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Los superclásicos

Con la piel de 'gallina'

¿Como se vive el superclásico argentino? SEMANA.COM estuvo en el estadio Monumental de Buenos Aires durante el último River-Boca.

Santiago Torrado
28 de noviembre de 2004

"Bienvenidos al mejor espectáculo deportivo del mundo". Acabo de pasar las taquillas y lo primero que escucho es la voz en los altoparlantes que anuncia el superclásico argentino. "Disfrútelo en el Monumental de River Plate, el más grande, lejos", remata el locutor. Esa misma frase, a manera de eslogan, se ve impresa por todas partes. Afuera, las escaleras para ingresar al estadio de Núñez tienen letreros gigantescos que recuerdan la gloriosa historia de 'los millonarios': 32 torneos locales, 2 Libertadores y 1 Intercontinental.

Todo en esta pequeña ciudadela que es el Monumental (que es literalmente 'monumental') está dispuesto para recordarle a los hinchas de Boca, y a todos los que asistimos al partido, que el equipo de la banda ha sido el más triunfador de Argentina. Sin embargo, los 'xeneises' no se quedan atrás con 21 torneos locales, 5 Libertadores y 3 Intercontinentales. Durante la recién terminada era Bianchi, Boca se convirtió en un equipo casi invencible a nivel continental.

Estoy a punto de presenciar uno de los clásicos más famosos de todo el planeta. Una de las grandes rivalidades del mundo del fútbol comparable sólo con un Real Madrid-Barcelona, un Celtic-Rangers o un Flamengo-Fluminense.

En el césped, las reservas ya están jugando su partido previo. Podría parecer un enfrentamiento menor, pero cuando se trata de Boca y River nada pasa desapercibido y los papelitos ya empezaron a llover. Esos 22 jugadores son las estrellas del mañana y así van teniendo roce al tiempo que los aficionados les van tomando cariño, algo cada vez más importante teniendo en cuenta que hoy se vende a los jugadores tan pronto despuntan. Basta con echar un vistazo a los anotadores de los últimos clásicos, como Cavenaghi, D'Alessandro o Battaglia, futbolistas que no superan los 24 años y fueron vendidos a Europa cuando apenas comenzaban a escribir su historia en Argentina. Probablemente a las jóvenes estrellas de hoy, como 'Maxi' López y Carlos Tevez, no les quedan muchos partidos antes de dar el salto.

Sin embargo no todo está perdido. Mientras unos están de ida, otros vienen de vuelta. A diferencia de lo que ocurre en otros enfrentamientos donde los futbolistas sólo juegan por dinero, en River y Boca los mismos jugadores se convierten en hinchas y realmente sueñan con volver a vestir los colores de su equipo, como lo confirman las alineaciones que saltan al terreno de juego minutos después de que termina el partido de reservas. En River, al lado de López está Marcelo Salas, el ídolo que regresó a su club amado después de varias temporadas en Europa sin sentirse a gusto. En Boca, a Tevez lo acompaña Martín Palermo, que hizo lo propio después de ganar algunos euros en España.

Los jugadores saludan a las tribunas. Llueven los papeles. Tengo un radio para oír la transmisión pero es imposible escuchar algo diferente a los cánticos que inundan el estadio. En los altoparlantes el locutor repite la frase ("este es el mejor espectáculo deportivo del mundo") y a esta altura empiezo a creer que es verdad. El contraste entre el blanco, rojo y negro de River contra el azul y amarillo de Boca es una fiesta de colores, un cóctel para los sentidos.

El partido ya está andando y las tribunas no se calman, como si vinieran a cantar en lugar de ver fútbol. El ruido se siente en todo el estadio. Se estima que hay unas 55.000 personas, pero no todos viven igual un River-Boca.

La mayoría son socios que pueden asistir al estadio cuando quieren. Otros asisten a los palcos privados, una especie de lujosos apartamentos con sillas reclinables. De ahí en adelante, se trata de todo tipo de boletería. En la tribuna popular, la más alta detrás de los arcos, algunos se sientan sobre la cornisa del estadio para agitar alguna bandera mientras soportan el intenso sol.

Entre esa multitud también hay una gran cantidad de extranjeros que han pagado un poco más para que los lleven desde su hotel hasta el estadio de ida y vuelta. En Buenos Aires, el fútbol es también una atracción turística. Go Football, la empresa que se encarga de vender estos tours, lleva 350 personas al estadio en un partido normal, pero para este River-Boca vendió 1.100 paquetes.

Por último también están los que, como yo, observan el partido desde la tribuna de prensa. En total somos 850 periodistas de toda Sudamérica, Italia, España, Suecia, Dinamarca e Inglaterra.

Dentro del terreno, el juego se disputa con la sangre caliente. Y goteando. Primero 'Lucho' Gonzáles y después Marcelo Salas, ambos de River, tienen que salir del campo por estar sangrando.

Sin mayores novedades se acaba el primer tiempo, y aprovecho el intermedio para conversar con mi vecino, un periodista de El Gráfico, la mítica revista argentina, que me recuerda ligeramente a Piero. Se llama Diego Borinski. Me cuenta que es hincha de River pero que los superclásicos se viven más intensamente en la Bombonera porque los jugadores están mucho más cerca y las tribunas retumban con mayor intensidad.

El partido se reanuda. Después de un par de llegadas de Boca llega el gol de River al minuto 11. La 'Gata' Fernández, el reemplazante de Salas, se encarga de provocar un maremoto en esta marea rojiblanca que es el estadio.

La rivalidad es tal que lo primero que hacen todas las tribunas es voltear hacia la única que tiene hinchas de Boca para comenzar a provocarlos. Tratándose de River y Boca el sufrimiento de los rivales es tan importante como el goce propio. El odio llega al punto de que en compromisos internacionales siempre apoyan al equipo adversario sin ningún sentido de solidaridad de patria, como ocurre en Colombia. Sin ir más lejos, después de la última final de la Copa Libertadores los hinchas de River adoran al Once Caldas por haber vencido a Boca.

En el último minuto River anota el segundo gol y recuerdo las declaraciones de 'Lucho' Gonzáles antes del partido: "si ganamos no nos para nadie".

Así concluye el juego. La frase 'un partido para el olvido' se ha vuelto un lugar común en el mundo del fútbol. Este estuvo más bien flojo, pero la frase nunca servirá para definir un River-Boca.

*El partido se jugó el pasado 7 de noviembre. Al momento de publicar este artículo Boca había perdido cualquier posibilidad de quedar campeón (en gran parte gracias a la derrota en el Monumental) mientras River estaba a un solo punto del puntero, Newell's Old Boys.