Home

Noticias

Artículo

Un maestro en la plaza

Ayer, en la plaza de toros de Santamaría, se presentó - según los rumores - por última vez el maestro Enrique Ponce y a fe que dejó patente su condición de primerísima figura del toreo.

Mauricio Sepúlveda Castro*
2 de febrero de 2004

Se lidiaron toros de Achury Viejo, mansos en general, rajados y buscando tablas. El segundo de la tarde lució mejor que el resto pero por la prodigiosa lidia de Ponce que le enseñó a quedarse en el centro del ruedo. El tercero pudo haber sido mejor lidiado, igual que el quinto y el sexto pero también evidenciaron la falta de casta quedándose cortos y parados muy pronto. Tema para reflexionar por que lo de Rocha ya lleva varios años sin responder a la categoría de su nombre.

Afortunadamente había un maestro en la plaza. Luego de casi catorce años de alternativa en el trono del toreo, Enrique Ponce está en la plenitud de su carrera, cada día se ve mejor, con una madurez y una exquisitez inmejorables. En su punto. Y quizás por eso, esté pensando en abandonar los ruedos. Para irse en la gloria.

En Bogotá se le quiere y se le espera con un cariño especial y él responde con lo mejor de su toreo. Ayer otra vez, como hace dos años con los "Agualunas", y como hizo desde que debutará a inicios del año 92 embelesó a los aficionados con su forma de entender a los toros y con su fino estilo de siempre. En el primero de su lote inició en el centro del ruedo con unas verónicas de dulce rematas con una media portentosa. Luego de un buen puyazo de Anderson Murillo nos regaló una larga cordobesa que acarició el ruedo capitalino y enseñó al toro que ahí había un maestro. Brindó al público y se trajo al toro por bajo con suavidad y maestría. El imán de su muleta hizo que el toro se viera mejor de lo que fue, pues a lo que pudiera el burel se iba a las tablas, pero Ponce lo mantuvo en los medios dejándole la muleta en la cara para engañar al de Achury. Muletazos de su marca, con su empaque característico que si bien no es de apreturas si es de una estética envidiable. Los naturales que se sucedieron tuvieron la suavidad inicial. Cuando la poca casta del toro se agotó y este ya no pudo más, se fue a tablas y ahí Enrique volvió a encandilar con muletazos exquisitos. Todo hacia presagiar un triunfo clamoroso pero Ponce dejó un pinchazo hondo en el primer intento y ya cuando entró en la suerte contraria dejó una estocada entera algo caída que fulminó al toro. Una oreja fue el premio para el torero pero la lección y el premio verdadero fue para el público que se deleitó con el valenciano.

En el cuarto de la tarde, un castaño bonito, Enrique quería rematar la tarde pero el astado no tenía el fondo necesario para que así fuera. Con el capote, solo unas verónicas luego de ir al caballo. Brindó a Franklin, su eterno mozo de espadas, de nacionalidad colombiana en una despedida simbólica de nuestro país agradeciendo a quien tanto le ha colaborado. Al comenzar la faena el toro le hizo un extraño pero Ponce no se arredró y le sometió en tres derechazo por bajo. A partir de ahí el toro se vino a menos, sabía que había sido dominado. Enrique lo pasó por naturales y derechazos de buen concepto aunque alguno resultara trompicado. En el tercio terminó de hacerse con el toro al que aguantó varios parones para encunarse entre los pitones en alardes de valor que conmovieron aun más al público. Hubiera llegado otro trofeo si no es por el metisaca inicial. Un pinchazo hondo hizo que el toro doblara para luego de dos descabellos pasarlo a mejor vida. Un aviso alcanzó a sonar en lo alto. El honor de la vuelta al ruedo fue un pequeño romance en el que el público agradeció no sólo la actuación en este toro sino toda su trayectoria y su maestría. Un puñado de arena que besó, fue el final - por ahora - del idilio entre el maestro y la afición capitalina.

Lo demás supo a poco, por que luego de semejante demostración era difícil estar a la misma altura. José Mari Manzanares hijo y el recién alternativado Manuel Libardo mostraron que aún están verdes. El alicantino dejó visos de su clase en algún muletazo que logró sacarle al rajado primero con el que confirmó su alternativa, pero mostró que todavía no puede con las dificultades de los toros. En el quinto el público le reprochó lo perdido que se vió frente al de Rocha. Además torea aliviado, con la pierna retrasada.

Libardo también se vio biche. Los triunfos en Cartagena y Manizales hacían augurar una mejor actuación pero la Santamaría es la Santamaría y eso le pudo. Aparte de que los toros le vinieron anchos la responsabilidad de estar en la plaza de Bogotá también hizo mella en él. Tiene buenas maneras y un buen concepto del toreo pero de pronto sus mentores le apuraron para presentrarse en la capital sin estar lo suficientemente rodado. Hay que decir que los toros que les correspondieron no fueron la maravilla pero si se esperaba un poco más de voluntad y de oficio en ambos matadores.

Resumen: Seis toros de Achury Viejo, cinco pitados en el arrastre, al segundo medio le tocaron las palmas pero también fue manso. Enrique Ponce, oreja en su primero y vuelta al ruedo tras un aviso en su segundo, Manzanares saludo desde el tercio en el que abrió plaza y pitos en su segundo y Manuel Libardo silencio en ambos toros.

Saludaron desde el tercio por la buena colocación de los palitroques, Mariano de la Viña, "Chiricuto", que clavó por el pitón izquierdo, cosa poco frecuente hoy en día y Hernando Franco y Ricardo Santana .

Para el próximo domingo se anuncian los toros de Vistahermosa, que vuelven a Bogotá, para los matadores José Ignacio Uceda Leal, Sebastián Castella y el joven matador colombiano Cristian Restrepo.

*Comentarista taurino