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columna del lector

Se compra coca

Lunes 01. El presidente Uribe no se sostuvo en su propuesta porque "no hay nada que el Primer Mandatario aborrezca más que sentirse diferente a Bush", asegura Rodrigo López, lector de SEMANA.COM. Explica por qué.

Rodrigo López Oviedo
30 de julio de 2005

Resulta un poco raro que los últimos datos del DANE sobre el desempleo no hubieran suscitado los fervorosos elogios de siempre hacia la gestión del presidente Uribe. Uno podría pensar que al fin estamos tomando conciencia de lo nefasto que resulta endiosar a un mandatario como lo han hecho con Uribe los grandes medios y los colombianos en general.

Todo, a pesar de la intensificación de la pobreza, pese a que la corrupción respira ahora más suelta, la violencia solo descansa en caravanas turísticas, la impunidad adquiere estatus legal y la genuflexión al Imperio tan solo produce uno que otro carguito, eso sí, a cambio de que el beneficiado continúe cosiéndole gratis y encimando el hilo, como el sastre del Campillo.

Pero no se trata de conciencia. Tampoco de un olvido. Simplemente de que el tiempo y el espacio tienen sus límites y de que su escasez obliga a que los medios se concentren en aquellos temas que puedan dar los mayores réditos, según el interés que persigan.

Al momento de salir la información del DANE, la mayor preocupación de los medios -perdón, la de Uribe-, era la de bajarle decibeles al escándalo de haber firmado, sin ninguna repulsa, la mal llamada Ley de Justicia y Paz, no obstante la advertencia de importantes personalidades del mundo democrático y organismos nacionales e internacionales que lo instaban a no hacerlo. Ni siquiera las Naciones Unidas fueron escuchadas por el Presidente.

La necesidad de la sordina era evidente y los datos de desempleo reportados por el DANE no ofrecían garantía de tener la adecuada eficacia por carecer de suficiente credibilidad entre la gente. Sobre todo por entrar en contradicción con lo que el ciudadano del común ve en su propio hogar: una alacena cada vez más vacía y a nuevos miembros de la familia deseando aportar para llenarla. Aunque infructuosamente, porque por ninguna parte se ven los puestos de trabajo que anuncia el Gobierno. A lo único que pueden acudir es a la informalidad, donde al menos disimulan la vergüenza del desempleo y ahogan el sentimiento de ser una carga para sus familiares, así lo de comer siga escaso y ellos terminen haciéndose invisibles para el DANE, siempre que este Organismo quiera hacer el conteo de los desempleados.

Por eso los mencionados datos no gozaron de la publicidad que les ha caracterizado y tuvieron que cederle el paso a una improvisada propuesta presidencial, dirigida a los campesinos de las regiones sembradas con cultivos ilícitos: "Que antes de llevarle la coca y la amapola a los terroristas y narcotraficantes, me la traigan a Palacio, que yo la compro". Sólo que después de haber logrado desviar la atención del tema de la Ley de Justicia y Paz, el Presidente recogió pita y anunció que no se trataba de comprar coca, sino de pagar recompensas a quienes la entregaran.

Uribe sabe que sostenerse en el tema de la compra lo pone del lado de quienes hace mucho tiempo están proponiendo la legalización como estrategia para acabar con la ilicitud del tráfico, reducir sus elevados costos y desmoronar el criminal negocio. Pero ese no es el discurso del representante del Imperio. Y no hay nada que Uribe aborrezca más que sentirse diferente a Bush.