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Álvaro Uribe, presidente de Colombia se reune este viernes con Hugo Chávez, presidente de Venezuela, tras una larga tensión diplomática.

URIBE VISITA A VENEZUELA

Chávez: el anfitrión necesitado

La invitación que le hizo Chávez a Uribe para que visite su país se da en un momento en que el mandatario venezolano necesita cambiar la estrategia de defensa de posiciones fijas a la de repliegue rápido. ¿Por qué? Ewald Scharfenberg escribe desde Caracas para Semana.com.

11 de julio de 2008

Hace cuatro meses nada más, en alocución pública, el presidente Hugo Chávez tachó de “cobarde, cizañero y mentiroso” a su par colombiano, Álvaro Uribe, de cuyas credenciales para ocupar tan alta magistratura poco antes había dudado: “Ese sirve para ser jefe de una mafia”.
 
Pero este viernes no se espera que Chávez ofrezca el mismo ramillete de calificativos cuando, con el protocolar abrazo de fraternidad bolivariana, reciba a Uribe en la ciudad de Coro.

Se trata de una cita producto de la necesidad. Después de meses de pulso en torno a las ansias de Chávez por servir como mediador para la liberación de rehenes tomados por las Farc, la partida parece haber concluido a favor del presidente colombiano, menos por la terquedad de Uribe que por la eficaz astucia con la que, en menos de un trimestre, consiguió los rescates del portátil de Raúl Reyes y de Ingrid Betancourt y su grupo de otros 14 cautivos. Chávez dobló la apuesta en un juego arriesgado que terminó falto de fuelle, de fondos y de amigos.

Según escribió el veterano periodista Rafael Poleo, director del diario “El Nuevo País” de Caracas y suerte de albacea del recuerdo de Rómulo Betancourt –mentor de la socialdemocracia en Venezuela-, Chávez está aislado “y lo peor que puede pasar en política es eso”. Casi no hay gobierno latinoamericano con el que no se haya querellado o al que no haya sonrojado. Le faltan fiadores ante la Unión Europea, donde de una colorida ave tropical pasó a ser un incordio, y ante el mismísimo Mercosur, con una Cristina Kirchner atribulada en lo doméstico y un Lula Da Silva que, conservando las maneras de Itamaraty antes que la solidaridad ideológica, no pierde ocasión para quejarse en privado de las molestias que le causa un vecino con el que está obligado a convivir y, quizás, a controlar. Incluso, el veredicto inmutable de la edad privó a Chávez del coaching erudito de Fidel Castro.

Repliegue táctico

Tampoco en casa las tiene todas consigo. Viene de su primera derrota electoral de por vida y se enfrenta a los próximos comicios regionales de noviembre –donde pone en liza 20 gobernaciones del país, actualmente bajo control de sus copartidarios- en medio de la frustrante tarea de convertir un batiburrillo de consignas revolucionarias y ambiciones personales en su anhelado PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela). Ya al menos dos de los actuales gobernadores aliados que Chávez vetó para repetir como candidatos en noviembre, en los estados Guárico y Yaracuy, hicieron distancia del gran dedo de Miraflores. Todavía se espera que afloren reyertas internas en otros estados como Carabobo, Monagas y Lara.

Mientras tanto, los rumores desde los cuarteles se vienen intensificando. En un acto sin precedentes, un general de dos soles del ejército, Ángel Vivas Perdomo, acudió al Tribunal Supremo de Justicia en Caracas para requerir un recurso contra la divisa de “Patria, socialismo o Muerte- Venceremos” que, por vía de la usanza, Chávez instauró como saludo entre la oficialidad y la tropa. Luego debió rendir declaraciones ante la Dirección de Inteligencia Militar, un organismo donde a estas alturas se habrán hecho un panorama de si el episodio fue punta de iceberg, globo de ensayo o mera singularidad.
Pero por paradoja, mientras el precio del petróleo sigue rompiendo techos en los mercados internacionales, el flanco económico se constituye en el frente más apremiante para el gobierno revolucionario. El capital electoral de Chávez, todavía significativo de acuerdo a los estudios de opinión y sin que lo amenace embestida alguna de una oposición política en permanente estado de estupefacción, se encuentra sin embargo a merced de una inflación, anualizada al pasado mes de junio, de 32,5% en los últimos doce meses.

El bolsillo no tiene predicciones ideológicas. Por el contrario, se nutre de sinrazones que con frecuencia se amplifican en el vacío de los estómagos para estallar en oleadas de rencor que ya Venezuela ha conocido. El desorden de las finanzas públicas promete con llevar a la quiebra al millonario del barrio. Con el agravante de que los recortes que se vislumbran impedirán a Chávez apelar a la petrochequera para invitar una ronda más a compinches como los Presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega, o de Bolivia, Evo Morales.

