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De la lista de pensionados a la rectoría

Moisés Wasserman fue elegido por amplia mayoría como el nuevo rector de la Universidad Nacional de Colombia. ¿Cuál es su diagnóstico sobre la reciente crisis de la Institución? Y ¿Qué se podrá esperar de su gestión hasta el 2009? Entrevista.

Olga Lucía Lozano
22 de abril de 2006

Es un demócrata convencido. Así se define él y así se le percibe mientras analiza la institución que liderará entre 2006 y 2009. De hecho, en la propuesta que presentó el 10 de febrero de este año a la comunidad universitaria, como candidato a la rectoría de la Universidad Nacional, dedicó varios apartes a la democracia y a su intención de buscar y encontrar consenso en uno de los centros educativos más complejos a nivel nacional.

Tarea que no será fácil. Entre otras razones, porque Moisés Wasserman, quien hasta el 18 de marzo era decano de la Facultad de Ciencias, asumirá su nuevo cargo como rector en un momento definitivo para el futuro de la Nacional y de la educación superior pública en el país. Tras una de las crisis más notorias en la historia reciente de esta institución, este químico, con doctorado en bioquímica y posdoctorado en microbiología, deberá guiar a la Universidad durante un proceso de reforma que se inició de manera traumática en la administración anterior.

Todavía en su oficina de la Decanatura de Ciencias, aquella que muchos rumoran fue la primera oficina de la rectoría de la Universidad, el profesor Wasserman (como todavía lo llaman en la Institución) se reunió con Semana.com para abordar diversos temas sobre el pasado reciente, presente y posible proyección de la Nacional durante su gestión.

Semana: Usted llega a la rectoría en un momento muy complejo para la Universidad Nacional por el tema de la reforma y la crisis reciente. ¿Cómo avizora este período que viene, qué va a pasar con la reforma y cómo se va a tener que adaptar la Nacional a los cambios?

Moisés Wasserman: Nadie dijo que es fácil ser rector de la Nacional. En los tiempos difíciles siempre lo que hay que ver es que exista el mayor nivel de discusión con el mínimo contenido de conflicto posible. La Universidad siempre está en proceso de cambio y transformación porque por esencia tiene que estar respondiendo a las necesidades de la realidad y la realidad cambia todo el tiempo. Los principios fundamentales de esta reforma no son nuevos, no se inventaron en la pasada administración, vienen de mucho tiempo atrás. La última gran reforma -con nombre propio porque ha habido todo el tiempo-, fue la de Antanas Mockus en los años 90 y, si se la ve en detalle, en su concepción fundamental coincide en gran medida con lo que se está proponiendo recientemente.

Pienso, entonces, que es posible lograr un acuerdo muy amplio respecto a principios generales. Pero partiendo de ese acuerdo sobre principios generales y trabajando en un proceso en el que quienes construyan sean las comunidades y el papel de las directivas simplemente sea controlar la calidad del proceso de construcción, podemos llegar muy pronto a soluciones buenas, a soluciones que respondan mejor a lo que la sociedad exige.

Semana: Entonces, en su concepto, ¿el enfoque de la reforma es positivo para la Universidad?

M.W. Tiene cosas muy positivas, que son casi exigencias del momento. Tiene algunas otras cosas que son secundarias, accesorias, alrededor de las cuales ha habido más discusión que en torno a las importantes. Hay que asumir eso con mucha sensatez y tratar de sacar adelante lo fundamental. Es muy raro que exista una situación en la cual hay una sola opción posible. Son varias opciones válidas y en ese caso las comunidades irán eligiendo las que más se adapten.

Semana. En su propuesta hay un tema en particular que es interesante y es cómo aplicar el concepto de democracia en una Universidad tan compleja como la Nacional.

M.W. Soy un demócrata por convicción. Me parece que es sumamente importante la participación de la gente en los destinos de sus instituciones. Lo que he criticado es generar expectativas imposibles. La definición de democracia es, en gran medida, más de carácter operativo que epistemológico. El epistemológico sirve para muy poco: la democracia es el gobierno del pueblo. Bueno y ¿eso qué es? La pregunta realmente es cómo se hace.

En mi opinión el ideal alcanzable se acerca mucho más a un sistema representativo y fuerte que a esa utópica democracia directa de los atenienses que se acabó por muy buenas razones. En la Universidad podría funcionar muy bien una fuerte democracia representativa, lo que hay que hacer es fortalecerla. Infortunadamente eso no ha sido bien entendido muchas veces por los dos lados: ni por las directivas que ven la representación profesoral y estudiantil a veces como una oposición y tampoco por las representaciones que ven su papel como una especie de testigo para la historia, pero que no se sienten realmente con capacidad de convencer y de modificar las decisiones.

