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Una mirada a la crisis política canadiense

Enoïn Humanez Blanquicett, lector de SEMANA.COM, trata de ayudar a que el desconocimiento mutuo entre Colombia y Canadá llegue a su fin.

Enoïn Humanez Blanquicett*
5 de junio de 2005

Canadá, la nación más extensa de América y la segunda con el nivel de desarrollo más elevado en el continente, es un país bastante ausente en los medios informativos de América Latina. Es justo reconocer también que las noticias de Latinoamérica aparecen muy poco en los medios canadiense. Sólo Radio Canadá se ocupa de manera contingente de las asuntos de la región. En conclusión se podría decir, que desde la perspectiva del cubrimiento informativo hay un desinterés mutuo.

Ese desinterés que domina el plano informativo parece extenderse también al plano político. El primer ministro de Canadá hace giras por África, Asia, el Medio Oriente y como es de esperarse por Europa, pero no visita la América Latina. A excepción de México, Brasil, Chile y en menor grado Argentina, el intercambio comercial de Canadá con el resto de la región es casi nulo. Eso se puede constatar en una visita a los supermercados.

En lo que toca a los presidentes de América Latina, estos tampoco son muy dados a rebasar las fronteras estadounidenses en sus visitas al norte del continente. El único presidente colombiano, que yo recuerde, que visitó Canadá en su mandato fue Ernesto Samper. Pero su visita se debió mas que todo a razones medicas.

Desde Colombia uno tiene la sensación de que Canadá y los Estados Unidos son, política y socialmente hablando, una misma cosa. Es más, desde la geopolítica vulgar, se tiene la percepción de que Latinoamérica es el patio trasero de los Estados Unidos y Canadá es el corredor delantero. La cosa no es tan cierta como parece, pero ese no es tema para este artículo.

Visto de lejos, el sistema político canadiense puede parecer, dentro del contexto americano (Y cuando digo americano me refiero a toda América), un espécimen exótico y complejo. En el plano continental, el sistemas político canadiense es único en una geografía dominada por el presidencialismo. El aparato institucional es un híbrido, que combina el parlamentarismo ingles con un federalismo de los Estados Unidos. Esa estructura política está montada sobre los principios de la representatividad. Los diputados son representantes y voceros del electorado de sus distritos en el parlamento. Sobre esos tres pilares se ha erigido una de las democracias mas sólidas y estables de occidente, una de las economías mas prosperas del planeta y uno de los países con mayor calidad de vida en el mundo.

Pero el panorama político canadiense no es tan monótono como se suele pensar. Un vistazo general al paisaje basta para comprobar que en él cohabitan, de manera armónica, todos los sistemas e ideologías políticas que son comunes en las democracias occidentales. Hay provincias, como La Alberta, donde los conservadores, tan conservadores como esos que votaron en masa por George Bus en las ultimas elecciones gringas, son indestronables. Hay provincias, como Ontario, donde impera un liberalismo de corte social y los liberales son los reyes históricos de la parada. Hay provincias, como Québec, donde se impone una socialdemocracia al estilo nórdico. Y hay provincias, como la Colombia Británica, donde el sistema es liberal en política y conservador en economía. A pesar de la diversidad que la caracteriza, el denominador común en la historia política canadiense es la estabilidad.

Pero la tradicional estabilidad política canadiense está atravesando un momento crítico. El gobierno federal, que dirige el liberal Paul Martín, se debate en medio de una crisis de gobernabilidad, sin antecedes en la historia política reciente. El Primer Ministro acusa a menudo a la oposición de no dejarlo gobernar. Pero esa ingobernabilidad, que ha vuelto caótico el devenir de la actividad política en el seno de la cámara de los comunes, tiene un impacto casi nulo en la vida cotidiana del canadiense promedio. La tranquilidad de la gente se debe a que los gobiernos provinciales gozan, frente al gobierno federal, de un nivel de autonomía considerable. Es tanta la tranquilidad social que se respira, que en medio de una crisis, como la actual, los ciudadanos, así lo dicen las encuestas, no desean ir a elecciones, a pesar de la fama de corrompido que la oposición le endilga al gobierno del Primer Ministro Martín. Ese es un indicador que nos demuestra que el sistema es saludable y que los ciudadanos confían en las instituciones que los gobiernan.

