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Clases de glamour

Jueves 10. ¿Está bien obligar a los deportistas a cortarse el pelo, ponerse corbata y no dejar ver nunca sus bóxer?

Santiago Torrado*
12 de febrero de 2006

1.
Las cestas, asistencias y bloqueos pasaron a un segundo plano. La moda fue el tema predominante cuando arrancó la temporada de la NBA, la liga de basquetbol más famosa del planeta, el pasado primero de noviembre. Todo por cuenta del 'código de vestimenta' que el director de la competición, el comisionado David Stern, implantó a partir de este año, como si se tratara de un prefecto de disciplina, con el propósito de mejorar la alicaída imagen de la liga. El nuevo reglamento, que despertó la furia divina de las multimillonarias estrellas, obliga a los deportistas a vestir trajes elegantes, camisas, pantalones y zapatos cada vez que representen a sus equipos fuera de la cancha. También prohíbe expresamente las camisetas sin mangas, los pantalones cortos y las cachuchas, así como las cadenas por fuera de la ropa, las gafas de sol y los audífonos, cuando estén en el banco de suplentes, en las tribunas o en una entrevista.

La polémica no se hizo esperar. Además de molesta, la medida fue catalogada por muchos como racista, pues persigue directamente la influencia del hip hop y la cultura callejera que caracteriza a los jugadores negros de la NBA -que son mayoría-. La misma cultura que a los patrones no les molestó mientras le apostaban para atraer a una nueva generación de aficionados que no vivieron el encanto y sofisticación de Michael Jordan. Ahora, con el bajo rating de los partidos,  les parece que 'gangsteriza' la imagen de la liga, sobre todo después de los problemas que tuvieron el año pasado tras una pelea campal de jugadores en Detroit.

La nueva regla evidenció el choque entre los atletas profesionales norteamericanos, la mayoría de ellos afroamericanos, y los mayoritariamente blancos espectadores (y consumidores) de la liga.

"Le están apuntando a mi generación. La generación del hip hop", declaró molesto Allen Iverson, una de las figuras de este deporte, en una entrevista televisiva. "Puedes poner a un asesino en un traje y sigue siendo un asesino. Esto envía un mal mensaje".

2.
Como ocurre en tantos otros países, el fútbol es el deporte más popular en Irán. Allí, cuando los jugadores aún no terminaban de celebrar su tercera clasificación a un Mundial, la federación de fútbol les prohibió ciertos comportamientos. "Serán suspendidos de sus clubes y no podrán ser citados para la selección aquellos jugadores que usen barbas extrañas, vistan pantalones ajustados, camisetas con marcas occidentales y colgantes llamativos", decía el comunicado.

Vale la pena recordar que es el mismo país donde el actual presidente, Mahmoud Ahmadinejad, ordenó desmontar una campaña publicitaria con el futbolista inglés David Bechkam - la primera celebridad occidental usada para promover un producto desde la Revolución Islámica- cuando era el alcalde de Teherán. Los jugadores iraníes son modelos de comportamiento, y los ayatollas temen que el ejemplo en el césped instale en las tribunas y las calles modas contrarias a los preceptos del Islam.

Cuando faltan ya pocos meses para Alemania 2006, Ali Karimi, fichado por el poderoso Bayern Munich alemán y declarado el mejor futbolista asiático de 2004, rechazó públicamente la imposición. El 'maradona asiático', como han llegado a apodarlo, se acerca a los 100 partidos internacionales con el equipo nacional y tiene el pelo largo. "Si la federación me invita a jugar de la manera que soy, entonces estaría más que encantado de dar todo por mi selección. Si no, no lo haré".

No es la primera ocasión en que un 'código de disciplina' de este corte - de pelo- es aplicado en una selección. Hace 10 años Daniel Pasarela, el entonces seleccionador argentino, les prohibió a los convocados a la selección ponerse aretes o llevar el pelo largo.

3.
El tenista André Aggassi no siempre tuvo la cabeza impecablemente rapada como la luce hoy. En el inicio de su carrera era popular por su larga cabellera y su rebeldía. En la cancha usaba jeans recortados, aretes y camisetas fluorescentes. Como protesta al estricto código de vestimenta en Wimbledon -que impone vestirse de blanco-, solo participó en el tradicional torneo sobre césped en una ocasión durante sus primeros cinco años como profesional. Pero cuando se mentalizó para ser el número uno del ranking mundial no le importó salir inmaculado a la cancha para ganar el abierto británico. 

A pesar de los lloriqueos, los jugadores seguramente se adaptarán a las reglas establecidas como lo hizo Aggassi. En el famoso ejemplo de la selección argentina, Fernando Redondo se negó y no jugó con la 'albiceleste', pero varios, como Gabriel Batistuta, no tuvieron problema en cortarse el pelo con tal de representar a su país. Tan pronto acabó la 'era Passarela' el pelo de 'Batigol' comenzó a crecer de nuevo. Era un profesional a toda prueba con el pelo largo y lo siguió siendo cuando pasó por la peluquería.

Las diferencias culturales entre Irán y Estados Unidos son inmensas, pero los casos de la selección de fútbol y la NBA obedecen al mismo propósito, imponer un sistema de valores ajeno a los verdaderos dueños del espectáculo: los deportistas. Karimi posiblemente terminará accediendo a mantener a raya su look con tal de jugar en Alemania 2006 y Iverson guardará su joyería para las fiestas privadas.

Con el argumento de la disciplina, un ideal perfectamente válido en la alta competencia, los patrones del deporte se saldrán con la suya. Pero quedará un mal sabor de boca, pues a pesar de ser un problema de forma y no de fondo, apunta a igualar, a volver anónimos, a los mismos deportistas a los que les mendigamos una genialidad, una jugada distinta, un chispazo de talento. Las tribunas siempre esperan la aparición de alguien diferente. Por encima de la solidaridad de equipo, la individualidad es en el fondo un valor supremo en el deporte. Tratar de borrarla en la forma parece un contrasentido.

*Periodista de SEMANA