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columna del lector

Viejos a los 30 años

Viernes 14. "La ley 931 del 2004 que acaba de sancionar el presidente Álvaro Uribe, para prohibirles a las empresas la aplicación de límites de edad al momento de ofrecer un empleo trae a colación un prejuicio que agrava aún mas la situación de quienes buscan empleo", escribe Wilson Bejarano, lector de SEMANA.COM.

Wilson H. Bejarano
16 de enero de 2005

El objetivo de la norma es combatir el prejuicio de la discriminación laboral por edad, práctica bastante común que envejece y desecha, en forma prematura, a un enorme número de colombianos a partir de los 30 años, en plena edad productiva cuando muchos apenas empiezan a organizar sus proyectos de vida y a tener obligaciones personales. Aunque es una norma bien intencionada, lastimosamente ésta quedará en el papel, pues carece de mecanismos que permitan verificar su cumplimiento e instrumentos disuasivos contundentes para que los empleadores la cumplan. Pero, sobre todo, porque los empleadores y la sociedad han endiosado la temprana juventud, por su imagen fresca, su mayor vigor físico y su alta permeabilidad a los cambios que surgen. En nuestra sociedad prima la edad cronológica, ya que juventud es sinónimo de poder y productividad, en tanto que vejez es improductividad, pasividad, inactividad y mirada sin futuro. De ahí que nadie quiera ser viejo. Por eso, cuando se llega a cierta edad (45 años) aparecen las preocupaciones, los temores, síntomas prematuramente acelerados de la vejez (ansiedad, tensión arterial, etc) y empieza el deseo narcisista de impedir el deterioro. No estamos preparados para aceptar la madurez como también envejecer con entusiasmo y dignidad, pues hay mitos y prejuicios que impiden una percepción mas apropiada y dinámica de la vejez. Como si éste cuadro sadomasoquista en nuestro medio no bastará, al sector productivo le ha dado por envejecer aceleradamente a la población a un 50% de la edad de retiro (65 años). En Colombia una persona que pase delos 30 años ya es vieja para trabajar, y es una realidad palpable en los clasificados donde se nos dice "no mayor de 30 años". Un estudio promovido por el Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), y el Ministerio de Protección Social sobre el desempleo resalta, entre varias conclusiones, que las personas a medida incrementan su edad mayor es la probabilidad de que permanezcan en el desempleo. A los 35- 45 años la mayoría de las personas están en capacidad productiva física y mental, con potencial en conocimiento y en experiencia. Sin embargo, son lanzados a la calle y reemplazados por jóvenes menores de 30 años para abaratar y reducir costos. Al ser interrogados los empresarios responden siempre resaltando la dificultad de formar a los recién llegados de acuerdo a sus métodos, la necesidad de obtener una especie de amortización para los esfuerzos de formación, y el cuidado de asegurar oportunidades para las promociones internas, ausentismo por enfermedad. ¿Entonces, que pasa con estos vejetes prematuros, si no les dan ni siquiera la oportunidad de llegar a una entrevista como también demostrar sus habilidades y competencias? Estas personas ante ésta tortura pasiva y silenciosa, terminan sintiéndose desechos humanos de la actividad económica, inútiles, improductivos, rechazados, una carga para todos, y con una autoestima deteriorada al tener que pedir ayuda o rebuscarse en las formas mas bajas en algunos casos y ser invisibles para los empleadores. Actualmente, no tiene sentido estimular a los muy jóvenes a asumir unos costos (tiempo, dinero y desgaste psicosomático) en una preparación educativa tecnológica avanzada o superior para solo recibir de la sociedad un mero lapso temporal de 20 años (los 20 a los 40 años) en actividad productiva, mas unos niveles remunerativos deprimentes. Tal actitud estereotipada esta causando gran daño imperceptible a nuestro país. Por un lado se tira a la basura o se entrega gratis a otros países a través de la inmigración unos contingentes de personas cuya formación y potencial dárseles representó un enorme esfuerzo económico al Estado y a la sociedad, como adicionalmente creando un desequilibrio pensional a futuro al estrecharse la masa de población en edad activa ( 18-60 años), la que asume la carga pensional económicamente, e incrementar la masa de la población inactiva, la carga, mucha de la cual sin posibilidad de alcanzar la pensión por la carencia de oportunidades laborales. No se debería menospreciar el potencial integral de las personas a priori por la edad y el deterioro físico, pues en muchísimos casos nada tienen que ver con la productividad.