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Vinieron, hablaron y se fueron

Armando Neira relata en exclusiva para SEMANA.COM los detalles de la polémica visita de los paramilitares al Congreso

Armando Neira
1 de agosto de 2004

La presencia de los miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el Congreso puede servirle de campanazo al gobierno para despertarlo, hacerlo reaccionar y que retome la iniciativa en una negociación de la que parece haber perdido el control.

Lo ocurrido este miércoles 28 de julio ha sido hasta ahora la más clara demostración pública de que los paramilitares han ido imponiendo sus condiciones sin que exista una voz en la otra orilla que les diga basta.

Esta situación es de extrema gravedad para la consolidación firme y exitosa de un proceso de paz que es el deseo de todo un país, situación que ya nadie discute. Cada vez hay más de dudas y errores evidentes. Ya no se trata del escepticismo de la comunidad internacional con mayor poder decisorio (Estados Unidos y Europa), ni de las reservas de los medios de comunicación más respetados ni de las voces de duda de la siempre crítica oposición, sino que ahora se han venido a sumar algunas de las figuras más leales al presidente Uribe: Rafael Pardo y Gina Parody, por ejemplo. "¿Dónde está el gobierno? El gobierno dejó botado esto", exclamó el senador. "¿Qué pensarán las víctimas, los huérfanos y los desplazados al ver que los autores de crímenes tan atroces reciben tratamiento de héroes y se les protege con la fuerza publica?", anotó la representante a la Cámara.

Las expresiones de Pardo y Parody no fueron emocionales durante la cuestionada visita. Al contrario, las reflexionaron con cuidado, aunque las soltaron con la indignación de haberse sentido utilizados por los paramilitares en la visita al Congreso. Pero, ¿por qué dos de los más fieles defensores de Uribe estaban tan molestos? ¿Qué fue lo que hicieron los paramilitares?

Las respuestas a estos interrogantes pasan por la forma y el contenido, que en ambos casos dejaron muy mal sabor. En cuanto a la forma se anunció al país que los tres paramilitares -Salvatore Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza- fueron invitados por la Comisión de Paz de la Cámara a una audiencia pública, hecho que ahora se debate. Esta fue una iniciativa que no se discutió ni informal ni formalmente por los tres presidentes de la comisión, tal como lo denuncio Wilson Borja, uno de los copresidentes de la comisión de paz. Según él, no existe ninguna proposición por escrito en ese sentido. Lo que ocurrió fue que dos parlamentarias cercanas a las autodefensas hicieron la proposición numerada 252 y la presentaron el 17 de junio, en la última de sesión; en ésta solicitaban la transmisión por televisión de una audiencia pública sobre el proceso de paz. El encuentro adquirió una dinámica y se creció como una bola de nieve a la que nadie le puso freno. Por el contrario, recibió el espaldarazo del presidente Uribe, que firmó las resoluciones para que los tres miembros de las AUC tuvieran salvoconductos para viajar a Bogotá.

A pesar de la enorme expectativa, el acceso al Congreso fue limitado. Rigurosas medidas de seguridad en tres cuadras alrededor de su sede impedían el acceso. Solo Iván Cepeda, hijo del dirigente comunista Manuel Cepeda, asesinado por paramilitares en Bogota, y Lilia Solano, coordinadora nacional del proyecto Justicia y Vida lograron ingresar al recinto para exigir que dejaran entrar a las madres de desaparecidos y asesinados por los paras. Fue la única voz disidente que escucharon los tres miembros de las AUC.

Y no escucharon más porque en realidad no escucharon a nadie. Aunque estaba fijado para las 9 de la mañana, el acto empezó con una hora y media de retraso, cuando los tres miembros de las AUC llegaron al Salón Elíptico. De Córdoba a Bogotá viajaron en un avión de la Fuerza Aérea Colombiana y ya en la capital fueron escoltados por los servicios de seguridad del Estado, en un operativo que su totalidad movilizó a cerca de mil efectivos de Ejército, Policía y DAS.

