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Hernando Gómez Bustamante, alias 'Rasguño', extraditado en las últimas horas hacia E.U. para ser juzgado por narcotráfico. Fotos: Guillermo Torres- SEMANA.

Confesiones de un capo

"A Alvaro Gómez Hurtado lo mató la mafia para hacerle un favor a los políticos": Rasguño

El narcotraficante Hernando Gómez Bustamante, extraditado este jueves, promete prender el ventidador en EU, dice que hablará sobre los políticos vinculados con la mafia y salpica hasta a Diego Armando Maradona.

Gloria Congote
10 de julio de 2007

En un operativo de seguridad como de película, el capo de la mafia Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’, fue extraditado a los Estados Unidos en donde lo esperan una corte federal y un buen número de trabajadores que serán testigos en su contra en proceso por el negocio al que le dedicó toda su vida: el narcotráfico. Antes de su salida de la cárcel de Cómbita, en donde permaneció recluido cinco meses, habló con SEMANA.com.

Arrancó la entrevista diciendo que en la mafia hay muchos mitos, mentiras y verdades. Y él sabe por qué lo dice. Vivió en ese mundo toda la vida. A los 17 años ya tenía su primer ¨patrón¨ y aunque nació en la población de El Águila, hace 48 años, se convirtió en un hombre peligroso y temido en Cartago, norte del Valle del Cauca.

Acorralado por las autoridades cubanas quienes lo detuvieron en el 2004 en la isla, buscó a través de su familia la ayuda del Premio Nóbel, Gabriel García Márquez, del astro argentino del fútbol, Diego Armando Maradona, y de líderes del ELN y del narcotráfico, para buscar su deportación a Colombia y su extradición a los Estados Unidos. Ambas cosas las logró. Llegó al país en febrero pasado y bajo la amenaza de que iba a ser asesinado en la cárcel por sus enemigos, renunció a los términos legales que culminaron con su extradición relámpago. “Rasguño” dice que no le teme al juicio ni a lo que digan de él sus hombres de confianza extraditados. “A ellos les he mandado a decir que hablen de mí todo lo que quieran porque voy dispuesto a contar la verdad a la justicia estadounidense con la que pretendo llegar a un buen arreglo”.

SEMANA: ¿Está usted a punto de abordar el avión de la DEA.
Hernando Gómez: Sí. Me voy a ir tranquilo y contento porque de todos mis amigos el único vivo soy yo. Entonces hay que pensar que dentro de todo lo malo algo bueno tenía que pasar.

S: Es recurrente que los narcotraficantes digan que están arrepentidos. ¿Usted va a decir lo mismo?
H.G.: Yo me arrepiento por todos los problemas que mi familia ha pagado. Ha sido un costo horrible. Yo quiero salir cuanto antes del país y no quiero volver, ni siquiera a Cartago. Yo sabré como afronto ante la justicia norteamericana los errores que cometí. Pero voy a buscar un arreglo por encima de todo. Es muy difícil por el perfil que tengo, pero lo voy a buscar.

S: Respeto lo de su familia, pero al país le causó un daño irreparable...
H.G.: Yo soy consciente de que al Valle lo acabamos. En el momento en que tuvimos que escondernos, todos esos grupitos delincuenciales quedaron sin Dios ni ley y acabaron con todo en Cali y en el Valle.

S: ¿A usted hay que tenerle miedo o respeto?
H.G.: A nosotros nunca nos han tenido respeto, sino mucho miedo.

S: Lo dice como si se sintiera orgulloso...
H.G.: No. Me hace sentir muy mal. En el narcotráfico llega un momento en el que uno tiene que seguir y seguir o sino se muere. Cuando uno esta empezando de pronto se puede decir no más. Pero cuando uno llega a esa pirámide tan alta, que lo endiosan a uno, lo vuelven un ídolo de barro.

El asesinato de Gómez Hurtado

Gómez Bustamante es un hombre de mediana estatura y robusto. Cuando habla da la impresión de ser un caballero. Conversa despacio, en voz baja, no hace gestos ni mueve las manos pero ríe cada vez que se le hace una pregunta comprometedora.

S: ¿Quién es para usted el capo de capos?
H.G.: Había dos hombres quienes eran los grandes. Uno, Olmedo Ocampo quien murió de un infarto el año pasado. Un gran amigo mío. Y don Antonio Correa quien llegó a manejar este país. Cuando nosotros estábamos comenzando en el negocio él era el gran capo de Colombia y murió el año pasado ya de viejito. Actualmente no hay un capo de capos.

