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Contrataque iraquí

En contra de todos los pronósticos, el equipo de fútbol iraquí no sólo se acercó a la medalla de oro, sino que derrotó a Bush en los Olímpicos

Santiago Torrado
29 de agosto de 2004

En las últimas semanas ráfagas de disparos cruzaron de nuevo los cielos de Bagdad. Pero esta vez fueron de tiros al aire en señal de júbilo por los triunfos de la selección olímpica de fútbol.

El equipo iraquí fue una de las grandes sorpresas de Atenas 2004. Mientras su país todavía sufre las consecuencias de la guerra y los enfrentamientos continúan, los jugadores, contra todos los pronósticos, se acercaron al oro olímpico en el deporte rey, aunque finalmente tuvieron que conformarse con el cuarto lugar. La sola clasificación a las Olimpíadas ya tenía el carácter de hazaña para los iraquíes y sus victorias los convirtieron en héroes de su país y en noticia política mundial.

"La patria es la selección de fútbol", afirmaba el filósofo francés Albert Camus. El deporte y la política se han cruzado muchas veces y las virtudes de los equipos suelen trasladarse al imaginario colectivo. Los resultados deportivos permiten exhibir el éxito del sistema político reinante. Basta recordar cómo la disputa entre Estados Unidos y la Unión Soviética llevó la Guerra Fría a las tablas de medallería.

En el fútbol, un deporte especialmente vinculado al nacionalismo, también hay varios ejemplos, comenzando por la selección italiana de fútbol que bajo el lema "vencer o morir", y con la mirada atenta de Mussolini, se convirtió en campeona mundial en 1934 y 1938. Del mismo modo, pero en la dirección contraria, en ocasiones el fútbol ha servido a la causa de la resistencia, y la selección argelina de fútbol formada en plena guerra de independencia en 1958 es el caso más recordado. Ahora el turno fue para el equipo iraquí.

Desde el comienzo del torneo el presidente de Estados Unidos, George W. Bush trató de usar al equipo como propaganda. "La imagen del equipo de fútbol iraquí jugando en estos olímpicos es fantástica ¿no es cierto? No serían libres si Estados Unidos no hubieran actuado", afirmó en un discurso en Oregon, después del partido inaugural donde derrotaron a Portugal 4-2.

Los futbolistas guardaron silencio. Pero su indignación se desbordó cuando, ya clasificados a las instancias definitivas, vieron el comercial en que el presidente republicano usaba directamente a la delegación olímpica iraquí. La imagen muestra las banderas de Irak y Afganistán durante el desfile inaugural mientras una voz dice: "En estos Olímpicos habrá dos nuevas naciones libres ... y dos regímenes terroristas menos".

Los futbolistas iraquíes no quisieron ser la vitrina de las bondades de una situación con la que no están de acuerdo, así que dijeron lo que pensaban. El entrenador Adnan Haman fue el primero en recordar que Irak sigue siendo un país bajo ocupación en el que predomina la violencia. "No se puede hablar de un equipo que representa la libertad, no tenemos libertad en Irak, tenemos una fuerza de ocupación. Este es uno de los peores momentos", declaró. Salih Sadir, un mediocampista que solía ser la estrella de un equipo de Najaf, la misma ciudad que hoy acapara titulares por ser el epicentro de la resistencia iraquí, fue más directo: "Irak, como equipo, no quiere que Bush nos use en su campaña presidencial". Pero el más radical de todos fue Ahmed Manajid, otro mediocampista nacido en Falluja, quien aseguró que si no estuviera jugando fútbol estaría en la resistencia. "Quiero defender mi hogar. Si un extraño invade EEUU y la gente opone resistencia, ¿eso significa que son terroristas?", preguntó desafiante delante de los micrófonos. Si se trataba de escoger una orilla preferían parecerse a aquella selección argelina de la resistencia que convertirse en una embajada ambulante de las fuerzas de ocupación.

Nadando contra la corriente

¿Cuáles son las razones para que la selección iraquí sorprendiera a propios y extraños?

La única medalla olímpica de Irak se remonta a un pesista en Roma 1960, y eso explica en gran parte el entusiasmo con la selección de fútbol, pero no del todo. El régimen de Saddam Hussein ejerció una fuerte influencia sobre el deporte. Uday, su hijo mayor, era la cabeza tanto de la Federación iraquí de Fútbol como del Comité Olímpico Iraquí. En otros tiempos, el país fue una potencia deportiva en el contexto asiático, pero bajo su gestión pasaron a ser insignificantes. Cuarenta y seis atletas iraquíes llegaron a los Olímpicos en 1980, mientras a Sydney 2004 sólo fueron cuatro. Los resultados no son para sorprenderse si se tiene en cuenta que durante años la sede del COI en lugar de preparar atletas se convirtió en un centro de torturas con capacidad para unos 500 detenidos y las palizas y castigos de Uday a los deportistas cuando regresaban derrotados eran legendarias.

Si bien los miembros del equipo de fútbol agradecen no tener que lidiar con Uday nunca más, el camino a Atenas también estuvo marcado por la adversidad. Las condiciones de seguridad no permitieron partidos internacionales, así que los juegos como locales los disputaron en realidad como visitantes. El punto de partida para cada desplazamiento fue Amman, en Jordania, y sólo llegar hasta ahí les tomó unas 20 horas. La sede del comité Olímpico fue bombardeada durante la guerra y de acuerdo con el New York Times, el principal estadio de Bagdad fue usado en su momento como parqueadero para los tanques de las tropas de ocupación.

A pesar de todo, la selección olímpica se convirtió en un motivo de orgullo para los iraquíes. En un país en ruinas, donde no hay dinero ni siquiera para lo básico las camisetas del equipo de fútbol se venden como pan caliente. Pero el mensaje de sus jugadores fue claro: el orgullo es propio y no se puede endosar.

*Periodista de SEMANA.COM. Correo: storrado@semana.com