En el recinto los escucharon una veintena de senadores, unos 40 representantes, 14 embajadores -algunos latinoamericanos y otros exóticos como el de la soberana Orden de Malta-, un gobernador (Córdoba), un alcalde (Montería) y un séquito de asesores de las AUC. Una figura clave en el proceso como el delegado de la OEA, Sergio Caramanga, se excusó a ultimo momento; y la contraparte en la mesa de negociación, Luis Carlos Restrepo, el Alto Comisionado de Paz, no se hizo presente y tampoco explicó su ausencia.

En cuanto al fondo, hay que anotar lo dicho por Salvatore Mancuso. Primero se presentó como un "héroe doliente de guerra"; luego, al igual que lo había hecho en la instalación de los diálogos el primero de julio en Santa Fe de Ralito, culpó al Estado de haberse tenido que ir a la guerra por lo que "la primera responsabilidad en el conflicto político, social, económico y militar colombiano deriva de la debilidad del Estado", y en consecuencia "el Estado y sus dirigentes son responsables del conflicto y deben responder, reparar y cumplirle a la sociedad".

Y en cuanto a ellos, reiteró que no van a ir a la cárcel ya que ese hecho no puede ser la recompensa a "haber liberado de las guerrillas a media República y evitar que se consolidara en el suelo patrio otra Cuba, o la Nicaragua de otrora". Además recalcó que la vuelta al optimismo y el regreso de la inversión que hoy se respira en buena parte del país se debe a la "lucha" y "sacrificio" de las AUC. Incluso fue más allá al invitar al gobierno en insistir en la negociación porque "es imposible que las autodefensas por sí solas consigamos la paz".

Luego anunció que paralela a la agenda de negociaciones de paz con el gobierno, ellos iban impulsar una agenda de convergencia y concertación nacional e internacional con otros sectores. Y exigió seis zonas de ubicación más como la de Tierralta (Córdoba): Magdalena Medio, el sur de Bolívar, Urabá, Cundinamarca, los Llanos Orientales y Norte de Santander, regiones donde hoy precisamente el paramilitarismo tiene una gran influencia.

Sobre asuntos críticos como el cese del fuego sobre el que el gobierno ha informado que no lo están cumpliendo y que según el analista Alfredo Rangel han violado en 400 ocasiones a lo largo y ancho del país, Mancuso dijo: "Éste no nos exime de la responsabilidad de defender a las poblaciones y regiones de los ataques de la guerrilla, allí donde el Estado no hace presencia". Y fue más allá al anunciar que por ahora no habrá disolución del aparato militar porque "ello sería una demencial irresponsabilidad que provocaría un desastre en gran parte del territorio nacional y llevaría al derrumbe de la infraestructura productiva, al colapso de la economía y a una pesadilla de sangrientos episodios".

El discurso tranquilo y sosegado de Mancuso contrastó con el del Ernesto Báez de la Serna (Iván Roberto Duque Gaviria), que recurrió a un tono grandilocuente y teatral con el que dejó en claro que ellos llevan la iniciativa en el proceso. Así por ejemplo al hablar de narcotráfico y aceptar que este es el músculo más poderoso para alimentar la guerra, dijo que era necesario buscar soluciones para combatirlo: "Nos congregaremos en Santa Fe de Ralito del 17 al 19 de septiembre próximos, en el foro que hemos denominado 'Conflicto armado y narcotráfico: solución integral a la paz". Para tal efecto cursó una invitación al gobierno, a los embajadores, "en especial a la representación diplomática de Estados Unidos", a los gremios, sindicatos y otras organizaciones sociales.

