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Barack Obama inicia el camino para ser el primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca

El carismático senador demócrata creó un ‘comité exploratorio’, el primer paso para formalizar su candidatura a las presidenciales de 2008. Obama parte como uno de los favoritos de su partido, al lado de la ex primera dama Hilarry Clinton.

Santiago Torrado
17 de enero de 2007

Agrandados por su victoria en las legislativas del 7 de noviembre, cuando retomaron el control del Congreso, los demócratas estadounidenses sueñan desde ya con la presidencia en el 2008. Y para muchos, ese sueño se alimenta con la candidatura de Obama, que, con su anuncio del martes, parece un hecho consumado.

Aunque el senador por Illinois dijo que hará pública su decisión definitiva el 10 de febrero, los observadores aseguran que el comité exploratorio sería un formalismo, pues la decisión ya está tomada. En los últimos meses Obama se ha dedicado a reunirse con posibles ‘mecenas’ y a reclutar líderes demócratas para su causa. La larga carrera hacía la Casa Blanca ya empezó. Y Obama, con un padre proveniente de Kenya, un país famoso por sus corredores de largo aliento, es uno de los favoritos. Con apenas 45 años, ha sido calificado de "estrella rock" de la política norteamericana y podría ser el primer presidente de raza negra en su país.

Pero el camino no es nada fácil, pues tendrá que enfrentar duros obstáculos en una agotadora campaña. Para empezar, debe imponerse en las filas de su partido. Las primarias no ocurren en un día sino que se dilatan durante meses y llevan a los aspirantes de estado a estado, donde los apoyos locales son importantes. A medida que un candidato gana o pierde estados clave, su candidatura toma o pierde fuerza. En ese contexto debe pasar por encima de políticos más curtidos como la ex primera dama y actual senadora Hillary Clinton, la gran favorita, o el ex candidato a vicepresidente John Edwards. Pero Obama cuenta con el gran entusiasmo que despierta su candidatura. Comparado frecuentemente con John F. Kennedy, que fue elegido presidente a los 43 años, está en la cresta de la ola.

Aunque apenas lleva dos años como senador, estos le han bastado para forjar una excelente imagen. Es un poderoso orador, inteligente y apasionado y, por si hiciera falta, es bien parecido. Y a diferencia de Hillary, Obama criticó la guerra de Irak desde el comienzo, una gran fortaleza electoral frente a los republicanos. Pero la mejor explicación para su atractivo político radica en su propia historia.

Una historia singular

La vida de Obama es una inspiradora e inusual versión del sueño americano. "En ningún otro país de la tierra mi historia es siquiera posible", aseguró en julio del 2004 durante el famoso discurso de la convención demócrata que lo catapultó a la fama. No le faltaba razón.

Obama personifica la multiculturalidad de Estados Unidos. Sus padres, un emigrante keniano y una mujer blanca de Kansas, se conocieron en Hawai, donde nació Barack. Su padre los dejó para perseguir una beca de economía en Harvard y después regresar solo a Kenia para trabajar con el gobierno.

El segundo matrimonio de su madre, con un administrador de petróleos indonesio, los llevó a vivir en Jakarta cuando tenía 6 años. Allí, el “niño flacuchento con nombre gracioso”, como suele describirse, era un protestante que asistía a una escuela católica en el país musulmán más poblado del mundo.

Después de cuatro años regresó a Honolulu. Allí fue criado por sus abuelos y asistió a la mejor escuela de Hawai. Su padre le escribía regularmente, pero sólo lo visitó en una ocasión. Obama creció como un niño afroamericano en el estado más apartado del país, pero los únicos familiares que conocía eran blancos provenientes del corazón de Norteamérica.

Después de vivir algún tiempo en Los Ángeles, estudió ciencia política en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Embriagado de idealismo político, se dedicó al trabajo comunitario durante varios años en Chicago y después estudió derecho en Harvard. En el campus de Boston adquirió notoriedad pública cuando se convirtió en el primer presidente afroamericano del Harvard Law Review, la prestigiosa revista de derecho.

