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| Foto: Daniel Reina

“Continuamos siendo actores políticos”

Un desmovilizado del ELN que vivió el crecimiento y posterior declive de esta guerrilla en Santander cuenta su historia.

21 de agosto de 2007

A Luis Blandón le pegaron dos tiros en el estómago el 13 de agosto de 1993. Aunque han pasado más de 10 años, recuerda la escena con claridad: tenía 26 años y estaba en una esquina de su barrio en Barrancabermeja conversando con un amigo cuando vio que su enemigo se acercó directamente, desenfundó el arma y sin mediar palabra lo abaleó por ser guerrillero.

Su interés por el proyecto subversivo empezó prácticamente desde cuando era un niño. Cuando tenía 7 años, su padre abandonó el hogar y desde entonces su mamá tuvo que cumplir duros trabajos, lavó ropa e hizo cuantos oficios caseros le ofrecieron para sostener la familia. La pobreza los apretaba día a día.

Intentando esquivar esa pobreza fue que la mamá de Luis y toda una comunidad –sin techo– invadió un terreno en la comuna 7 de Barranca. Allí se organizaron como pudieron y levantaron ranchos que con el tiempo fueron mejorando. Entre tanto, Luis vivió con uno de sus tíos y en casa de éste hizo las primeras lecturas que influyeron en su pensamiento político. Muchas jornadas después del colegio iba a ayudarle a su mamá y vecinos en las mejoras de la invasión. Allá estaba, con 17 años de edad, cuando una tarde llegó un grupo de guerrilleros del ELN con la orden de que toda la comunidad se reuniera para oírlos. Luis escuchó con atención y cuando hubo posibilidad de intervenir lo hizo reforzando los argumentos de los guerrilleros y aportando otras ideas. La empatía fue evidente. A partir de entonces su vinculación con esa guerrilla fue cosa de trámite.

Asegura que se desempeñó como formador político, llevó el mensaje ‘eleno’ a las juntas de acción comunal y colaboró en la consolidación del frente urbano de la organización. Trabajó, además, alternadamente como instrumentalista en Ecopetrol. Todo parecía ir marchado desde su punto de vista, pero vino la incursión pararamilitar en Barranca y con ello el incremento de la violencia y la desbandada del ELN allí.

Salió de la ciudad, como muchos de sus compañeros y como muchos otros que no tuvieron bando, huyendo del accionar criminal de los ejércitos paras. Intentó incorporarse a otra fracción de la guerrilla pero no fue admitido porque dentro de la organización entendían que Barranca se perdió por culpa de la débil defensa que los militantes de la zona había hecho de ese territorio. Vino la decepción. Varios de sus cooequiperos se desmovilizaron y, ante el riesgo de ser delatado, decidió también buscar el camino de la civilidad.

Ahora Luis tiene 40 años y hace un balance prudente de su experiencia guerrillera. Admite que las heridas son riesgos a los que se exponen quienes participan de la guerra, pero también señala que se cometen muchos y graves errores que afectan a personas inocentes. Recuerda una ocasión en que resultaron asesinados una decena de jóvenes cuyo error había sido simplemente saludar al Ejército. También cree que el proyecto guerrillero se quedó estancado en las viejas ideas de sus viejos dirigentes. Dice que no hay preparación y se pregunta dónde están y quiénes son cuadros subversivos que supuestamente en un momento dado, según el proyecto revolucionario, serán los senadores, los alcaldes, los diputados y concejales del país. “No existen”, se responde. Por todo ello tiene claro que nunca regresará a las armas.

Sin embargo, es enfático en afirmar que su lucha no ha terminado. “Los ex combatientes continuamos siendo actores políticos”. Su actual rol como gestor de paz lo cumple en las localidades de San Cristóbal, Usme y Tunjuelito. Allí trabaja en múltiples actividades cívicas y recreativas con los reinsertados y desplazados propendiendo que éstos tengan un papel político decisorio. Dentro de sus triunfos en este sentido está el haber logrado mejorar las condiciones de los albergues transitorios luego de una protesta pacífica que lideró. Luis cuestiona el “enfoque netamente contrainsurgente” del programa de reincorporación del gobierno nacional y cree que muchos de los problemas que aquejan a estas poblaciones se deben a simple falta de voluntad política. “Un día logramos llevar a 400 niños hijos de ex combatientes y desmovilizados al parque de diversiones el Salitre, la mayoría de ellos, como yo, nunca había ido a un espectáculo así. Todos estuvieron muy felices –recuerda– y yo entendí que cuando hay voluntad, las cosas se pueden hacer”.