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La Policía dispuso de cinco escuadrones antidisturbios para controlar a los manifestantes durante la jornada del paro de transportes.

Caos en la ciudad

El paro de transportadores del martes afectó al 80% de los bogotanos pero no consiguió que la alcaldía modificara su plan de retiro de buses.

Élber Gutiérrez Roa
2 de mayo de 2006

Bogotá vivió este martes una de las jornadas más caóticas de su historia en materia de transporte público debido al paro que los dueños de buses particulares organizaron para protestar contra el plan de retiro de buses. Los transportistas cumplieron su meta de no rodar durante el día y hasta lograron poner en aprietos al sistema Transmilenio –insuficiente para resolver la emergencia-, pero la alcaldía dejó claro que no resolverá sus demandas si son hechas por la vía de las presiones.

Los manifestantes se oponen a la suspensión de 12 rutas de transporte que cubrían la Avenida Ciudad de Quito (NQS) y al retiro de los 1.250 colectivos, buses y busetas que hasta la semana pasada recorrían dicha vía, ahora operada por los articulados de Transmilenio.

No es la primera vez que los transportadores intentan una huelga para protestar por el desalojo de sus buses a cambio de los de Transmilenio. Sin embargo, la de este martes parece ser la más fuerte, pues por primera vez logró que pararan todos los conductores de buses particulares. Algunos lo hicieron por solidaridad y otros reconocieron que temían actos de vandalismo contra sus vehículos. En zonas como Usme y San Cristóbal se habló de que milicias urbanas de las Farc prometieron quemar los buses que salieran a la calle.

Para los transportistas, el retiro de los buses atenta contra su derecho al trabajo. Incluso acusan a la administración distrital de hacerlos incurrir en gastos de repotencialización de buses con la supuesta promesa de que seguirían en servicio. Aseguran, además, que ellos no son los únicos afectados con la medida, pues los habitantes de las zonas más extremas, a las cuales no llega Transmilenio, perderían la única alternativa que tienen para su comunicación con la ciudad.

Con esos argumentos decidieron irse al paro y se valieron de agitadores para bloquear la ciudad desde el amanecer del martes. Sus principales objetivos fueron las vías de mayor tránsito (calle 80 y autopistas norte y sur) y los portales de servicio de Transmilenio. Cincuenta y siete buses alimentadores y 14 articulados sufrieron daños como consecuencia de las protestas. También hubo agitadores y disturbios con la Policía en zonas bastante pobladas como Ciudad Bolívar, San Cristóbal, Fontibón y Engativá. Más de 22 personas fueron detenidas, supuestamente por poner tachuelas en las vías y generar desórdenes durante la protesta.

Para la alcaldía, el plan de sustitución de vehículos viejos por los del sistema Transmilenio es irrevocable y fue avisado hace varios años a los transportadores. El secretario de Tránsito, Germán Bermúdez, ratificó que ese tema no tiene discusión y menos bajo situaciones de presión. En lo que la administración distrital sí está dispuesta a ceder es en la medida del pico y placa ambiental que inicialmente fue pensada para obligar a los propietarios de los buses particulares que queden en circulación a una restricción de movilidad entre las siete y las once de la mañana. Según estudios de la alcaldía, esa es la franja horaria de mayor contaminación en la ciudad.

La respuesta de la alcaldía a los manifestantes incluyó además, un plan de choque para apaciguar los disturbios y medidas de emergencia para transportar más de cuatro millones de personas durante el día.

El operativo de choque antidisturbios fue aplicado por cinco comandos de la policía en Barrios Unidos, Engativá y Ciudad Bolívar. “La idea era que las personas que protestaban desbloquearan la vía de Transmilenio, pero algunas no querían desalojar”, dijo el comandante operativo de la Policía Metropolitana de Bogotá, Yamil Moreno.
El plan de transporte de emergencia fue más complejo. Transmilenio tuvo que aumentar en más del 40% su índice de movilización de personas y poner al servicio un total de 800 buses articulados y más de 300 alimentadores. Sin embargo, la medida no fue suficiente para cubrir la demanda. Las filas para acceder al sistema eran interminables. Según el comandante de la Policía de Tránsito, Ómar González, un 80% de la ciudad estaba sin servicio de transporte en horas de la mañana. Mientras las grandes autopistas se veían despejadas por la ausencia de los buses particulares, las estaciones de Transmilenio congregaban a miles de desesperadas personas.

Para minimizar el impacto del paro durante las horas de la tarde, la administración distrital suspendió la jornada escolar en los colegios oficiales y sugirió la misma medida para los particulares. También pidió ayuda al Ejército y a la Policía para proteger la infraestructura de Transmilenio durante la jornada nocturna, mientras los trabajadores regresaban a sus casas. El gran temor era que la congestión y el caos, controlados durante el medio día, se repitieran en la hora pico nocturna. Los promotores del paro insisten en que no lo levantarán hasta que las medidas que los afectan sean derogadas.