Hay que lograr que las comunidades se sientan auténticamente representadas, que ejerzan una misión efectiva en la toma de decisiones. Ese es un ideal con componentes de realidad y hay que tratar de llegar a él. Eso es mucho más conveniente y más democrático que ese sistema de las asambleas desordenadas, en las cuales no existe un quórum, no existe un ordenamiento real y pueden ser mucho más manipuladas que un sistema organizado y establecido de representación.

Semana: Justamente la crisis del año anterior evidenció un enfrentamiento entre todos los sectores que hacen parte de la Universidad (profesores, directivas, estudiantes, sindicato). ¿Cómo lograr consenso, que es una palabra que usted usa en su propuesta, entre sectores tan diversos?

M.W. Ojalá que la Universidad, con toda la capacidad de pensamiento que tiene, pudiera también ofrecerle al país ejemplos de cómo se resuelven situaciones de conflicto y de cómo se puede convivir en la diversidad de visiones de mundo y de posiciones. La diversidad es la riqueza de la Universidad y no la hemos explotado bien. Al contrario, nos ha asustado, nos ha abrumado y a veces ha sido contraproducente. Cuando debía ser un motor, se ha convertido en un freno. Eso hay que resolverlo con nuestros propios científicos sociales y políticos, ya que tenemos los mejores.

Muchas veces en las críticas que se le hacen a la reforma he sentido un peso más grande en contra de la forma cómo se han hecho las cosas que en contra la reforma misma. Hay cosas en las cuales nunca va a haber un consenso y no tiene por qué haberlo.

Semana: Una de las críticas que los estudiantes hacen a la reforma es que sienten que hay una distinción entre los programas de pregrado y posgrado. ¿Realmente se está dando prioridad al tema de la calidad en los programas de posgrado?

S.W. Si alguien tenía eso en mente estaba equivocado, pues ni la Nacional ni ninguna otra universidad pública puede responsablemente sacrificar el pregrado por el posgrado. Es más, diría que sería inconveniente para los posgrados sacrificar a los pregrados. Hay algunas evidencias del interés en la calidad de los pregrados. Por ejemplo, ahora en esos programas se está dando como opción de grado tomar asignaturas de posgrado y que sean válidas.

Hay algún par de hechos que fueron el origen de esas malas interpretaciones. El primero, es que efectivamente desde el punto de vista cuantitativo la Universidad Nacional ya no tiene en el pregrado el peso que tenía hace 30 o 40 años, pero creo que eso es más bien una indicación del éxito que ha tenido. El éxito ha sido tan grande que en este momento hay muchas más universidades y entonces la oferta es enorme. Hace 30 o 40 años, la oferta de la Nacional era la más importante, hoy es un porcentaje pequeño. No así en posgrado, donde todavía seguimos siendo cuantitativa y cualitativamente la oferta más importante. Por eso, la gente piensa que hay una disminución de la una con respecto a la otra, pero no es así.

Por otra parte. todo el mundo habla de la importancia de la investigación como columna central de la formación en la Universidad y yo estoy completamente convencido de que es así. Ese tema es también relativamente nuevo. Hace 30 años se impartía una formación con base en textos, en información establecida. Y eso puede indicarle a algunos que cuando se habla de investigación se habla de posgrados y no de pregrados, pero hay un malentendido. Porque la investigación debe estar presente desde el pregrado. Los profesores que están dando las asignaturas son investigadores. De tal manera que su actitud hacia el conocimiento es distinta a la de un simple proveedor de información. Ahora el problema no es tener información: es tener la capacidad para discriminar entre toda esa avalancha de información qué es riguroso, qué es bueno y qué es relevante, y esa debe ser la formación en el pregrado. Por supuesto no vamos a pretender que con un pregrado salgan investigadores porque eso tampoco estaría bien.

Semana: Hablando de esto, usted estuvo hace algunos años revisando el tema de los grupos de investigación en la Nacional. Ahora que es rector, ¿qué va a pasar con esos grupos, cómo se van a fortalecer, cuál será el futuro de la Universidad en ese sentido?

M.W: Aquí hay muchos grupos de investigación y muy buenos. En gran medida son de surgimiento espontáneo, por supuesto en un ambiente en el cual eso es importante. Muy recientemente tenemos Vicerrectoría de Investigación y esa es una gran oportunidad para construir un sistema coherente, en el cual se permita la libertad de investigación, porque sin eso no es posible, pero por otro lado que esté enmarcado en un contexto general que de respuesta a las necesidades sociales. Y de ellas no excluyo a la ciencia básica o a las investigaciones en filosofía. Hay que dar respuesta a los sectores productivos y a los sectores sociales, y la Universidad debe desarrollarse más fuertemente en esa dirección.

