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Crónica 4

“Aprendí a abrir la puerta de mi pasado”

Popayán, dic. 23 (Colprensa).- Mi vida desde que nací fue una pesadilla. A los dos años perdí a mi madre. Un día ella salió a buscar el sustento para sus siete hijos y se encontró con la muerte, porque su mejor amiga le dio una taza de café con veneno.

Superada*
25 de abril de 2007


Mi mamá llegó a la casa donde vivía mi tío. Estaba echando babaza y alcanzó a decir: “Elvira me mató con un café frío”. Mi madre estaba embarazada.

Quedamos solos con mi papá. Mis hermanos grandecitos nos ayudaron a salir adelante, para seguir luchando con mi vida, que fue muy dura, llena de obstáculos. Cuando tuve mis hijos no quería que ellos sufrieran lo que yo sufrí.

Decidí salir del Putumayo, donde siempre había vivido, para buscar progreso para mis hijos y gracias a Dios me fue muy bien. Conseguí muy buenos trabajos con Ecopetrol, trabajaba con dignidad y la honradez como me enseñó mi padre.

Como yo sola no quería luchar, trabajé por 40 familias llenas de hijos. Llegamos a una invasión con esas 40 familias y luché con todas las fuerzas que mi Dios me dio. Tuve problemas con el Ejército, la Policía y el Alcalde. Fui la mujer más feliz del mundo cuando vi a esas familias con techo. Mi barrio se llama Villa del Río, pero como todo no es felicidad, allí empezó mi pesadilla.

El 27 de febrero de 2001 llegaron unos hombres armados, tocaron a la puerta y me decían: “No que sos muy guapa, sacá la cabeza para volártela lejos”. Yo sentí morir, lo único que hice fue coger mis hijos, abrazarlos duro y pedirle a Dios que me protegiera, sin saber por qué era eso.

Al otro día sentí miedo al abrir la puerta, pero me decía que si “nada debo, nada temo”. Volvió el anochecer y otra vez llegaron, se sentía un ruido raro como que cargaban las armas, me dio mucho miedo y salí por detrás de la casa con mis hijos. A 10 metros aproximadamente había una montaña y allí me escondí, me tapé con ellos, encontré monte. A Mauricio, que tenía 6 años, le tuve que tapar la respiración. Me tocó sostener la respiración cuando iban a llegar esos hombres al puesto donde estábamos, nos pasaron muy cerca y no nos encontraron, entonces llegamos nuevamente a mi casa, me sentía muy mal, pensaba que ahí se acababan mis sueños, el deseo de ver a mis hijos grandes.

Al siguiente día la Policía cogió a Fabián, mi esposo, lo amarraron al sol y al agua, lo tuvieron tres días. Cuando lo iba a ver, ellos me maltrataban, entonces decidí buscar ayuda con la gente que me conocía y lo soltaron.

Pasó un día y él se fue a lavar el carro, eran como las 10 de la mañana, yo le iba a dejar el desayuno cuando bajaba un carro del Ejército y vi que sacaron las armas y le iban a disparar por la espalda, entonces pegué un grito y solté el desayuno. Por el grito y el sonido de los platos, ellos se asustaron y se fueron. Yo me fui detrás y llegué al batallón y les pregunté, “por qué lo iban a matar, asesinos, es que ustedes no tienen hijos, animales malditos”. Entonces me contestó el comandante: Señora váyase o no sabe lo que le va a pasar, y me fui llorando.

Cansada de tanta violencia, una madrugada salimos dejando todo, mi trabajo, mi casa, mi futuro y mis sueños, llegué a la población de Taminango a volver a empezar. Me tocó trabajar muy duro como un hombre macho.

Gracias a Dios eduqué a mis cuatro hijos, aunque solo el bachillerato porque no tuve para más. Mis hijos fueron inteligentes, se superaron con muchos sufrimientos, ahora son personas de bien, nos dan ejemplo y estoy muy feliz. Me siento muy contenta y muy orgullosa de ellos, son mi felicidad.

Hoy soy zapatera, con la ayuda y la Solidaridad Internacional europea. Un día llegaron a visitarme, me cogieron con un proyecto de una máquina zapatera, materiales, cariño y seguridad para seguir adelante. Estoy feliz en Popayán y cada día me capacito más, aprendiendo cosas que nunca hemos soñado, siento algo que nunca olvidaré.

He aprendido a abrir la puerta de mi pasado sintiendo un fresco en mi corazón.

* Los nombres han sido cambiados por petición de los autores alegando protección