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columna del lector

Sí al matrimonio gay

Martes 5. Canadá también aprobó en días pasados el matrimonio civil entre las parejas del mismo sexo. Enoïn Humanez Blanquicett, lector de SEMANA.COM, escribe sobre el recorrido de la ley y lo que falta para que el país sea el primero de América en aceptar este tipo de uniones.

Enoïn Humanez Blanquicett*
3 de julio de 2005

El 28 de junio pasado, en medio de un acalorado debate, el parlamento canadiense aprobó la ley que permite el matrimonio civil entre las parejas del mismo sexo. El polémico proyecto de ley C-38 se convirtió en ley federal con 158 votos a favor y 133 en contra, luego de su tercera lectura en la Cámara de los Comunes.

A partir de ese día se puede leer en la pagina web del parlamento, en las dos lenguas oficiales de Canadá, algo que traducido al español diría mas o menos lo siguiente: "Este texto, que está inscrito en el espíritu de la Carta Canadiense de los Derechos y Libertades y de los valores de la tolerancia y respeto a la igualdad, tiene por objeto reconocer a las parejas del mismo sexo la capacidad jurídica de contraer un matrimonio civil. En consecuencia se modifican otras leyes con el objeto de asegurar a las parejas del mismo sexo un acceso igual a los efectos civiles del matrimonio y el divorcio".

Con su voto el parlamento pone punto final a una discusión que comenzó en 1999 por una disputa económica entre dos mujeres que se habían separado. Una mujer de Ontario, interpuso una demanda contra su compañera de los últimos 15 años, en la que exigía, además de una pensión alimentaría, la mitad de los bienes antigua cónyuge. Como el caso no se podía resolver dentro de la normatividad vigente en ese momento, la Corte suprema de Canadá declaró el articulo 29 de la ley de familia contrario al parágrafo 1 del articulo 15 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. La mujer ganó el pleito y la discusión quedo abierta. Pero el clima del parlamento se había mantenido hostil al tema hasta hace algunas semanas. Por eso nadie esperaba que dicha ley pasase y que lo hiciese además con una votación amplia.

El voto a favor en la Cámara de los comunes dejó a Canadá a un paso de convertirse en el cuarto país del mundo, después de Holanda, Bélgica y España, en legalizar la unión entre las parejas homosexuales. Si lo aprobado por los diputados se convierte en ley, Canadá será en América el primer país en adoptar una norma de este tipo. Pero para que lo actuado por la cámara se convierta en ley federal, faltan 3 pasos fundamentales. La ratificación por parte del Senado, la corte suprema y la representante de la Reina de Inglaterra.

La sanción por parte de la Gobernadora General puede considerarse un acto simbólico. La representante de la Reina podría rechazar el proyecto, pero la tradición indica que en la historia del país ésta jamás a objetado una decisión parlamentaria.

De los tres pasos que le faltan a esta ley para convertirse oficialmente en tal, los analistas consideran que el examen más riguroso sería el del Senado, que podría rechazarla o sugerirle modificaciones de fondo. Pero se duda que el Senado, un cuerpo colegial nombrado por cooptación por el jefe del gobierno, eche para atrás una decisión que recibió el apoyo de una mayoría amplia de los diputados y que cuenta con el respaldo irrestricto de 3 de los 4 jefes de los partidos políticos que tienen asiento en el parlamento.

Nadie pone en duda el visto bueno de la Corte Suprema de Canadá, puesto que fue una decisión tomada por ésta la que abrió el debate en 1.999, cuando consideró que las parejas homosexuales deberían ser asimiladas dentro del régimen legal que regula los asuntos civiles entre las parejas que viven en unión libre. La decisión de la Corte, aunque no legalizaba el matrimonio civil entre parejas homosexuales, fue percibida en su momento como un paso significativo por los activistas del movimiento gay.

La respuesta política en el Parlamento a la decisión de la Corte fue una moción de ratificación de la definición del matrimonio contemplada en la ley de la familia que fue votada el 8 de junio de 1999, con el apoyo de la inmensa mayoría de los parlamentarios, incluido en ellos el primer ministro Jean Chrétien. De esa manera el gobierno federal enterraba el debate. En adelante hablar del matrimonio gay en el parlamento fue algo políticamente marginal y pocos parlamentarios se ocupaban del asunto.

