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Escena del partido de este miércoles en Bogotá entre jugadores que antes protagonizaron el conflicto armado. FOTO: GUILLERMO TORRES/SEMANA

RECONCILIACIÓN

Cuatro goles para la paz

Un partido de fútbol entre dos equipos integrados por ex guerrilleros, ex paramilitares y miembros de la Fuerza Pública hizo creer, al menos por una hora, que las causas de la guerra que padece Colombia poco tienen que ver con el odio.

8 de noviembre de 2006

Apenas había 300 personas en la tribuna de occidental general del Estadio El Campín. Unos 100 más en la pista atlética. Pero pocas veces se había jugado en el principal escenario deportivo de Bogotá un partido tan emocionante. Porque, más allá del nivel del juego, era un partido con una enorme carga simbólica.

Dos equipos, uno de amarillo y otro de azul, integrados por excombatientes de las FARC, el ELN y las AUC y oficiales del ejército. Juntos y además revueltos. Todos ellos obedeciendo las instrucciones de los directores técnicos.

El motivo del partido no era otro que inaugurar los Terceros Juegos Deporte Convivencia y Paz 2006, que se llevarán a cabo en Bogotá hasta el 7 de diciembre y a los cuales se han inscrito 1.352 participantes entre desmovilizados, desvinculados, reincorporados que se encuentran en proceso de pasar a la vida civil y ex combatientes que ya se reincorporaron a la vida civil.

Esta es una iniciativa del Ministerio de Defensa, la Alta Consejería para la Reintegración Social de Personas y Grupos Alzados en Armas, Coldeportes, la Alcaldía Mayor de Bogotá a través de la Secretaría de Gobierno, el Programa de Atención Complementaria a la Población Reincorporada y el Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte.
 
Durante un mes los deportistas competirán en seis disciplinas y también participarán en jornadas de reparación denominadas Iniciativas de Convivencia, Reconciliación y Solidaridad, que consisten en hacer trabajos de impacto social en comunidades de desplazados y víctimas de la violencia que han llegado a Bogotá.

El Ministerio de defensa y la Consejería para la Reintegración calculan que un 80 por ciento de los desmovilizados que atiende la Nación han llegado a Bogotá, donde, estiman esas mismas entidades, viven 3.000 desmovilizados y reincorporados a la vida civil.

Así que este partido era mucho más que un simple partido de fútbol. Porque el que centraba era un ex combatiente de las AUCE, el que se levantaba para cabecear había sido de las FARC y el arquero que desviaba el balón al corner era un oficial del Ejército.
 
De manera simbólica todos los que jugaron en el partido (titulares y suplentes) mostraron un modelo alternativo para resolver el conflicto armado en Colombia. Sobra decir que la guerra es mucho más complicada que un partido de fútbol.
 
Pero sí queda claro que –así sea de manera simbólica- un porcentaje significativo de los que participan o han participado en el conflicto armado lo hacen o lo hicieron por necesidad física, porque no tenían otra alternativa o, peor aún, porque los reclutaron cuando eran niños.
Vi ganas de ganar, de llegar primero al balón, de hacer jugadas vistosas, pero no vi ni una sola jugada malintencionada, ni una sola jugada descalificadora de las que tanto se ven semana a semana en los estadios del mundo. No vi el menor rastro de odio en las caras de los jugadores que se abrazaron cuando terminó el partido.