El detonante de la difícil situación que se vive en el seno del parlamento es un escándalo de corrupción, que se conoce con el nombre del "affaire des comandites". En él se han visto involucrados algunos de las figuras mas representativas del partido liberal federal en la provincia de Québec, incluidos en ellas el anterior primer ministro. El asunto ha deterioró la imagen del Partido Liberal Federal no solo en Québec. Antes de que estallara el escándalo todo el mundo daba por sentado de que en las elecciones, que se habían convocado para el 1 de julio de 2004, los liberales obtendrían, de manera holgada, un cuarto mandato consecutivo. Pero cuando las practicas corruptas de los jefes de fila del partido en Québec salieron al flote, los liberales perdieron el apoyo popular y por eso hoy dirige un gobierno minoritario, cuya capacidad de maniobra política en el parlamento es reducida.

La crisis, que se resolvería disolviendo el gobierno y convocando nuevas elecciones, parece haber entrado en un callejón sin salida. Si hoy se convocase a elecciones los liberales, según las encuestas, volverían a ganarlas, pero quedarían de nuevo a la cabeza de un gobierno minoritario. Esto se debe a que el electorado del Ontario; la provincias de mayor población, mira con recelo a los conservadores, que son el segundo partido mas importante en el plano político federal. Aunque el discurso de los conservadores canadienses resulta moderado en comparación con el de los bushistas, amplios sectores consideran que sus propuestas son retrogradas en el plano social.

Tan ortodoxo resulta el programa conservador, que una de las figuras mas representativas de ese partido: la diputada Belinda Stonach, que fuera candidata a la dirección del mismo, decidió abandonarlo para salvar el mandato de un gobierno liberal agonizante. A pesar de las criticas acres de sus antiguos compañeros la imagen de la diputada ha salido favorecida.

El electorado de Québec, que podría terciar a favor del desempate (Québec es la segunda provincia con mayor numero de diputados y los conservadores no eligieron diputados en esta provincia en las ultimas elecciones) no cuenta. Los electores de Québec están radicalizado contra los liberales a raíz del escándalo de corrupción y sus votos irán a las arcas del Bloque de Québec, que los ha cautivado con el discurso de la independencia.

El ultimo pulso en esa lucha lo representó el voto a la ley de presupuesto. Los conservadores y el Bloque quisieron convertirlo en un voto de desconfianza contra el gobierno. Pero 20 días antes de la votación el gobierno de Paul Martín recibió el apoyo, de los socialdemócratas del NPD dirigidos por Jack Leiton. En una jugada magistral Leiton convirtió el proyecto de presupuesto liberal, que recogía a plenitud el discurso económico de los conservadores: rebaja de impuesto para los ricos, en un proyecto de presupuesto socialdemócrata, en el que se contempla el aumento de rubros para el transporte en común, el medio ambiente y la asistencia social en materia de vivienda y educación superior para los grupos sociales mas vulnerables. Pero el apoyo de los socialdemócratas no garantizaba la continuidad del gobierno. Se necesitaban por lo menos tres votos para ganar la partida.

Los Conservadores; aliados con el Bloque de Québec: su antípoda política (el Bloque es socialdemócrata y separatista), superaban por dos votos a la coalición de Liberales y Socialdemócratas. Las esperanzas estaban puestas en los 3 parlamentarios independientes. Fue en esa atmósfera tensionante que se produjo el salto de "madame" Stronach, dos días antes del pulso, a las toldas de los liberales. El jueves 19 de mayo el gobierno y la oposición llegaron a la votación empatados. La victoria o la derrota estaba en manos del independientes Chuc Cadman, que guardó silencio hasta el último minuto. Al final su voto evitó la caída del gobierno.

En el epilogo de la jornada Paul Martín dijo a los medios: "fueron los 45 minutos mas largos de mi vida".

* Licenciado en Ciencias Sociales