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El saliente presidente de Cuba, Fidel Castro, al lado de su sucesor y hermano, Raúl Castro (Foto: AFP)

INTERNACIONALES

Cuba sin Fidel

Santiago Torrado, periodista de Semana, analiza lo que puede pasar luego de la renuncia del hasta ayer presidente y comandante en jefe.

Santiago Torrado
20 de febrero de 2008

A pesar de la lentitud de sus movimientos y su debilitado estado de salud, el octogenario Fidel Castro, quien este martes renunció a sus cargos como presidente y comandante en jefe de Cuba, podría despistar una vez más a los observadores de la situación política de la isla, que muchas veces han fallado en sus lecturas.

El prestigioso semanario británico The Economist lanzó desde 1986 una edición especial en la que pronostica los grandes acontecimientos del año siguiente. Con ocasión de la edición número 20, en 2006, la revista le pidió a un historiador que hiciera un balance de los aciertos y errores. Entre las predicciones fallidas, el lugar de honor lo ocupó la caída de Fidel Castro, que anunció la publicación con bombos y platillos en 1989.
 
Muchos observadores cayeron en el mismo error. El periodista Andrés Oppenheimer, que se precia de ser un juicioso analista de la actualidad latinoamericana, publicó en 1992 ‘La hora final de Fidel Castro’, dieciséis años antes de su renuncia formal.
 
No en vano en su libro ‘Fútbol a sol y sombra’ el uruguayo Eduardo Galeano, con una buena dosis de sarcasmo, repite la misma frase en el contexto de cada año en que aconteció un mundial de fútbol, desde Chile 62 hasta Estados Unidos 94: “Fuentes bien informadas de Miami anunciaban la inminente caída de Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas.”

Durante medio siglo Fidel impuso el comunismo a 145 kilómetros de la Florida, desafió el embargo de Estados Unidos, sobrevivió cientos de planes para asesinarlo y vio pasar por la Casa Blanca a diez presidentes. Su fulminante desplome nunca llegó: el régimen sobrevivió el colapso de la Unión Soviética y en los últimos años ha conseguido petróleo subsidiado en Venezuela y créditos a largo plazo en China.
 
La salida del poder de Castro ha sido en pequeños pasos. Muchos piensan que con su renuncia, publicada en el diario Granma, nace la Cuba post Fidel. Pero también se podría decir que esta comenzó hace año y medio, el 31 de julio de 2006, cuando cedió (provisionalmente, según la versión oficial) el poder a su hermano Raúl por su precario estado de salud.
 
Desde entonces Raúl inauguró lo que algunos analistas consideran una etapa transicional de mayor pragmatismo con debates impulsados desde el propio gobierno.

Fidel había autorizado que su nombre hiciera parte de la lista a la Asamblea Nacional en diciembre y en las últimas elecciones, hace unas semanas, el porcentaje de votos que acumuló (98,3 por ciento) fue ligeramente inferior al de Raúl.
 
Desde que es el presidente interino, el hermano menor ha hecho tímidos gestos de apertura y ha permitido un inusual nivel de autocrítica. Raúl ha admitido que los salarios son insuficientes y que la economía comunista necesita “reformas conceptuales y estructurales”.
 
Los más optimistas creen que la leve flexibilización de las importaciones es un gesto de reforma económica. Algunos incluso sostienen que la revolución se dirigiría hacía el modelo chino, que Raúl ha estudiado. También ha habido algún gesto de apertura en derechos humanos con la liberación de cuatro presos políticos que luego viajaron al exterior en los últimos días, pero se calcula que unos 200 más siguen en las cárceles cubanas.

En cualquier caso, como argumentaba el corresponsal de El País en La Habana, Mauricio Vicent, con el abandono formal del poder por Fidel después de 49 años, “la segunda revolución cubana ha comenzado”. El próximo domingo, la Asamblea deberá escoger formalmente al sucesor de Fidel como presidente.
 
La mayoría de los corresponsales en La Habana dan por descontado que Raúl, que parece la opción obvia, será el elegido. Pero algunos analistas apuntan que, en busca de un verdadero relevo generacional (Raúl es apenas cinco años menor que Fidel), el testigo pase a alguno de los dirigentes más jóvenes de la cúpula de poder.
 
Se destaca Carlos Lage, de 56 años, una suerte de primer ministro que ha estado en la política cubana desde los 25 años. Cualquier otra decisión sería una sorpresa, aunque algunos no descartan las que abra  posibilidades del canciller Felipe Pérez Roque o el jefe del parlamento Ricardo Alarcón.

Fidel personifica la revolución, y su dimisión formal no quiere decir que deje de influir en el camino de Cuba. De ahí la euforia contenida en el exilio cubano de Miami, que en otras ocasiones, como cuando se anunció su enfermedad, tuvo celebraciones más ruidosas.
 
En su carta no renunció a su cargo como primer secretario del Partido Comunista y sí dejó claro que seguirá escribiendo sus columnas en Granma: “No me despido de ustedes. Deseo solo combatir como un soldado de las ideas”, decía uno de los partes".
 
Mientras Fidel se mantenga vivo, es muy poco probable que surja con fuerza un movimiento que empuje una real apertura democrática en la isla. A pesar de su fragilidad, Fidel Castro continuará ejerciendo un poder de veto sobre el ritmo y la dirección del cambio en Cuba,  aseguró The Economist en su análisis de la renuncia.

También genera gran expectativa como progresará la relación entre Washington y La Habana. Aunque John Negroponte, el número dos del departamento de Estado, aseguró que por el momento no ve perspectivas para levantar el embargo económico, un centenar de congresistas enviaron una carta al presidente George W. Bush en la que le pedían revisar la “obstinada” política hacia Cuba tras la dimisión.
 
La situación obligará a los candidatos en la carrera presidencial norteamericana (John McCain, Hillary Clinton y Barack Obama) a ajustar a la realidad sus propuestas sobre la política frente a Cuba. Ahora está por verse si, tras la salida de Fidel, las lecturas que desde afuera se hacen de la política cubana comenzarán a ser más atinadas.