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12 y 13. Nuevos recursos para educación y saneamiento básico

<b>Alejandro Gaviria* comenta:</b>

1 de marzo de 2003

Si la historia de las regalías directas (las que van a los municipios y departamentos productores) ha estado dominada por la corrupción y la violencia, la historia de las regalías indirectas (las que van al Fondo Nacional de Regalías) por el cabildeo y el desperdicio. En teoría, la idea original no parecía descabellada: crear un fondo alimentado con una porción de las rentas petroleras para financiar proyectos regionales prioritarios. Pero en la práctica, la idea resulto un fiasco. El Fondo Nacional de Regalías se convirtió en una piñata donde los mandatarios locales se disputan unas cuantas chucherías que en nada contribuyen al bienestar regional.

A un nivel más general, el Fondo Nacional de Regalías (FNR) no sólo incentiva la dispersión de recursos en un sinnúmero de proyectos de dudoso impacto, sino que propicia una relación paternalista (y, en última instancia, perjudicial) entre las regiones y la Nación. En el esquema propiciado por el FNR, los alcaldes dedican mucho tiempo y esfuerzo a mendigar recursos ante la nación. En lugar de utilizar adecuadamente los recursos disponibles, se opta por tratar de sumar recursos adicionales participando en la piñata que colgó el gobierno en Bogotá. No sólo se estimula el cabildeo, sino que se transmite un mensaje equivocado sobre cuáles son las competencias de la Nación y cuáles las de las regiones.

Por las razones aludidas, la conveniencia de los artículos 12 y 13 del referendo debería dejar pocas dudas. Se elimina la dispersión de recursos (al tiempo que se privilegian dos sectores prioritarios), se acaban los incentivos para el cabildeo inane (al tiempo que se define claramente hasta donde llega la competencia de la Nación), y se garantiza el financiamiento de la Revolución Educativa (al tiempo que sientan las bases para un país más prospero y equitativo).

*Subdirector del Departamento Nacional de Planeación