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columna del lector

Una italiana que mira a Colombia

La fotógrafa Viviana Peretti recorrió algunas zonas de Colombia y se encontró con varias sorpresas.

Viviana Peretti
12 de febrero de 2006

Soy una fotógrafa italiana hace tiempo radicada en Colombia y esta semana tuve la "suerte" de volver a viajar en bus por el país después de unos años de limitarme a los alrededores de Bogotá o trasladarme en avión. Con mucho pesar tuve que constatar que nada ha cambiado y que en esta nación siguen existiendo tantos mundos que comparten el mismo idioma y se cobijan debajo de la misma bandera que, a pesar del populismo propio de muchos sectores adinerados del país, ya no alcanza para cubrir la iniquidad socio-cultural que es el pan de cada día en esta mal llamada democracia.
 
Y eso que supuestamente el taumaturgo paisa que hace años guía a la nación con espíritu patrio y cristiana devoción promociona su gobierno como muestra de eficiencia y cambio. Habría que preguntarle qué ha cambiado en el campo, qué progresos ha habido para los muchos campesinos que a diario se parten la espalda en las campiñas de Colombia y no tienen acceso a ningún tipo de mercado porque no hay infraestructuras suficientes para hacer que sus productos lleguen a las grandes ciudades o qué revoluciones ha habido para los niños que viven trepados por las cordilleras que cruzan este país y que no tienen acceso a la educación porque deben colaborarle a sus familias siempre demasiado numerosas.
 
¿Cómo es posible que tengamos que seguir contemplando la mirada ausente y aburrida de niños en edad escolar que no tendrán nunca la suerte de sentarse en un pupitre? ¿Cómo es posible asistir al espectáculo de familias enteras que se ganan la vida lavando tracto mulas a lo largo de las carreteras colombianas o llenando huecos a la espera que alguien le arroje unas monedas? ¿Por qué la economía del país tiene que seguir siendo empujada por una cantidad de trabajos informales y por la eterna capacidad latina de rebuscarse la vida sin exigirle a los gobernantes lo que debería ser un derecho: un trabajo digno? 
 
¿Qué se hizo para que esta gente tenga un mejor nivel de vida, para que tenga acceso a la salud, la educación e iguales posibilidades de desarrollo personal? ¿Qué se hizo para que en este país haya mayores infraestructuras y no se tenga que asistir al cotidiano desfile de tracto mulas por las insuficientes y ridículas carreteras que no dan abasto a tanto tráfico? ¿Por qué no se invierte en vías férreas, porque no se aumenta el tráfico por río y mar? ¿Por qué los periodistas y los gobernantes no dejan de tomarle el pelo a la opinión pública y no empiezan a contar y trabajar para solucionar los problemas de los millones de colombianos que viven por fuera de las grandes ciudades?
 
En sus orígenes, el periodismo era el perro guardián del poder político, aquí se ha convertido en su dama de compañía que se arrodilla a la espera que la arrojen alguna migaja. A ver si nos dejan de pintar una realidad que no existe y empiezan a mirar un poco más allá de sus patios traseros. A ver si periodistas y gobernantes se bajan de los aviones en los que se desplazan y empiezan a viajar por carreteras y así por fin se dan cuenta del país que está allí afuera, allí lejos de las avenidas de las metrópolis, lejos de los clubes privados, de los centros comerciales, de las reuniones de gabinete. A ver si van a conocer las "fincas" de los que desayunan, almuerzan y comen con agua de panela y pan. Si sencillamente dejan de contar y contarse mentiras para mirarse al espejo y reflexionar de forma honesta sobre lo que no se hizo y que quizás ya sería hora de empezar a hacer. Eso sí, se quiere construir un país donde la palabra democracia tenga por fin sentido.