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En Colombia pocos estudiantes tienen acceso a un computador. De cada 40 estudiantes sólo uno usa un PC para sus clases. Fotos: Juan Carlos Sierra

TECNOLOGÍA

Adiós a los libros, a los útiles escolares, a la tiza y al tablero: bienvenido el ‘classmate’

“El salón del futuro” ya está aquí. Las nuevas tecnologías revolucionan los métodos de enseñanza. Atrás van quedando el tablero y la tiza. Sin embargo, las transformaciones merecen ser observadas sin dejarse obnubilar. ¿Por qué?

11 de septiembre de 2007

Hace unos años, los salones estaban dotados de tableros verdes en los cuales el profesor escribía con tiza de colores. Los pupitres constaban de mesas, para dos personas, y taburetes de madera. En un rincón, se encontraban unas carteleras grandes colgadas de una puntilla clavada a la pared. Las carteleras tenían estampados los mapas y dibujos para la clase de geografía y ciencias naturales.

Aprender a leer y a escribir era lo primero, luego vendrían las tablas de multiplicar y el complejo mundo de las matemáticas. El número de “cartillas” (libros para el aprendizaje) y cuadernos, aumentaba con la cantidad de materias que empezaban a configurar el inexplorado mundo.

El profesor “dictaba” la clase en un tono de voz que lograba captar la atención de los asistentes y la lección debía aprenderse de memoria. El método tradicional de enseñanza se valía de la oralidad y la esquematización. Para algunos “pasar al tablero” generaba un pánico que podía provocar incontinencia. En el ambiente se respiraba un aire de solemnidad.

Con el tiempo la experiencia de aprender se ha transformado a la par con los métodos de enseñanza. De la misma manera los útiles, los espacios y las relaciones. La era digital plantea nuevos retos para el aprendizaje y las teorías educativas. La figura del profesor, como poseedor de la verdad se transforma en la del tutor que ayuda a construir el conocimiento. Se pretende que los alumnos tengan más independencia y que a partir de sus necesidades y gustos se de el proceso de enseñanza.

¿Hacia dónde va la educación? ¿Cómo será un salón de clases? ¿Qué contenidos se incluirán en los nuevos currículos? Son algunas de las preguntas que genera el nuevo escenario.

La semana pasada Microsoft e Intel presentaron en el Gimnasio Moderno lo que sería el “salón del futuro”: un aula de clases donde el estudiante no necesita libros ni útiles escolares, sino un computador personal portátil: el classmate. El aparato es semejante a uno convencional en sus funciones, pero su diseño es más pequeño y liviano. Además está acondicionado para resistir los impactos por caídas.

En lugar de tablero para escribir hay un computador conectado a un proyector video beam con el cual el profesor encargado de hacer la demostración de cómo sería una clase en un futuro próximo, da las indicaciones para utilizar los equipos que están dotados de varios programas para el aprendizaje: calculadoras; enciclopedias que incluyen mapas, videos y animaciones para todas las materias; y componentes para que puedan hacer tareas de cualquier área.

Mientras el profesor hace la presentación, Felipe Latorre, un niño de 11 años, que cursa quinto de primaria, explora las herramientas del pequeño computador con una habilidad innata. Hace dibujos en una hoja, que después pueden “guardarse” en el classmate: “Está muy chévere, muy divertido”, dice.

La presentación de Microsoft e Intel es parte de la estrategia que busca llevar la tecnología a las aulas. Además está acompañada del convenio ‘Entre Pares’, que firmó la multinacional con el Ministerio de Educación, consistente en capacitar docentes en conocimientos de tecnologías de la información, para que puedan trasmitirlos a sus alumnos. “El principal reto, antes que vender un producto, es incentivar el cambio en los modelos pedagógicos”, indicó Pedro Julio Uribe, gerente de General de Microsoft Colombia.

Este modelo de aula eliminaría las “salas de informática” a la que los alumnos asisten para aprender de computadores. Cada alumno tendría su equipo portátil que estaría conectado al del profesor, que tendría la función de “servidor”, para guiar la clase. Asimismo, la relación entre profesores y alumnos ya no sería vertical sino horizontal. Es decir, el profesor ya no “dictaría” la clase, sino que la acompañaría, por eso ya se les llama “facilitadores” o “coachs”.

La transformación del modelo de enseñanza plantea la discusión sobre la relación alumno-estudiante. Hay críticos que cuestionan la falta de cercanía que puede generar esta metodología que surge en el mismo contexto del e-learning, un modelo de educación virtual basado un conjunto de herramientas de comunicación, multimedia y la Internet, principalmente.

El profesor del área de matemáticas y física del Gimnasio Moderno, Israel Molina advierte que estos avances son importantes pero que no se puede descuidar la relación social: “ Si bien hay qué echar mano de la tecnología, esta propicia el individualismo, porque todo es cada vez más personalizado. Aunque la tecnología contribuye a la formación intelectual, la parte social va quedando relegada al último plano”. El docente, según él, es irremplazable y su presencia juega un papel importante en el proceso educativo, no sólo como tutor académico sino como quien propicia una sana forma de relacionarse.

Otro tema que entra en discusión es el uso del lápiz y el papel para hacer ejercicios que desarrollen la lógica sin la ayuda de las calculadoras. Molina plantea que no es posible abandonar todo a las herramientas porque los alumnos necesitan desarrollar el razonamiento.

Es evidente que poco a poco queda atrás el tablero y la tiza. La lección de memoria ya no es un elemento constitutivo del aprendizaje, y la tendencia es la personalización de la educación que se centra en el estudiante. Sin embargo, no hay que perder de vista que el “salón del futuro”, es un conjunto de herramientas que, aunque facilitan el proceso de aprendizaje, no garantizan su calidad. “Hay que tomar un mínimo de distancia con la tecnología, porque existe el riesgo de dejarse impresionar sin comprender que en sí misma es un medio y no un fin”, concluyó Molina.