Pero un nuevo fallo judicial puso el debate de nuevo y en definitiva sobre la palestra pública. El 10 de junio de 2003 la Corte de Apelaciones del Ontario declaró contraria a la constitución la ley sobre el matrimonio, porque infringía el derecho a la igualdad contemplado en el artículo 15 de la Carta de Derechos y Libertades. La corte solicitaba al primer ministro no apelar el fallo y éste no lo hizo. El verdadero impacto político de esa medida no fue la declaración de inconstitucionalidad la ley de familia, sino la estipulación de un plazo de dos años al gobierno federal para fijar una ley acorde con los preceptos constitucionales. En caso de que el gobierno no prestase atención a la decisión de la corte, el matrimonio entre las parejas gay se convertía en un hecho legal automáticamente en todas la federación, como ya lo era a partir del fallo en Ontario.

Una semana después el gobierno Chrétien anunció la presentación de un proyecto de ley, para darle curso a la demanda de dicha Corte. Un mes después del fallo en Ontario vino la decisión de la corte de la Colombia Británica, que declaró legal ese tipo de matrimonios en esa provincia.

El debate político sobre el tema ganó entonces notoriedad y los sectores conservadores y las iglesias comenzaron su cabildeo para frenarlo. En el parlamento los conservadores propusieron una nueva moción para reafirmar la condición heterosexual del matrimonio. Pero esta vez los dirigentes liberales lideraron la oposición a la idea y la moción fracasa.

Pero si en el parlamento las cosas estaban estancadas, en los tribunales los fallos judiciales se seguían produciendo. El 19 de marzo de 2004 la Corte de Apelaciones de Québec falló en contra de una demanda de la Liga Católica Quebequence de los Derechos Humanos y declaró legal este tipo de matrimonios en la provincia.

En los 8 meses siguientes se produjeron los fallos de las cortes de otras cinco provincias y un territorio. Todos ellos recogían en lo fundamental el fallo de la corte de Ontario. En menos de 2 años el matrimonio gay se había convertido un asunto legal, por la vía de los fallos judiciales, en 8 provincias y un territorio de la federación. Solo la Alberta, bastión político de los conservadores, la Isla del Príncipe Eduardo, el Territorio del Noreste y el territorio indígena de Nunavut, no reconocían su legalidad.

El debate se intensificó con el arribo de Paul Martín a la dirección del gobierno. Él, al contrario de su antecesor, mostró desde el comienzo mayor voluntad política para abordar el asunto, pero su gobierno, que estaba contra las cuerdas debido a los escándalos de corrupción, no tocaba el tema en el parlamento. Por eso antes de la aprobación de la ley de presupuesto había evitado medírsele a la lidia del toro, a pesar de las presiones que ejercían sobre él amplios sectores de la opinión publica. En el seno del mismo Partido Liberal el proyecto encontraba resistencia. Una eventual votación en contra del mismo hubiese podido significar la debacle del gobierno, puesto que hubiese podido ser interpretada como un voto de desconfianza.

A finales de mayo las cosas cambiaron. Los conservadores, principales opositores de la iniciativa, quedaron desmoralizaos por su derrota en el voto de la ley de presupuesto. El bloque de Québec que los apoyaba en la idea de tumbar al gobierno no los secundaba en la oposición a esta ley. El temor a que los conservadores se impusieran en su eventual votación, se desvaneció de un momento a otro en el parlamento. El 28 de junio, con las graderías del hemiciclo atestadas, se produjo la votación. 93 de los 96 parlamentarios conservadores votaron en contra. También lo hicieron 32 liberales, 5 del Bloque de Québec, 1 del Nuevo Partido Demócrata y 2 independiente.

Al final de la jornada el líder conservador Stephen Harper se comprometió, ante las cámaras de televisión, a tumbar la ley si es elegido primer ministro en las próximas elecciones. Por su parte el primer ministro declaraba el asunto como un caso cerrado. Entre todas las declaraciones de los jefes políticos, la mas emotiva corrió por parte de Gilles Duceppe, líder del Bloque de Québec. En tono anecdótico dijo que no pudo responderle a su madre cuando ella le preguntó: "¿si tu tuvieses un hijo homosexual no te gustaría que él fuese feliz?".

* Licenciado en Ciencias Sociales