Y dijo que su organización le daba el visto bueno a la Convención Nacional del ELN, de la que fue su más fuerte opositor durante el gobierno de Pastrana, y a un acuerdo humanitario del gobierno con las Farc como punto de partida a una negociación con esta guerrilla. "Desde ya las autodefensas hacemos formal retiro de nuestras anteriores advertencias, contra la integridad física de los guerrilleros que salgan de las cárceles con motivo del intercambio humanitario", dijo. Como hecho valioso hay que anotar que en su discurso dedicó un párrafo a pedir perdón: "Con el corazón expuesto al escrutinio de Dios y de la nación, ante ustedes, a nombre del estado mayor y de todos los miembros de las autodefensas campesinas, vengo humilde a pedir perdón a todos los familiares y amigos de las víctimas adversarias y propias de esta guerra triste de la patria".

Ramón Isaza desistió de leer su discurso, aunque lo entregó para que fuera leído en público. Cada intervención de los paramilitares fue despedida con aplausos, aunque hubo notables excepciones como la del senador Pardo y la representante Parody, que ni fruncieron el ceño ni se mostraron efusivos. En cambio, otros congresistas sí se levantaron a saludar de abrazo a los tres visitantes. Mientras que se leía el discurso de Isaza, los tres paramilitares se levantaron y se fueron. "Ellos no vinieron aquí a escuchar a nadie sino a ser escuchados", anotó un asistente.

En efecto, cuando llegó el turno de la participación de los congresistas, los paras ya se habían ido. El recinto estaba semivacío. Del centenar de periodistas que habían asistido apenas se quedaron cinco. Aunque eso no fue obstáculo para que tres personas sentaran con claridad su posición. Para el representante Gustavo Petro la jornada fue vergonzosa porque una democracia lo que debe hacer es someter a los delincuentes ante la justicia. Pero, dijo, "hoy hemos visto aquí el sometimiento de la justicia por parte del narcotráfico". Luego intervino Parody, quien manifestó su malestar por la presencia de tres "criminales" a los que el Estado no les debe nada, y no como ellos lo habían hecho ver. "Ustedes se imaginan a la Asamblea Nacional de Francia, por ejemplo, abriéndole sus puertas a un terrorista como 'El Chacal'. Pues eso es lo que hemos visto hoy aquí". Y finalmente, Pardo, quien esbozó que el gobierno iba perdiendo en esta negociación. Del gobierno solo destacó que haya prestado la logística para la traída de los paras, pero insistió en que "el gobierno en un proceso de paz no está para hacer logística sino para definir la política del Estado frente al proceso", y según él eso no está ocurriendo.

Sin embargo hubo voces según las cuales la visita sirvió para escuchar a los actores del conflicto y otras de respaldo al acto, como las del presidente del partido conservador Carlos Holguín Sardi y de la presidente de la Cámara Zulema Jattin. Para ambos, la visita "fue muy buena". Pardo respondió: "Esta visita no salió bien. Esto salió muy pero muy mal". Agregó que los paramilitares no solo tuvieron la osadía de irse, sino de mostrar su soberbia al pretender enseñarle al "gobierno cómo gobernar y al Congreso cómo legislar".

Para él, este tipo de encuentros crean fisuras muy grandes en los procesos. Y recordó no hacer comparaciones con otros acuerdos anteriores como el del M-19. "Porque yo mismo traje a Carlos Pizarro y a Antonio Navarro al Palacio a hablar con el presidente Barco, pero ellos vinieron después de haber firmado la paz y de haber ordenado la desmovilización de ese movimiento", dijo.

La polémica visita de los paras sin embargo puede servir para que el gobierno tome el toro por los cuernos y asuma el control de la negociación. De lo contrario, como dijo otro de los críticos, "el país se acostumbrará a más y más 'shows' mientras el reguero de muertos sigue aumentando". ¿... y ahora qué? Si el Presidente no ajusta las cargas y corrige los errores, se puede terminar convirtiendo en víctima del proceso del paz con las AUC, tal como le ocurrió a Pastrana, que se convirtió en rehén del proceso con las Farc en el Caguán.