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Jill Bolte Tylor espera abrir un centro en Indiana para ayudar a los pacientes a tener una vida placentera.

Vida Moderna

Camino al Nirvana

Por un derrame cerebral, la neuróloga Jill Bolte Taylor descubrió la clave de la felicidad. Hoy en día es una de las lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time.

Sandra Janer
27 de junio de 2008

Todos los días la doctora Jill Bolte Taylor recibe más de 100 correos electrónicos de sus seguidores. Algunos son de científicos, otros de personas que como ella han sufrido un derrame cerebral, pero la mayoría son escritos por personas en busca de “iluminación”, especialmente budistas que la consideran una especie de llave para abrir la puerta a una vida sin sufrimientos, de éxtasis. Diariamente 20.000 espectadores ven en Intenet la presentación que hizo en febrero en el Technology, Entertainment, Design conference (TED), un prestigioso foro acerca de innovaciones científicas. Y su reciente libro My Stroke of Insight se ha convertido en una ‘biblia’ para los estudiantes de neurología.

La popularidad de Taylor, que se encuentra en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time, empezó en 1996 cuando a sus 37 años conoció el nirvana. Aunque parezca contradictorio esa es la manera como ella describe la experiencia que vivió durante su derrame. El 10 de diciembre de ese año se despertó con un punzante dolor detrás de su ojo izquierdo. Minutos después empezó a tener problemas con su equilibrio y coordinación y cuando su brazo derecho se paralizó se dio cuenta de la gravedad de su situación. “Cuántos científicos tienen la oportunidad de estudiar el funcionamiento de su propio cerebro y el deterioro de su mente desde adentro. Esto es increíble”, pensó en ese momento”. Quizás esa manera de ver las cosas se debía a que desde muy temprana edad había sentido fascinación por este órgano debido a que su hermano sufría de esquizofrenia. Por eso se convirtió en una neuroanatomista especializada en la investigación del cerebro humano postmortem. Pero tal vez esa visión optimista también se debió a que la invadió una sensación de paz.

“Sentí luz en mi cuerpo y que este no tenía límites. No sabía donde comenzaba o donde terminaba, simplemente yo era enorme como una sola unidad con el universo. Mis recuerdos, mis preocupaciones y mis sueños del futuro se evaporaron y sentí una gran tranquilidad. Fue ese estado de felicidad al que llamo nirvana”, explicó Taylor a SEMANA. El cambio en sus percepciones se debió a que la hemorragia afectó su hemisferio izquierdo, fuente del ego, del análisis y los juicios, el que asocia el presente con el pasado y luego proyecta el resultado en el futuro, donde reside la voz que dice “Yo soy”. “Mi cerebro no era capaz de procesar información acerca del mundo externo. No había esa vocecita crítica e impaciente dentro de mí que siempre había sido muy fuerte”. Pese a lo maravilloso de la experiencia, la doctora Taylor perdió su habilidad para caminar, hablar, leer, escribir o recordar algo de su vida y se convirtió “en una niña en el cuerpo de una mujer”.

Fueron necesarios ocho años de terapia para volver a tener sus capacidades. “Unas llegaron primero que otras. Hablar era mi prioridad y pude lograrlo en los primeros meses. El pensamiento matemático por ejemplo me tomó varios años”. Su mamá fue vital en este proceso y se encargó pacientemente de mostrarle videos en los que Jill daba conferencias para que aprendiera a caminar y hablar en la forma en que solía hacerlo. “Para recobrar la información académica de mi hemisferio izquierdo empecé a trabajar como profesora en un instituto local. Todos los días aprendía la información que tenía que dictar, porque aprender para enseñar es muy distinto a aprender por aprender, uno tiene que conocer los temas minuciosamente para que a los estudiantes les parezcan interesantes”.

Totalmente recuperada y con cientos de seguidores que buscan ayuda espiritual para encontrar el estado de paz que describe en su libro, Taylor asegura que no se trata de una cuestión de fe o religión sino de aprender a no vivir como una persona con un hemisferio izquierdo dominante.“La pequeña vocecita no volvió a tener importancia en mi vida. Aprendí que puedo escoger la manera como miro el mundo, y cuáles circuitos (pensamientos) en mi cerebro pongo a funcionar y cuales no”. Esa es la enseñanza que transmite a sus alumnos en la universidad de Indiana, a sus pacientes y a cualquier persona que “quiera aprender a vivir con menos prisa”, dijo a esta publicación Carol Kennedy, profesora del departamento de Kinesiología de la misma institución .

Taylor explica que el hemisferio izquierdo puede ser domesticado y que por ejemplo cuando siente que se activa el circuito de la rabia piensa en algo placentero. La clave según ella ha estado en dedicarle más tiempo a sus grandes pasiones como tocar guitarra y pintar vitrales, para ejercitar el hemisferio derecho, el del momento presente. Por eso asegura que “el nirvana existe aquí y ahora”.