S: Pero Orlando Henao, el cuñado de Iván Urdinola, fue quizá el hombre más rico y poderoso de la historia del narcotráfico hasta que lo mataron en la cárcel Modelo en el 99...
H.G.: Era mi mejor amigo. Había sido policía. El también era de El Águila. Nosotros empezamos juntos, pero él me llevaba a mí como unos cinco años. Orlando vivía entre Bogotá y Cali. Era al único hombre al que le temían Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela.
S: ¿Él era el famoso y temido ‘Hombre del Overol’?
H.G.: Así es.

S: ¿Fue él quién asesinó al candidato presidencial Álvaro Gómez Hurtado?
H.G.: (Ríe). No me haga hablar de eso. Cuando esté en Estados Unidos voy a ayudar a esclarecer el magnicidio.

S: Se sabe que el ex ministro Fernando Botero le ha contado a la Fiscalía algunos detalles sobre el crimen de Gómez Hurtado...
H.G.: Si Botero llegara a decir quiénes fueron yo corroboraría o desmentiría lo que él diga. Yo sé la verdad.

S: ¿Y por qué la calla?
H.G.: Es un tema muy espinoso. Complicado y delicado para mi familia.

S: ¿Pero fue una muerte política o fue la mafia?
H.G.: Eso fue una revoltura.

S: ¿Como así?
H.G.: (Ríe). Lo único que le puedo decir es que fue un amigo cercano que se creía un político importante y quiso con eso tenderle un manto al proceso 8.000 para ayudarle a algunos políticos comprometidos en el escándalo. Yo siempre sostuve que eso fue un error. El país perdió demasiado.

S: ¿Cuánto se pagó por el crimen?
H.G: Yo no voy a contestar eso. Mire, yo tengo dos hijas, 10 hermanos y 28 sobrinos y no les quiero complicar más la vida. Perdone pero no le puedo hablar más de eso. Todo lo contaré en Estados Unidos.

S: ¿Y de qué le va a servir a la justicia norteamericana lo que usted cuente?
H.G.: Ellos lo tendrán que evaluar en su momento porque no sé qué van a preguntar.

S: ¿Usted les va a ratificar lo que ha dicho sobre su financiación a la campaña de Ernesto Samper?
H.G.: Tengo que hacerlo o sino me van a masacrar con años. Y los trabajadores míos van a contar lo que me vieron hacer y lo que yo hice.

S: ¿Al fin de cuánto fue su aporte?
H.G.: En esa época fueron unos dos mil millones de pesos que dimos en Cartago.

S: ¿Por qué creerle a usted si siempre ha sido un delincuente?
H.G.: Lastimosamente la historia mala de este país se está contando desde las cárceles por personas como yo al margen de la ley. Yo nunca pensé que al contar esto, un tema tan trillado desde hace 15 años, fuera a levantar ampolla y le dieran un manejo político a ese tema.

S: Es que es muy distinto que lo diga alguien de la campaña o un fiscal, a que lo asegure un narcotraficante de su talla. Ni siquiera los hermanos Rodríguez Orejuela lo han querido reconocer...
H.G.: Esa pudo haber sido mi gran equivocación. Uno comete muchos errores en estas entrevistas.

S: Usted también dijo que los jefes de las AUC recluidos en la cárcel de Itaguí continúan traficando...
H.G.: Ustedes también lo han denunciado. Pero no me haga decirlo a mí porque eso es poner en peligro a mucha gente. Es mejor no hablar nada de eso.

S: ¿La persona que está en Itaguí y que se quedó con su dinero es ‘Macaco’?
H.G.: (Ríe). Usted lo ha dicho, no yo.

S: ¿Qué tal son sus relaciones con el jefe de las AUC, Adolfo Paz, ‘Don Berna’?
H.G.: Siguen siendo muy buenas. Yo con Berna tengo constantemente comunicación. Él intercedió para que no me mataran en esta cárcel.

S: ¿Y quién de los que está en Itaguí quería matarlo?
H.G.: Una persona muy allegada a todos nosotros que se volvió mi enemigo por quedarse con la zona de Cartago.

S: ¿Macaco?
H.G.: (Ríe).