Precisamente por esa fama se le ofreció el trato editorial para escribir sus memorias, Dreams of my father, en 1995. Se trata de una odisea emocional en busca de sus raíces cuyo clímax se desarrolla en la parte rural de Kenya, de donde era originario su padre. Entre otras curiosidades, en el libro, que escribió cuando aún no era un político, admite haber consumido marihuana y cocaína en su juventud, algo que dado el moralismo del electorado estadounidense se puede volver su talón de Aquiles.

Después de graduarse con honores fue tentado por alguna de las firmas de abogados más opulentas del país. Pero él prefirió convertirse en defensor de los derechos civiles de las minorías en Chicago. Con esa singular biografía, que para algunos es su principal fortaleza, sus vivencias le dan una perspectiva privilegiada sobre los principales retos que afronta la superpotencia mundial, como el problema de la diversidad racial o el fundamentalismo musulmán.

El fenómeno político

La carrera política de Obama comenzó hace diez años, cuando se lanzó como diputado por un distrito del sur de Chicago, que incluía el área del campus de la universidad, pero también algunos de los ghettos más pobres de la ciudad. Allí se distinguió por su defensa de políticas encaminadas hacia una mayor justicia social, que también fueron las banderas de su campaña al Senado.

En las primarias demócratas, que disputó contra otros seis candidatos, capturó más de la mitad de los votos, un presagio de lo que se venía.

En las elecciones del 2 de noviembre de 2004, Obama ganó un asiento en el Senado, donde representa al estado de Illinois y es el tercer afroamericano que ha llegado al exclusivo club. Pero lo que más impresiona es la votación con la que se impuso en las urnas: 70 por ciento de los votos. En ese desastroso año electoral para su partido, que perdió la presidencia, la apabullante victoria de Obama lo posicionó como la estrella ascendente.

Los reporteros que cubrieron su campaña se asombraban de cómo Obama cruzaba las líneas ideológicas, de raza y de clase para seducir a todo tipo de votantes. No sólo entre las minorías, las comunidades negras o los blancos liberales de las ciudades sino también entre los votantes rurales y de los condados predominantemente blancos. De ahí que se diga que es un político liberal capaz de hacer el milagro de incidir tanto en la población negra como en la Norteamérica profunda y conservadora.

El mismo Obama atribuye su facilidad para conectarse con los votantes blancos del campo y de las pequeñas ciudades a que ellos son como sus abuelos. "Sus modales, su sensibilidad, su sentido del bien y el mal... todo es totalmente familiar para mí", aseguró en un reportaje de The New Yorker.

"Su discurso es muy articulado. Se puede relacionar fácilmente con las personas, en su propio lenguaje, bien sean habitantes de las zonas más pobres del sur de Chicago o académicos del más alto nivel", dijo a SEMANA.COM Salim Muwakkil, columnista del Chicago Tribune que ha cubierto su carrera.

Su trayectoria demuestra que es un liberal progresista, pero ha forjado su reputación por tender puentes con los republicanos, de ahí que le apodaran el 'candidato púrpura' por la mezcla de los colores de los dos partidos tradicionales.

Obama había asegurado que no se lanzaría por la presidencia hasta el 2012, pero el entusiasmo que despertó durante la gira promocional de su segundo libro, The audicity of hope (La audacia de la esperanza), que ha estado durante meses entre los más vendidos, abrió la ventana.

Los más escépticos señalan que le hace falta una mayor trayectoria política y recuerdan que otro afroamericano, el ex secretario de Estado Colin Powell, despertaba en 1995 una euforia similar que nunca lo llevó hasta la Casa Blanca. Pero sus seguidores, que se multiplican cada día, siguen convencidos de que Obama es la carta ganadora.