilizador, con los efectos correspondientes a un permanente reordenamiento. Como consecuencia, Nariño se convirtió en punto de llegada de amplios grupos de personas desplazadas por el conflicto armado y por el programa de fumigaciones realizado en el vecino departamento del Putumayo y en nuestra zona de la Costa Pacífica; es así que los desplazados no sólo vienen del vecino, también son expulsados de nuestros municipios al centro del departamento, buscando mejores condiciones de seguridad a costa del abandono de su territorio. Como hemos planteado en diversos escenarios, nuestro departamento terminó convertido en cabeza y cola del plan Colombia.

Pues bien, es en este contexto que el trabajo cultural se convierte en un potenciador de procesos sociales que permitan no sólo minimizar el impacto de un conflicto ya de por sí degradado, sino que también permita construir espacios para recuperar lo público, para construir espacios de participación, para construir el sentido de comunidad y, simultáneamente, el de ciudadanía.

Nuestros referentes han sido fundamentalmente los aportes hechos por académicos colombianos y latinoamericanos, quienes han insistido ?desde sus miradas- sobre la urgencia de construir la democracia desde los procesos, desde los mismos grupos que integran las comunidades en cualquier territorio y desde sus tiempos, desde sus ritmos, desde sus especificidades, y no solamente desde lo institucional. Sin embargo, si la democracia se fortalece cuando se dan ciertas condiciones culturales, también es a través de instituciones democráticas como se construye una cultura más participativa que, a su vez, contribuya a consolidar la democracia.

Si como lo afirma la mexicana Rossana Reguillo, las ciencias sociales no son la suma de unas disciplinas sino "el lugar de la articulación de saberes y procedimientos que buscan develar los complejos procesos de constitución y configuración de lo social", en ese marco, la Cultura se convierte en el espacio de las disputas simbólicas por la transformación y la innovación. Al decir de Arturo Escobar, ¨la cultura comprende un proceso colectivo e incesante de producción de significados que moldea la experiencia social y, a su vez, moldea las relaciones sociales", lo que nos permite observar que es dinámica.

Justamente, eso fue los que más nos motivó cuando se iniciaba con el proceso de gestión en nuestro departamento, en el marco del incipiente Sistema Nacional de Cultura. Los principios que planteaba la constitución del 91: autonomía, participación y descentralización, puestos en la práctica eran ?y son- un reto para el país. De ahí que había que asumirlo con responsabilidad para que desde las regiones surgiera una nación que reconozca en la gran diversidad su fortaleza, ya que aceptar esa multiculturalidad, esas distintas maneras de ver la vida, permitiría unos mejores niveles de crecimiento socio económico, mayores niveles de gobernabilidad y unos mejores espacios para la resolución de los conflictos que como cualquier sociedad tenemos.

Ahora bien, si como nos dice J.J. Brunner, "la Cultura tiene que ver con la capacidad colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prácticas, innovar y crear un mundo sin destruir a los demás y al medio en que vivimos", era necesario pensar el cómo se podía abordar un proceso de esta naturaleza en Nariño.

Se trata entonces de empezar a construir una región desde su memoria, pero en conversación con el hoy y de una manera más crítica, generando una manera de pensar diferente para entenderse a sí misma. El primer paso para transformarla requiere creatividad. Frente a las amenazas y las ambiciones de unos grupos particulares (llámense armados o seudopolíticos), hay que asumir una actitud distinta, en donde la autoestima y la capacidad de creer en nosotros mismos jueguen un papel fundamental.

Por eso le apostamos a construir espacios que estimularan el diálogo entre los distintos actores sociales y culturales y que estuvieran dispuestos a intercambiar y promover una mejor comprensión mutua. Que observaran que muchos de los problemas que les aquejan pueden ser más fáciles de resolver si trabajan juntos.