Semana: La Nacional es un paradigma para la educación superior en el país. ¿Cómo analiza la situación de la educación pública y privada, el tema de la acreditación, por ejemplo?

M.W: Todos los procesos de vigilancia de calidad son positivos. Los efectos ya se ven en los dos sectores: el público y el privado. Hasta hace poco, la Universidad era casi excepcional en su planta de profesores porque todos éramos de tiempo completo y dedicación exclusiva. Hoy no. Actualmente, incluso las universidades privadas tienen un cuerpo de dedicación exclusiva relativamente grande. La investigación era también una cosa de unos poquitos, ahora está expandida en todas partes.

Entramos un poco tarde, por muchas circunstancias, en el sistema de acreditación. En este momento estamos en él y lo estamos haciendo con decisión. Para el país han sido importantes los sistemas de acreditación porque cuando le resulta claro a un directivo de una universidad que su actividad va a depender en gran medida de tener una certificación externa de calidad, pues toma medidas de calidad. Eso ha fortalecido la educación.

Semana: Sobre ese tema de la calidad del cuerpo docente, la administración anterior enfrentó problemas por querer pensionar obligatoriamente a varios de los profesores. Usted, a su vez, habla en su propuesta de la contratación y las limitaciones del modelo existente. ¿Cómo es posible mantener un cuerpo docente de ese nivel de calidad en la Nacional?

M.W: El cuerpo docente es de extraordinaria calidad. Estamos por encima del promedio nacional con respecto a la formación doctoral de profesores. En la Facultad de Ciencias, específicamente, más del 40 por ciento de los profesores tienen doctorado y en algunos departamentos esa cifra llega al 80 por ciento. La Universidad ha invertido un gran esfuerzo en la formación, y no solo en la doctoral.

Un profesor en la Universidad ejerce esa labor por muchísimo tiempo, incluso desde el punto de vista estatutario nuestro, la edad de pensión es diez años más alta que la edad de pensión obligatoria del sector público. Es cierto que el año pasado hubo un programa que presionó la salida de profesores que estaban en edad de pensionarse. Yo me opuse muy fuertemente. Entre otras cosas, yo estaba en la lista de los pensionados. Creo que fue un proceso inconveniente y doloroso. Pero eso ya se revocó. Yo esperaría que los profesores que quieren quedarse estén tranquilos. Eso es importante, pero también lo es el proceso de cambio generacional que es un proceso biológico inevitable y no hay nada que hacer. Cuando uno adquiere el derecho de pensión, por definición es eso: un derecho y quien quiera hacer uso de ese derecho, lo hace y se va. No importa que sea la autoridad máxima del campo. Hay que pensar, entonces, también en el relevo y creo que los dos últimos concursos han demostrado que hay un potencial bueno en ese sentido.

Semana:  Se ha insistido últimamente en el tema de la presencia de las FARC en la Universidad Nacional. ¿Cuáles van a ser sus acciones en ese sentido?

M.W: Tengo poca información al respecto y yo por deformación profesional prefiero sacar juicios con bastante información. Voy a decir un par de cosas. Primero, que el que haya personas en la Universidad vinculadas a las FARC no tiene que sorprender a nadie, mejor dicho, nunca lo han ocultado. Si usted pasea por la Nacional ve graffitis en todas las paredes y muchos están firmados. Entonces a veces me sorprendo yo de la sorpresa.

Lo que si me parece es que no hay que mezclar todas las cosas porque por definición la Universidad es contestataria, se opone y dice las cosas a las que se opone en forma ruidosa y a veces fuerte. Esa es una cosa completamente distinta. Hay que ser concientes de que hay protesta y la protesta es un derecho, no se si fundamental o no, pero debe serlo. A veces la protesta se deforma y se sale de cauces, eso está muy mal, pero ese es un problema de convivencia y la Universidad debe ser capaz de resolverlo con mecanismos de convivencia e incluso con mecanismos disciplinarios internos. Otra cosa son las actividades abiertamente ilegales. Allí la universidad ya tiene muy pocos instrumentos para actuar. Es una agresión externa a la Universidad misma y eso debe ser manejado por quienes desde el Estado tienen esa responsabilidad. Pero combinar las dos cosas y hacer de ambas una sola es inconveniente porque los problemas no se resuelven y además estigmatiza la protesta.