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Intercambio humanitario

¿Un canje de toros por ovejas, o una política de no más?

Fredy Cante, de la Secretaría de Gobierno de Bogotá, escribe para SEMANA.COM su apreciación de la nueva propuesta sobre intercambio humanitario que ahora está en manos de las Farc.

Fredy Cante
12 de febrero de 2006

El Presidente Uribe aceptó un escenario para comenzar a discutir una propuesta de acuerdo humanitario, ha sido receptivo a un sector de la comunidad internacional (Francia, España y Suiza) y aceptó la desmilitarización de un terreno de 180 Km. en zona limítrofe entre los departamentos del Valle y Tolima. Si las FARC aceptan, entonces comenzaría la discusión.

Un acuerdo humanitario es riesgoso y complejo, de doble filo,  tendría la posibilidad de limitar la guerra o de ampliarla aún más.

El intercambio de presos políticos por secuestrados en poder de la guerrilla es una transacción de enorme riesgo y complejidad, podría conducir a ampliar la guerra o a limitarla.

Hace más de medio siglo, cuando los secuestros extorsivos se contaban con los dedos de una mano, los civiles y los gobernantes fueron tolerantes con el fenómeno y pagar onerosas sumas a los secuestradores se fue volviendo una costumbre. Pocas décadas después fracasó una ley antisecuestro, la cual había sido promovida por País Libre, y que era consistente en congelar los activos de los familiares y allegados a las personas secuestradas.

Por cierto, los magistrados declararon que era inconstitucional por cuanto atentaba contra el derecho a la vida: esto es verdad si miramos la vida de aquí y ahora, pero es falaz si miramos el riesgo de futuras vidas pues, con su colaboración con los secuestradores, la misma sociedad ha hecho más rentable el negocio del secuestro extorsivo. ¿Qué dirían las primeras personas que fueron tolerantes con el secuestro?, ¿qué dirían quienes fueron ampliando la bola de nieve que nos llevó a ostentar el record mundial en materia de secuestro?

Una solución simplista, y quizás contaminada de emociones e intereses, podría ser una propuesta limitada a resolver el problema aquí y ahora: como abrir un mercado donde el precio inicial sea el de un toro a cambio de cinco ovejas. Y en un contexto de guerra, el ambiente entre las guerrillas y el gobierno realmente no está caracterizado por la confianza, la buena fe y el respeto mutuo. Si miramos el tema desde una perspectiva histórica y estratégica, al menos tendríamos que sospechar la apertura de un nuevo mercado y una ampliación más de la guerra. Quizás las Farc y otros grupos armados al margen de la ley podrían ver que el secuestro político es rentable, y en el futuro habría nuevos intercambios humanitarios y, posiblemente, los secuestradores cobrarían precios más altos.

Una solución más inteligente, encaminada a limitar la guerra, tendría un perfil del nunca más, algo equivalente a quemar las naves para no retornar a un pasado indeseable. Esto nos pondría en la tarea de conceder un canje ahora, pero disminuir las posibilidades de que existan nuevas transacciones en un mañana. Esto tendría exigencias muy fuertes como el de pedir una liberación de todos los secuestrados, también grandes retos como el de promover procesos de justicia restaurativa y reconciliación, no sólo con los delincuentes políticos sino también con otro tipo de infractores.

Una limitación de la guerra, como lo establece el Derecho Internacional Humanitario, es la de prohibir la toma de rehenes y, por lo mismo, el secuestro. Una limitación de la guerra, encaminada hacia la reconciliación y la paz, nos exige promover tratos humanitarios y dignos con la población en reclusión.