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1987: La fiesta del ‘Pibe’

La Selección Colombia asombró a todos en la tierra de los campeones del mundo. Se consolidaba el ciclo más brillante de la historia del equipo nacional.

Eduardo Arias
22 de junio de 2007

En 1987 el fútbol colombiano vivía de frustraciones constantes y alegrías efímeras. Y más la selección nacional de mayores, que había sido incapaz de clasificar al Mundial de México a pesar de contar con todas las facilidades de preparación y el apoyo unánime de la prensa y el público. Además, América de Cali tampoco había logrado alzar la Copa Libertadores de América al perder dos finales consecutivas, las de 1985 y 1986.
Colombia aún recordaba la gran actuación de la selección juvenil que había dirigido Luis Alfonso Marroquín en el Suramericano de 1985, así que el contraste entre el fútbol vistoso de los juveniles y la ineptitud de los dirigidos por Gabriel Ochoa Uribe era abismal.

Francisco Maturana había asumido la dirección técnica de Colombia y, al igual que Marroquín, le apostó al fútbol bien jugado, a aprovechar al máximo la habilidad natural del futbolista colombiano.

En julio, al comenzar la Copa América, que se celebraría en Argentina, la tierra de los campeones del mundo, los aficionados ya habían celebrado la buena actuación de Colombia en el torneo preolímpico, realizado en Bolivia en el mes de marzo, en el que había vencido a Brasil en la primera fase y que se cerró con broche de oro con una victoria 1 a 0 ante Argentina.

Pero la Copa América era a otro precio. Y enfrente estaban Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, equipos con una reciente experiencia mundialista que, al menos en el papel, se veían mucho más fuertes que la inexperta Colombia.

En aquel entonces sólo participaban los 10 equipos que conforman la Confederación Suramericana de Fútbol. Los equipos se organizaban en grupos de tres, que jugaban todos contra todos, y el equipo defensor del título llegaba de manera directa a la ronda semifinal, en la que se jugaban dos partidos de eliminación directa que decidían al finalista.

Al comenzar el torneo, los ojos de la afición estaban puestos en Brasil y Argentina. Uruguay, por ser el equipo defensor del título, comenzaba su participación apenas en la ronda semifinal y arrancaba como uno de los grandes favoritos. Colombia quedó en el grupo C, que tenía como sede el estadio Gigante de Arroyito, en Rosario. Sus rivales eran Paraguay y Bolivia. Sobre el papel el gran favorito era el equipo guaraní, que había tenido una muy destacada actuación en la primera fase el Mundial de México 86.
Colombia debutó frente a Bolivia y lo hizo de manera contundente, a base de buen trato al balón, control del territorio y, arriba, un arma mortal: la velocidad y el olfato goleador de Arnoldo Iguarán. Eran tales el despliegue de calidad que mostraba Colombia en la cancha y la impotencia de los bolivianos, que el boliviano Galarza, humillado por la habilidad del Pibe, que le mostraba pero no le dejaba tocar el balón, decidió cortar por lo sano y patearlo a la altura de la cintura.

Los goles de Colombia los marcaron Valderrama, en el minuto 34, e Iguarán, cuando faltaba un minuto para la terminación del partido.

El siguiente rival era el encopetado Paraguay, un equipo que en aquel entonces contaba con jugadores de gran calidad, como Cabañas, Julio César Romero, Núnez... Varios de ellos conocían muy bien a los jugadores colombianos porque integraban la nómina ya sea del Deportivo Cali o del América.

Pero al comenzar el partido, Colombia golpeó primero y aseguró el control del juego. El héroe fue Arnoldo Iguarán, quien en dos rápidas jugadas anotó a los ocho y a los 34 minutos del primer tiempo. Para completar la debacle guaraní, el propio Iguarán marcó el tercero, a los cinco minutos del segundo tiempo.

A estas alturas del torneo, mientras Argentina sufría para clasificar ante Perú y Ecuador, y Brasil caía humillado 4 a 0 ante Chile, la pandilla de Carlos el Pibe Valderrama comenzaba a robarse la sensación del público. Tal como había ocurrido en el torneo Suramericano Juvenil de 1985, Colombia se convirtió en el gran favorito. Y tal como ocurrió en aquel torneo, dos gruesos errores del novel arquero René Higuita le impidieron a Colombia ir a la final.

En efecto, en la semifinal se enfrentaron Colombia y Chile, el equipo que había dado el batatazo en el torneo al vencer a Chile 4 a 0. A diferencia de Colombia, Chile era un equipo áspero pero que contaba con dos delanteros letales: Juan Carlos Letelier e Ivo Basay.

A diferencia de los dos partidos anteriores, Colombia no pudo mostrar su magia. Fue un juego tenso, que se fue a extra tiempo y que Colombia pudo resolver a su favor, pues gracias a un penal que convirtió Bernardo Redín se fue al frente en el minuto 103. Pero muy rápidamente Chile empató por intermedio de su capitán, Fernando Astengo y se fue en ventaja con un gol de Vera. Ambos capitalizaron dos errores de Higuita.
Al final Chile impuso la mayor experiencia de sus jugadores y se quedó con el cupo a la final. Colombia era mejor, pero no había podido demostrarlo.

Pero el equipo que mejor juego mostró en el campeonato no podía irse de Argentina con la tristeza de una derrota en un juego que habría podido haber ganado. En el partido por el tercer lugar, en el estadio Monumental, se enfrentó a Argentina, en una mañana de invierno porteño enmarcada por una bruma que, en condiciones normales, habría obligado a cancelar el juego. Cosa que no se hizo por razones comerciales relacionadas con la transmisión de televisión. Transmisión que nadie vio porque, cuando promediaba el segundo tiempo, era imposible seguir el juego.

Como había ocurrido ante Paraguay, dos rápidos goles de Gabriel Jaime ‘Barrabás’ Gómez y Juan Jairo Galeano (‘el andino de oro’) le facilitaron a Colombia el control del partido ante una Argentina que no se reponía de haber perdido en casa 1 a 0 con Uruguay. Claudio Paul Canniggia descontó en el segundo tiempo, en una jugada que sólo vieron los jugadores y el árbitro.

Al terminar el torneo, Colombia se fue con la tristeza de no haber podido rubricar con un título la mejor actuación de su historia en la Copa América, pero con la satisfacción de haber contado con el goleador del torneo, Arnoldo Iguarán, y la figura del torneo, Carlos el ‘Pibe’ Valderrama, distinción que refrendó al terminar aquel año cuando, en la encuesta que organiza el diario El País, de Montevideo, fue elegido como el mejor futbolista de América en 1987.