El trabajo cultural se ha convertido entonces en una dimensión fundamental de acción política, que está en función de las formas locales de participación, gestión y organización. Lo importante es que las comunidades, sus instancias administrativas y las autoridades locales y regionales asuman la responsabilidad principal de este proceso e impidan que se obstaculice lo que los distintos actores sociales quieran plantear. De esta manera se empieza a construir región, en la medida que ella representa, al decir del J.M. Barbero, "de un lado, el espacio de una autonomía que haga posible la asunción de las decisiones nacionales y, de otro lado, el que la región está significando un lugar clave a la hora de pensar la resistencia y la creatividad frente a la homogenización".

Desde esta perspectiva, la Cultura va más allá del ámbito tradicionalmente asignado a la institucionalidad cultural: el de administrar para las expresiones artísticas y las fiestas. Si bien ellas no dejan de ser una preocupación, el trabajo cultural contribuye en la creación del clima de confianza, colaboración y solidaridad que toda sociedad necesita para que sus miembros cooperen en la consecución del bien común. La cultura entonces tiene que ver con la formación de ciudadanos que participan creando, cuestionando, proponiendo, exigiendo sus derechos, con un alto sentido de pertenencia hacia su cultura pero, simultáneamente, con la capacidad de conversar con lo distinto, con el mundo. Es decir, que este dispuesto a escuchar y a ser escuchado, lo que en últimas, hace referencia a la construcción de ese concepto a veces tan abstracto e inasible que es lo público. Lo público también entendido como el espacio de la palabra, de la expresión, en la medida que es una construcción colectiva.

Como nos manifestaba Zulema Cortés, una de las voces que participa en el video que acaban de ver, como representante de los jóvenes de los 11 municipios de la Costa Pacífica Nariñense. Esta mujer afrodescendiente que tiene entre sus sueños ser Ministra de Cultura, nos decía que uno de los sustentos de las actividades culturales que realizan en Satinga es decirle a los demás "QUE SI EXISTIMOS", lo cual es un acto de construcción de lo público en el sentido de que así como vemos y escuchamos a la sociedad nacional, queremos conversar con esa sociedad y con aquellas que tampoco son evidentes en los medios masivos de comunicación.

Este es un principio fundamental, y de ese reconocimiento es de donde surge también el interés de fortalecer el tejido social, de tejer esa red que permita y garantice potenciar la capacidad de sentirnos unidos, y unidos aún en la diferencia. Existimos cuando somos vistos y escuchados.

Por esto se hace necesario revisar lo que sucede con el mercado, en la medida que desde la región preocupa el que Estado le esté dejando al mercado la responsabilidad de la Cultura. Recordemos al Nóbel mexicano Octavio Paz, quien advertía sobre que el mercado no tiene rostro y al profesor J.M.Barbero quien insiste en que aun cuando hoy la inmensa mayoría de la producción cultural está regida por las dinámicas de las industrias, el Estado no puede renunciar a su papel en la cultura. Manifiesta que el mercado no lo puede sustituir, ya que "la racionalidad de la modernización neoliberal sustituye los proyectos de emancipación social por las lógicas de una competitividad, cuyas reglas no las pone ya el estado, sino el mercado, convertido en principio en organizador de la sociedad", y es ahí donde observamos que el mercado confunde cultura con lo consumible, con cultura rentable y no con procesos de largo aliento y de rentabilidad social. De hecho ?complementa Martín Barbero- el mercado no puede gestionar la cultura porque "toda cultura es ante todo un espacio y un proceso de sedimentación de memorias, de tradiciones. Toda cultura vive de alguna manera en esas largas temporalidades, la cultura se produce en los tiempos largos, en la conversación entre generaciones. Y lo que produce el mercado es todo lo contrario, tiende a la obsolescencia". De ahí que si bien el estado debe crear estrategias para vincular al sector privado a los procesos culturales, no puede evadir su responsabilidad frente a la cultura.

