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Bachelet vista desde Colombia

Alfredo Múnera analiza las implicaciones de los recientes resultados electorales de Chile para Colombia.

Alfredo Múnera
20 de enero de 2006

unas políticas estructurales de los últimos 15 años. Las decisiones probadas en el país del sur se han transplantado a Colombia en campos tan fundamentales como el manejo macroeconómico del endeudamiento externo, la privatización de servicios públicos y grandes obras de infraestructura, la reforma pensional y la apertura comercial. Segundo, porque Chile representa la esperanza suramericana de que un país de ingreso medio, consiga mantener el momentum de dos décadas de crecimiento y acceder al privilegiado grupo de los países ricos desarrollados.

En el ámbito interno, la reafirmación del modelo económico seguirá en la agenda ejecutiva y legislativa chilena. La Concertación, coalición de izquierda que llevó a Bachelet al poder, tendrá la curiosa responsabilidad de coronar dos décadas hegemónicas que desde la derrota de la dictadura en el plebiscito ha mantenido el modelo económico neoliberal cimentado por Pinochet. En efecto, las campañas de Bachelet y del empresario Piñera en la segunda vuelta, no debatieron el modelo, escasamente se diferenciaron en qué tanto profundizarlo.

El poder de Bachelet será mayor que el de sus predecesores. Si bien existen prevenciones sobre su capacidad para maniobrar en el complejo mundo político, el gobierno Bachelet contará con la mayoría en el Congreso que no tuvieron Aylwin, Frei ni Lagos. Por ello, los próximos cuatro años serán determinantes para que las políticas que ajusten el modelo lo gradúen con honores y se asegure su supervivencia como balanceado paradigma regional.

El primer día de la presidente electa se inició con un desayuno donde se alinearon tareas pendientes del actual mandato con las promesas de la campaña concertacionista. Si se alcanzan los objetivos de generación de empleo mediante la flexibilización del mercado laboral, la reforma pensional y al sistema de salud, la modernización privada de servicios públicos como transporte, administración de cárceles e infraestructura, todos los países no desarrollados tomarán nota.

Particularmente crítica es la corrección del admirado sistema de seguridad social que Colombia copió parcialmente. Se acepta como dato duro que el esquema laboral y de salud chileno no ofrece aún el nivel de empleo equitativo para mujeres y jóvenes, ni la cobertura suficiente y oportuna de las enfermedades que aquejan a los habitantes del país. En el tema pensional, los trabajadores no tienen la certeza del retiro digno prometido por las cuentas de capitalización individual, no obstante la inversión disciplinada durante dos décadas de crecimiento ininterrumpido. La solución, si la hubiera, tendrá la responsabilidad de ofrecer una opción viable para contener la bomba pensional, pasando pruebas como el reajuste de las pensiones más bajas, el desmonte de los privilegios de las fuerzas armadas y la reducción de las comisiones de las administradoras de pensiones.

Dos efectos sobre el juicio histórico a Pinochet también dan un marco futuro al proceso colombiano: la menor polarización de los dos bandos y el incierto objetivo de una ley de

Justicia y Paz

En uno de los debates televisados, el candidato Sebastián Piñera, empresario de centro-derecha coincidió con su contendora socialista en que la presidencia de Pinochet había sido mala para el país. Semejante afirmación de Piñera, en un foro dirigido a atraer votos de la centro-izquierda sin perder los propios, sólo pudo ser posible luego de que el dictador viera cómo a los cargos de violación de derechos humanos se sumaban recientemente los de supuesta corrupción por los saldos encontrados en sus cuentas de Estados Unidos. Lo relevante es que 16 años después de la dictadura, un candidato de la derecha pudo descalificar a Pinochet y todavía sacar el 46.5% de la votación total del país (más de 3 millones de votos), reteniendo a correligionarios que acompañaron al dictador en su gobierno. Mediante la acción judicial, sin conflicto social, Chile se ha reunido finalmente para acusar al General octogenario.

El proceso chileno ha mostrado una faceta de los desafíos que Colombia podría tener en el escenario feliz de una firma de paz. La guerrilla, los paramilitares, los militares y la sociedad en general tendrán que reconstruir las reglas del juego civil, asumiendo que las versiones de perdón, olvido, reconciliación, indulto o amnistía pueden perder efectividad en el tiempo. La prueba es que Pinochet, senador vitalicio protegido por una Constitución diseñada para el gobierno que legitimaría el plebiscito, se enfrenta a la justicia nacional e internacional por hechos delictuosos ocurridos 20 años atrás. No le han protegido las normas de la transición pacífica a la democracia ni la tarea cumplida de implantar un modelo que devolvió la viabilidad al Chile de los 70s.

El nuevo país de " la Bachelet" -al decir local- presenta también una curiosa y coyuntural comparación para la forma de hacer política en Colombia. De un lado, en dirección contraria a la colombiana, el período presidencial no permite reelección inmediata y fue reducido de seis a cuatro años en agosto de 2005. Del otro, Ricardo Lagos deja su cargo con una popularidad alrededor del 70%, equiparable a la de Uribe, quedando regiamente posicionado para regresar en el 2010. Además, los últimos meses allanaron más ese camino, gracias a una participación legal del gobierno en favor abierto y declarado de la candidata oficial, con un Lagos que ajustó día a día la agenda legislativa y ejecutiva para avanzar el discurso concertacionista y acusar las diferencias con la derecha.

La elección de una mujer como Michele Bachelet, resulta imprevista para una sociedad probadamente machista. En los extremos del espectro se encuentra que las mujeres tienen poca presencia en los cargos importantes a nivel empresarial, gremial o político, y las señoras tienden a no participar de las conversaciones de sus maridos en las reuniones sociales. Como primera "presidenta" chilena, Michelle Bachelet presenta un desafío para la tradición femenina colombiana en el poder, notable frente a estándares internacionales, pero todavía en mora de producir una candidata ganadora que amenace con su votación a los presidenciables del momento colombiano.

Finalmente, Colombia tiene una tarea común con Chile en el ámbito latinoamericano. La tripleta México-Colombia-Chile será eje central de los aliados de Estados Unidos en foros multilaterales regionales. La relación comercial y política fuerte, a la que Colombia se sumará con la firma del Tratado de Libre Comercio, servirá de necesario contrapeso a la alianza antiamericana que alimenta Chávez, donde comparten Castro de Cuba, Kirchner de Argentina, Lula del Brasil, Evo de Bolivia y el probable Ollanta Humala del Perú. En el campo bilateral, la tarea de mantener un precario equilibrio con sus vecinos, hará comparables las circunstancias de Colombia con Venezuela, y las de Chile con Bolivia y Argentina en los temas de salida al mar y provisión de gas natural.

Desde Colombia se seguirá con cuidado el protagonismo de Michelle Bachelet y de los cuatro partidos de la Concertación, esperando se marque firmemente el hito al sur de la navegación colombiana y sudamericana en el fin de esta primera década del siglo.