S: ¿A propósito, usted por qué no se hizo pasar como paramilitar para acogerse a la Ley de justicia y paz como hicieron muchos?
H.G.: En una reunión que hicimos el doctor Gabriel Puerta, Danilo González y varios narcos del Valle con Carlos Castaño, nos pidió que nos metiéramos a las AUC. Pero cuando salimos el doctor Puerta dijo una frase lapidaria y salomónica: ¨Como narcos tenemos una ventana, como paranarcos tenemos asegurado un calabozo en Europa¨. Y así va a ser con la Corte Penal internacional.

S: ¿A cuántos años cree que lo van a condenar en Estados Unidos?
H.G.: 20 o 25 años. (Ríe)

S: ¿Y eso le causa risa?
H.G.: Vea, yo tengo varios empleados míos detenidos en Estados Unidos y ellos están buscando acuerdos, entre ellos Johny Cano. Pero aún no se los han aceptado por el perfil violento y porque trataron de colarse como paras.

S: Usted dice que va a hablar de ellos, pero en una entrevista con SEMANA hace unos tres años usted sostuvo que no era un sapo...
H.G.: Cuando estamos libres nos volvemos inmortales y desde el año 99 sostuve que jamás iba a decir nada de nadie. Pero hoy en día si uno se pone a ver yo tengo muchos testigos contra mí en Estados Unidos y van a aparecer más que le cambian a uno el pensamiento. Por eso yo voy a hacer un arreglo buscando el menor daño posible así me toque pagar muchos años de cárcel.

S: ¿Cómo hizo usted para tener durante 30 años tanto poder en Cartago?
H.G.: Yo trataba de no salir de mi pueblo. En el 92 me fui como cinco años para la costa pero regresé y nunca volví a salir. Yo me creía inmortal. Siempre pensé que no me iba a pasar nada.

S: Sin embargo, usted en una ocasión vio la muerte a su lado cuando se le escapó a la Dijin en las afueras de Bogotá...
H.G.: Si, me asusté mucho. Nunca supe si me iban a matar o me iban a capturar.

S: ¿Usted estaba con Daniel ‘El Loco’ Barrera?
H.G.: Sí, yo estaba en Chía. Yo no conocía bien Bogotá y fui a ver una mujercita que por eso morimos todos. Con ‘El Loco’ Barrera he tenido negocios toda la vida y me invitó a conocer unas bestias. Cuando estaba en Centro Chía vi unos carros raros y yo andaba en una camioneta blindada y le dije a mis hombres: ¡Mosca con esos carros!. Eran siete. ‘El Loco’ me dijo que me fuera para su finca. Fue una persecución terrible. Cuando llegamos yo me tiré de la camioneta y él me tiró un fusil. Un tipo muy alto me encañonó y me dijo: “soltá la pistola maricón”. Yo le dije “soltala vos h.p.” y en medio de la insultada se descuidó y me tiré a una zanja. De ahí salí a las ocho de la noche con la ayuda de un campesino a quien después le pagué una deudita hipotecaria que tenía. Ese día fue cuando capturan a Johny Cano, a Orlando Sabogal y a Jaime Maya. Todos están en Estados Unidos.

S: ¿Y cómo logró burlar tantos años a la justicia colombiana?
H.G.: Todo eso se hace con billete. Esa parte de corrupción la tenemos todos. Mis abogados me manejaban lo de los fiscales y otros la Fuerza Pública.

S: ¿Y cómo logra llegar a Cuba?
H.G.: Yo iba para Cuba a un chequeo de un problema que tengo en la columna y después iba para Europa a las olimpíadas. Primero, viajo de Caracas a Cozumel, México, el 30 de enero en un avión privado que alquilo y entro con un pasaporte falso y de ahí paso a Cancún en transbordadores. Luego voy al D.F. y saco otro pasaporte porque con el que tenía ya había viajado mucho.

S: ¿Es que ustedes compran pasaportes por docenas?
H.G.: Yo sacaba muy fácil varios pasaportes en México. Uno los compra en el D.F. a 500 dólares cada uno. Es muy similar a nuestro país en donde todo se compra. Me quedo dos meses en México porque sé que la guerra entre Diego (Montoya) y Varela (Wilber) está muy candente. Luego vuelo a Argentina y ahí me quedo dos meses y paso a Brasil y me quedo otros dos meses. Y soy muy imprudente. Me fui a ver al Cali que jugaba en Bello Horizonte y en esas me encuentro con el equipo y hay un jugador de Cartago que me reconoce y se viene emocionado a saludarme. Entonces me asaré mucho y volé a México de nuevo en donde me quedo dos meses más. Saqué otro pasaporte y me fui para Venezuela y decidí ir al chequeo a Cuba porque venía muy enfermo. En Caracas di dos mil dólares en inmigración para ir a la fija. Pero dentro del avión de Aeropostal se me alborotó la arrogancia y me dio por pelear porque no me dejaban ir en clase ejecutiva. La azafata me dijo que en el gobierno de Chávez todos eran iguales. Ahí me pusieron el ojo y ya en Cuba me estaban esperando por problemático.