Aquí se hace necesario resaltar también lo que ha sido la descentralización en lo cultural desde la propuesta del Sistema Nacional de Cultura. Precisamente, desde su montaje, en 1991, las regiones habían ganado mucho espacio para que desde ellas se pudieran desarrollar los procesos, que desde sus especificidades y sus demandas se plantearan. Sin embargo, observamos que en los últimos años, con algunas excepciones, se ha vuelto a decidir desde el centro, el qué hacer, el cómo hacerlo y, las regiones son hoy invitadas a realizar lo que desde el centro se piensa que es necesario. Consideramos que no hay que desaprovechar las experiencias efectivas, que tengan resultados y revisar de manera objetiva los problemas y dificultades donde haya que hacerlo. Ya decíamos que los principios de la constitución son un reto para el país. En cuanto a la financiación, son varias las limitaciones que se tienen: no solo no hay estímulos reales para que el sector privado invierta en la cultura ? proceso, sino que los recursos que reciben los entes territoriales no han sido eficientes con los que por transferencias legales se les asigna. Frente a las experiencias de estampillas procultura demuestran que los recursos económicos generados por ellas no van siempre a donde corresponde, sino ha atender propuestas que, desde las concepciones operantes de cultura que tienen los alcaldes y gobernadores, consideran son las que hay que atender. De ahí que se hace necesario fortalecer de manera clara, apoyando desde las instancias necesarias este proceso de descentralización.

En consecuencia, creemos que la construcción de políticas públicas en cultura tiene menos que ver con decir para dónde va la institucionalidad cultural en la región, y más con que ella facilite condiciones de diálogo, de intercambio, de encuentro, de creación. En este sentido, el Fondo Mixto de Cultura, sin dejar de apoyar las propuestas del sector, ha enfatizado en el fortalecimiento de los procesos culturales locales, desde diversas estrategias. Una de ellas es desde los medios de comunicación ciudadana, comunitaria e indígena, a través de la participación y gestión en proyectos específicos que buscan el fortalecimiento de los actores sociales y de la apropiación de las comunidades hacia estas alternativas de comunicación y concertación de intereses. La labor consiste en facilitar herramientas, y si me permiten la expresión, en buscar y servir de cómplices para diversas iniciativas locales.

Estos procesos han permitido empezar a conformar redes como instancias que promueven la comunicación permanente, el autoreconocimiento, el intercambio de experiencias y la relación con otros sectores.

De igual manera, le estamos apostando a los niños y a los jóvenes con la música. Pero no tanto a la formación de músicos, como a formar mejores ciudadanos desde la música como expresión y como pretexto. Hoy son casi setecientos de ellos quienes participan en este proceso.

Para el caso de nuestro departamento, como para la nación, estamos en una época en donde la escasez de recursos obliga a priorizar entre aquello que sabemos es ya prioritario para las comunidades. Por ello contamos con unos criterios que privilegian aquellas acciones que podríamos denominar "de siembra", porque permiten crear condiciones fértiles para un mejor desarrollo cultural en el mediano y largo plazo. A veces, los resultados no se ven en lo inmediato, en lo tangible; en la mayoría de ocasiones, estos resultados empiezan a palparse en, por ejemplo, la capacidad de lograr emprendimientos conjuntos, en el hecho de que varios municipios se pongan de acuerdo y sean capaces de trabajar juntos, maximizando recursos y potenciando los resultados.

A eso le estamos apostando, a seguir insistiendo en construir espacios para la cultura en nuestro departamento, desde esa concepción integral de cultura, desde esa red de significados compartidos que nos permite estar juntos, ya sea desde el arte, la música, la fiesta o desde la comida de todos los días, o desde el saber que nos estamos escuchando, que compartimos un territorio que como los nariñenses, es distinto, diverso, rico y complejo. Ya Aurelio Arturo nos lo ha manifestado desde sus poemas:

"Trabajar era bueno en el Sur, cortar los árboles,

hacer canoas de los troncos.

Ir por los ríos en el Sur, decir canciones,

Era bueno. Trabajar entre ricas maderas .....

.. Trabajar .... ese río me baña el corazón.

En el Sur. Vi rebaños de nubes y de mujeres más leves

que esa brisa que mece la siesta de los árboles.

Pude ver, os lo juro, era en el bello Sur."