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¿A quién se le cobran los muertos del sida?

Las cifras en Colombia ocultan la realidad. Hace algunos años hubo proyecciones que estimaban que entre 250.000 y 450.000 personas pudieran estar infectadas.

Manuel Velandia,Pionero de los programas de prevención del sida en Colombia y América Latina. Director de la Fundación Apoyémonos.
1 de diciembre de 2006

Uno de mis mejores amigos acaba de morir a causa del sida, por supuesto no es la única persona a quien la pésima calidad de la atención en las instituciones de salud (EPS y algunas Empresas Sociales del Estado) le violan sus derechos, incluyendo el más fundamental de todos, el derecho a la vida.
 
Murió luego de múltiples tutelas, siete en total, de dos cambios de EPS, de muchos médicos formulándole medicamentos que se demoraban meses en entregarle o que recibía intermitentemente, unos meses sí, otros no; algunas veces completos, otros con uno o dos sin entregar, sin posibilidad de nutricionales especializados. Es evidente que lo estaban condenando a muerte, ¡Lo lograron!

No olvidemos que las personas que no toman en las cantidades necesarias y a tiempo los medicamentos inhibidores del virus, suelen volverse resistentes a los mismos y entonces de nada sirve entregar medicamentos si son incompletos. Este tipo de atención con entrega entrecortado de medicamentos no es inversión en salud, es gasto, dinero perdido totalmente, pero en Colombia a nadie se ha condenado por malversación de fondos, por gastar para matar. Cabría preguntarse a cuántas personas han asesinado , las instituciones de salud, de esta manera lenta y tortuosa.

¿Cuántas personas han muerto a causa del sida en Colombia, cuántas de esas murieron por negligencia oficial, cuántas viven con el virus que lo causa, cuántas ya están afectados por los síntomas? Las cifras en Colombia ocultan la realidad, dejan mucho que desear; hace algunos años hubo proyecciones que estimaban que entre 250.000 y 450.000 personas pudieran estar infectadas.

Este año las cifras oficiales han bajado. El ministerio de la Protección social considera que 171.504 colombianos podrían estar infectados con el virus. Un número mucho mayor que el de los casos reportados y diagnosticados que solo llegan a 52.186 en el país.
120.000 personas viven con el VIH y no lo saben! Pero nadie los motiva para que se enteren y de nada sirve que lo hagan, si igualmente son muchos a los que nos los atienden y otros muchos más a quienes no les dan la atención integral que requieren.
Indiferencia social: un propósito estatal

Podríamos interrogarnos sobre a quién culpar porque no hay la permanente difusión sobre el tema que se hace necesaria. El gobierno colombiano asiste a foros internacionales y se compromete con acciones que no cumple. El Ministro de la Protección estuvo en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en New York en Junio de este año y mostró los grandes logros realizados en nuestro país, olvidó un pequeño detalle, decir que la gran mayoría de lo alcanzado se debe a la cooperación internacional de las agencias que conforman el ONUSIDA, contar que no hay presupuesto suficiente, que éste tan solo cubre un mínimo de la inversión que realmente se requiere, que es un paño de agua tibia para una enfermedad social que necesita un tratamiento más especializado.

Esta es también la razón por la que no vemos anuncios en la TV o la prensa escrita, ni cuñas en la radio. El Ministerio se queja de que la Comisión Nacional de Televisión no da los códigos cívicos para pasar los anuncios así sea en horas de la noche en que los celadores son los únicos que se pegan a una programación que nadie quiere ver, pero olvida decir que dicha comisión le hace censura moralista a los anuncios, en un tema en el que se hace necesario hablar a calzón quitado.

Es evidente que el único responsable no es el Estado, cada uno de nosotros debe responsabilizarse por su propio cuidado… No es que tengamos que dejar de tener relaciones sexuales; nadie quiere abandonar lo que le produce placer, alegría y le ayuda a olvidarse de la guerra en la que estamos, pero si es conveniente utilizar nuestra emocionalidad de una manera mas inteligente para vivir nuestra sexualidad.

Héroes anónimos
 
“Es muy importante que el tema deje de ser un tabú, que se hable abiertamente, de los métodos de protección, de los riesgos y de la importancia de la detección temprana de la enfermedad. Sólo así se puede frenar que el virus crezca exponencialmente”, dice Luque, de la oficina de Salud Pública del Ministerio de Protección Social, a quien habría que darle el Premio nacional de la perseverancia, porque no podemos negar que algo se ha hecho a pesar del Ministro.

Durante años Luque manejó simultáneamente, hasta hace unos meses, muchos problemas de salud, entre ellos el sida; Ahora, por fin, con la posibilidad de estar algo mas centrado en este tema, debemos reconocer que él necesariamente tiene el don de la ubicuidad y el poder de la palabra, porque sin presupuesto adecuado lo único que le ha quedado por hacer es echar “carreta”, hacer gala de su interés social, humano y particular para dar la cara a nombre de una institución que ni siquiera en el Día mundial del sida tiene los centavos suficientes y necesarios para aparentar que por algunos muertos menos bien vale la pena invertir.

Un reconocimiento

Mi más profunda admiración y respeto por aquellos que a pesar de la adversidad que significa la permanente violación de sus derechos siguen cuidándose y enseñándonos que la vida vale la pena vivirla, a aquellos que desde su dolor sacan fuerzas para apoyar a otros y hacer de su vida y situación de salud un testimonio, a aquellas que se han abanderado del tema de las mujeres haciendo público aquello que muchos temen mostrar, a quienes murieron a pesar de su interés por luchar y a los miles de hombres y mujeres anónimos de quienes nadie se acuerda sino en la conmemoración de este día.

Un abrazo solidario de acompañamiento a Mario, quien aprendió a vivir como si tuviera sida para acompañar a un amigo, un amante, un compañero que partió de este mundo a pesar de no querer hacerlo porque su vida no dependía de él sino de una institución que no hizo lo que su responsabilidad ética y social le dictaba para atenderlo.