S: Y porque ingresaba con pasaporte falso...
H.G.: No, paradójicamente yo viajé como Hernando Gómez. Ahí investigaron quién era y siete días después decidí contar la verdad.

S: ¿Usted dice que lo maltrataron?
H.G.: Fue todo el tiempo. Me cogió la seguridad del Estado que es la seguridad de Fidel Castro y me empiezan a presionar para que hable en contra de los paras y de Álvaro Uribe con la amenaza de condenarme por narcotráfico. Estuve en un calabozo sin sol y Natalia, mi mujer, iba con la niña que tiene 30 meses y no me la dejaban cargar y ahí me estaba volviendo loco. Me daba contra las paredes hasta sangrar y me estaban enloqueciendo con música todo el día a todo volumen de Silvio Rodríguez. Luego me dijeron que iba para Colombia.

S: ¿Cómo logró usted que lo deportaran?
H.G.: Colombia me pidió en extradición 11 veces y nunca le contestaron. Mi familia ya desesperada buscó a Gabriel García Márquez. Ellos le explicarán lo del Nóbel. También me ayudó Varela (Wilber). Me colaboró mucho mandando gente de la izquierda a ver que podían hacer por mí en Cuba. Y hablaron constantemente con la gente del ELN, siempre por razones humanitarias. También se buscó a Diego Armando Maradona a quien le dimos 50 mil dólares, pero se voló con la plata.

S: Según sus relatos, ustedes todo lo arreglan con plata. ¿En cuánto calcula la fortuna que hizo como narcotraficante?
H.G.: (Ríe)

S: ¿Qué fue lo más excéntrico que usted se llegó a comprar?
H.G.: Un caballo que me costó un millón de dólares y se me murió de un cólico a la semana. El automóvil Ferrari que jamás manejé y un cuadro del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens que compré en 1991 por siete millones de dólares. Ambos se los entregué a la justicia. También le entregué mi tesoro más preciado: un fusil con baño de oro que me dio Amado Carrillo (cartel de Juárez). Cuando iba a México, siempre me mantenía con él.

S: ¿Siempre hizo sus negocios de coca Amado Carrillo, alias ‘El Señor de los Cielos’?
H.G.: Siempre, hasta que murió. Él era el más grande en México. Después de su muerte estuve con su hermano Vicente, con ‘El Mayo’, (Ismael Zambada García) con don Juan, ‘El Azul’, del cartel de Sinaloa (Juan José Esparragoza) y con Joaquín, ‘El Chapo’ Guzmán.

S: Mejor dicho, con los capos más duros de México...
H.G.: Yo he hecho negocios con ellos desde hace muchos años.

S: ¿Usted estaría dispuesto a atestiguar contra ellos en Estados Unidos?
H.G.: Los americanos el cuento del narcotráfico se lo saben de memoria. En estos momentos hay mexicanos extraditados que ya han hablado de mí, como Osiel Cárdenas Guillén (cartel del Golfo) por ejemplo o al que le decían ‘Metro’, que era el secretario de Amado, yo siempre me entendía con él en los negocios. Entonces por inercia si yo no hablo de ellos me voy a podrir en la cárcel.

S: ¿Cómo cree usted que se puede acabar con el narcotráfico en Colombia?
H.G.: Hay que sentar a todo el mundo a hablar. A la izquierda, a las AUC y a los narcos. Yo no veo otra salida. A punta de extradiciones y de guerra jamás se va a lograr.

S: ¿Cuál cree usted que es el futuro de Diego Montoya y de Wilber Varela?
H.G.: Cuando uno tiene sobre su cabeza una recompensa de cinco millones de dólares, uno no puede tener un amigo que tenga menos de esa plata porque o sino está pensando todo el tiempo como lo entrega. Ellos van a terminar muertos o capturados.