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columna del lector

Un sueño con "la política de Estado"

Martes 5. Miguel Ángel Espinel, lector de SEMANA.COM, escribe sobre el "deber ser" de las políticas del gobierno. Explica que en el país tiene problemas mucho más serios que el conflicto armado y preocupaciones más profundas que los concejos comunitarios.

Miguel Ángel Espinel Martínez
3 de julio de 2005

La violencia histórica en Colombia, como producto del desequilibrio socioeconómico, los bajos índices de educación, el desempleo, el subempleo, las altas tasas impositivas que asfixian a pequeños y medianos empresarios, un entorno contaminado de comunicaciones vulgares, bajo nivel cultural y el contrabando permitido por el Estado han llevado a esta sociedad a una preocupante actitud de indolencia con mínimas expectativas de solución. A muchos les ha generado incluso pérdida de esperanza, toda vez que son generaciones tras generaciones en las mismas circunstancias.

De todos es conocido el desespero, la angustia y el estado de neurosis en que vivimos los colombianos, que se refleja a diario en una cantidad alarmante de actos de barbarie y violencia inaceptables para el mundo civilizado. Y los que no optan por esto, los profesionales de bien, salen en cantidad de universidades, no encuentran trabajo y cuando lo hacen, no cuentan con las suerte de un salario digno y la consecuente frustración propia y de sus familias. Por esto muchos ya se han ido del país, otros han muerto en el intento y casi los demás quisieran hacerlo.

En este ditirambo también hay circo. En los noticieros, por ejemplo, se mitiga el sufrimiento de la gente con presentadoras en cueros que parecen vivir en otro mundo y alimentan la ilusión del único futuro de la juventud colombiana: las pasarelas.

Pero a pesar de lo anterior veo que podemos ubicarnos en una percepción optimista hacia el futuro. El provenir promisorio está protagonizado por los agentes económicos nacionales, que pueden conducir a esta sociedad a un mundo mejor, proporcional al concebido por Platón con relación a las ideas. Con Políticas de Estado donde cada uno de los Ministerios tengan un objetivo determinado.

Por ejemplo, el Ministerio de Cultura. En vez de estar gastando recursos en ferias, fiestas y carnavales bien podría profundizar en las causas culturales y los correctivos para evitar tantos tipos de violencia: la maternidad infantil, el incesto recurrente sin denuncia y sin justicia, los homicidios de bebes por deudas miserables, los niños de los semáforos, los desplazados... y la lista podría seguir.

El Ministerio de Educación tendrá que educar para la vida a todos los niños menores de 15 años. Podría lograrlo con campañas masivas que lleguen a todos los rincones del país, dejando el mensaje de responsabilidad y cultura mínima para tener hijos y el concepto de la familia como fundamento de la sociedad.

Una Política de Estado en el Ministerio de Salud podría estar centrada en la esterilización de niñas madres solteras en determinadas condiciones socioeconómicas y culturales en los distintos sectores de la población.

Hay falta de una política de Estado en el Ministerio de Desarrollo. Éste debería fomentar otros tipos de industria que jalonen el empleo cualitativo y el desarrollo. La industria del automóvil entre otras, pero no como ensamblaje colonialista sino como fabricante del auto 100 % nacional, ha sido fundamental en el desarrollo de otros países y lo han logrado en relativo corto tiempo. ¿Si hemos sostenido una guerrilla por más de cincuenta años, por qué no incursionar en el desarrollo industrial como Política de Estado?

Se hace importante una exigencia a las Fuerzas Militares que tomen camino en la industria de la guerra, como tantos países. Aunque ya hacen algo. Pero falta más. Son muchas las opciones que tienen y como toda industria que obtiene capital debe producir beneficios mediante la fabricación, utilización y exportación de equipos bélicos competitivos. Tantos Ingenieros Militares pueden retornarle al país parte de lo que el país ha invertido en ellos.

De otra parte, los resultados históricos en la lucha con la guerrilla no son los mejores, ya que la guerrilla ha crecido en proporción directa con el gasto militar. El Ministerio de Defensa no puede seguir siendo el sifón del gasto nacional. De esta manera el Ministerio de Hacienda no tendría razón de estar haciendo tan frecuentes reformas tributarias en total incumplimiento con las promesas de campaña. Este Ministerio no puede continuar solucionando todo, tan solo con imposiciones tributarias.

Lástima que nuestro Presidente gaste tanto trabajo en las extenuantes y pueblerinas minucias televisadas, en el nombramiento de tantos amigos en la diplomacia y que no le alcance el tiempo para utilizarlo como Estadista.