Chávez sabe, y si no lo sabe lo viene sintiendo, que ha estirado demasiado sus líneas en varios frentes. Por lo tanto sí sabe, como oficial de blindados que es, que llegó la hora de un repliegue rápido en vez de la defensa de posiciones fijas. No es por nada que gracias a esa máxima de la guerra móvil y a su intuición, Chávez ha forjado una justa fama de ave fénix, de genial convertidor de posiciones desesperadas en triunfos.

De allí su recién anunciada disposición a reanudar la colaboración de Venezuela con la agencia antinarcóticos de Estados Unidos. O el consejo, con tonalidades de reconvención, a las Farc  para que libere a los secuestrados. De pronto, como escribe en el diario “Últimas Noticias” de Caracas Pompeyo Márquez, mítico líder comunista de la resistencia contra el dictador Marcos Pérez Jiménez en los años cincuenta, Chávez “descubre que la lucha armada no es el camino para arribar al poder, pero sus seguidores siguen gritando ‘Queremos ser como el Che’ (…) Ante las noticias pretende producir virajes que no tienen solidez política y, pensando en lo internacional, dar imágenes en función de las elecciones de noviembre, donde deberá sufrir derrotas políticas”.

¿Reunión para ganar-ganar?

Errática o sagaz, sincera u oportunista, la retracción gana tiempo y credibilidad con la visita de Álvaro Uribe.

Chávez lo recibe en uno de los parajes más calientes y desérticos de la geografía venezolana, propicio sin duda para descongelar relaciones. Coro también fue sede del primer episcopado de América del Sur; en definitiva, un buen lugar para la conversión.

Pero no cabe esperar golpes de pecho en Coro. Retórica de hermandad, sí. Tuteos calculados. O también, como temen algunos expertos a sabiendas de las mareas sicológicas de Chávez, grandes concesiones venezolanas para compensar sus comportamientos inamistosos, no sólo los públicos, sino los que pudieran estar documentados en la computadora incautada en el campamento de Reyes.

A un Chávez culposo, debilitado en los frentes externos e interno, y con ganas de congraciarse, podría pasarle por la cabeza reparaciones que no sólo comprometerían las fantasías cíclicas, como el oleoducto guajiro o el gran ferrocarril binacional, con que el gobernante venezolano suele importunar a sus pares colombianos y a las que Uribe ha sabido seguirle la corriente. Si no, acaso, temas más sustantivos como la delimitación de fronteras marítimas. “Es sólo una posibilidad, pero hay que alertar que Chávez pudiera hacer grandes concesiones en esta cuestión”, advirtió en un programa de radio este jueves el ex embajador en Bogotá, Fernando Gerbasi. “Ya una vez Chávez apareció con un anuncio de un posible acuerdo que, luego supe, correspondía a una hipótesis colombiana de solución”.

Por si faltaran apremios, en estos tiempos de carestía e inflación, con la capacidad productiva local desmantelada, Chávez ha podido comprobar la importancia de la despensa colombiana para los apetitos de los consumidores venezolanos. Aunque en la mezcla de importaciones colombianas llegadas a Venezuela, los alimentos apenas representan alrededor de 22%, los proveedores alternativos de Brasil o Argentina mostraron no estar tan a la mano. En un clima prebélico, con renovadas barreras pararancelarias y a pesar de la –entonces, evidente- ojeriza entre los presidentes de las dos naciones, de enero a abril de 2008 las compras venezolanas en Colombia aumentaron 50% con respecto al mismo período del año anterior, según informe de la Cámara de Integración Económica Colombo-Venezolana dado a conocer este jueves por el diario “El Nacional” de Caracas.

Uribe viene impulsado con el envión de su popularidad y una legitimidad internacional recientemente lustrada por el éxito de la Operación Jaque. Un apretón de manos de su parte bastaría como referencia a Chávez para que busque un reacomodo en la comunidad hemisférica. Pero tampoco habría que descartar una cierta afinidad -¿necesidad telúrica de los separados al nacer?- que se cultivaría en cada encuentro entre los dos mandatarios que, aunque parecieran encarnar dos extremos ideológicos, al final del día pudieran resultar el anverso y el revés de una misma moneda cesarista en la región andina.

Parece una lista de incentivos para que Chávez reciba a Uribe, se trague sus adjetivos y asuma, con impúdicos giros de 180 grados, el papel del errático en revolución.

Queda claro, eso sí, que no será a cambio de nada.
Así que la pregunta que quedaría por responder es, después de ganar la apuesta, ¿qué tanto y cómo viene a cobrar Uribe?