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La zona de frontera es estratégica como retaguardia para la guerrilla y como zona de cultivo de coca, pero también es la casa de humildes campesinos que, a lado y lado, se han quejado por los daños de la fumigación en sus cultivos de pancoger.

DIPLOMACIA

El disgusto de Ecuador por las fumigaciones con glifosato

El gobierno de Ecuador mostró su absoluta inconformidad con la decisión de reanudar las operaciones de aspersión aérea en la frontera: llamó a su embajador a consultas y su Canciller calificó el hecho de “inamistoso” y “hostil”. El presidente Uribe advierte que las fumigaciones continuarán.

13 de diciembre de 2006

El gobierno de Ecuador habló con claridad y cortesía, pero con una dureza que sorprendió al de Colombia. El canciller, Francisco Carrión, alabó al presidente Álvaro Uribe, habló maravillas de la canciller María Consuelo Araújo, del pueblo colombiano pero, eso sí, se mostró categórico al señalar que ellos no iban a permitir más acciones “inamistosas” y “hostiles”.

En concreto se refería a la decisión del gobierno colombiano de reanudar las operaciones de aspersión aérea en la frontera. Para Quito, esta acción constituye un hecho inamistoso porque había un acuerdo tácito de no diseminar más glifosato hasta que hubiera un estudio de la ONU que científicamente avalara su uso.

Para Carrión, el problema de los cultivos ilícitos en Colombia pasa por el tremendo descuido que de esta parte de la frontera hay de parte del Estado. A las informaciones de que en la región han aumentado 10.000 hectáreas sembradas de coca, él responde con una contrapregunta: “¿Por qué del lado nuestro no hay ni una mata. Sencillo: porque nosotros sí protegemos nuestro territorio y prestamos seguridad”, para evitar que los grupos dedicados a este negocio siembren allí las plantas.

Por eso, Quito decidió llamar a su embajador en Bogotá a consultas. Para Ecuador, la situación no se puede dejar pasar porque las fumigaciones por parte de Colombia son un acto inamistoso que “causa grave perturbación en las relaciones entre los dos países”.
El gobierno de Ecuador aclaró que no se trata de una prueba de inamistad. Porque, según Carrión, qué más acto de amistad y solidaridad que recibir con los brazos abiertos y albergar a 500.000 colombianos que hoy residen allí. “Este importante número crea un impacto fuerte en un país pequeño como el nuestro, con una economía débil pero, sin embargo, aquí los recibimos porque entendemos los problemas de Colombia”. Sin embargo, lo que no aceptan es que fumiguen con lo que ellos consideran una especie de veneno.

La decisión del gobierno ecuatoriano produjo diversas reacciones entre las autoridades colombianas. A pesar de la diferencia en el tono o en las acciones, hubo un común denominador: las fumigaciones no se van a suspender.

Así, el presidente Uribe le pidió a su similar ecuatoriano un poco de comprensión y de solidaridad en la lucha contra el narcotráfico, principal músculo financiero –según Uribe- de la guerrilla y por ende del terrorismo.

El Jefe del Estado colombiano argumentó que durante el tiempo que se dejó de fumigar, en la zona de la frontera los cultivos se multiplicaron de una manera increíble. “Las Farc quieren acabar con el mundo”, sentenció Uribe. Además, advirtió que las fumigaciones no se detendrán.

Por su parte, el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, calificó la decisión ecuatoriana de extrema. Reiteró que las fumigaciones continuarán porque, al fin y al cabo, señaló, estas se están efectuando en “nuestro territorio”.

Más simbólico fue el director de la Policía, el general Jorge Daniel Castro, quien le pidió a un grupo de periodistas que lo acompañaran hasta el departamento del Putumayo en donde se realizan las fumigaciones. Allí le ordenó a uno de los pilotos que volara y rociara el glifosato desde el aire. De tal manera que en la práctica, el alto oficial fue ‘bañado’ con el químico en una clara demostración de que “este no le hace daño a la salud” del ser humano. Por eso, para el general no hay motivo para suspender las fumigaciones. 

Esta línea de acción marca un distanciamiento difícil de resolver porque Ecuador dice que su embajador volverá a Bogotá únicamente cuando se suspendan las fumigaciones.


Una semana crucial

La lucha contra la ilegalidad en la frontera vuelve a ser un problema. Esta vez, la reanudación de las operaciones de aspersión aérea a cultivos ilícitos a lo largo de 10 mil hectáreas en límites con Ecuador (en los departamentos de Putumayo y Nariño) molestaron al gobierno de ese país que, el miércoles, reaccionó con el anuncio del envío de una nota a la cancillería colombiana. Y ahora llamó a su embajador a consultas. 

El primero en quejarse por la decisión de aseperjar nuevamente con glifosato fue el canciller ecuatoriano Francisco Carrión, quien calificó como un acto “inamistoso” la orden del presidente Álvaro Uribe, no sin antes criticar la política antidrogas que, según él, no ha surtido efecto en el detenimiento de la siembra de cultivos y sí ha generado mucho malestar en la opinión pública de su país.

“Colombia tiene que analizar correctamente y no hacer manifestaciones simplemente de que ‘yo impongo’. Aquí debe haber un esfuerzo del Gobierno colombiano para tener una mayor presencia permanente y efectiva en esa zona por parte de autoridades militares”, había advertido Carrión. El diplomático llamó la atención de las autoridades colombianas para que mantengan su presencia institucional en la frontera.

El ambiente en el país vecino frente al tema no deja de ser tensionante. El sondeo realizado este miércoles por el noticiero “Contacto directo” del canal Ecuavisa es una muestra de la resistencia de algunos ecuatorianos: un reportero se dio a la tarea de preguntarle a la gente de la calle si estaba de acuerdo o no con exigir visa a los colombianos. La respuesta general fue ‘sí’. “Esto lo único que hace es aumentar la xenofobia de alguno sectores frente a los desplazados”, aseguró un periodista del diario La Hora, de Quito.

Entre tanto, en Bogotá se acudió a la tranquilidad para tratar de bajar la tensión al episodio. La ministra de Relaciones Exteriores en Colombia, María Consuelo Araújo, le pidió comprensión al gobierno de Alfredo Palacios. Para ella, esta es la única forma de lucha contra narcotráfico, un delito que se ha convertido en la principal fuente de irrigación de recursos para los grupos terroristas. La canciller aprovechó la ocasión para insistir en que el glifosato no atenta ni contra el medio ambiente ni con la salud humana. “Esta no fue una decisión que se tomó de la noche a la mañana. El presidente Uribe tiene información técnica y científica que permite asegurar que el glifosato no es nocivo (...) e inclusive ese mismo químico es utilizado por Ecuador en cultivos de banano que exporta a distintos países”, precisó Araújo. Luego los dos cancilleres conversaron y aunque lucieron amistosos para la foto, la situación cambió de color por la decisión del gobierno de Ecuador. 

¿Por qué? Porque en Quito se considera que aún no hay un estudio con sustento científico que avale el uso del glifosato. Si bien Bogotá argumenta que el informe que respalda su decisión es de la OEA, para Quito éste documento no reúne las condiciones necesarias para que le den luz verde al uso de lo que ellos consideran un contaminante.

Por eso, el canciller Carrión anunció una decisión que afecta las relaciones: llamar a consultas al embajador de Ecuador en Colombia, Alejandro Suárez, para evaluar si se continúa o no con la oficina diplomática en el país.

Desde ya se sabe que el presidente electo Rafael Correa pedirá la intervención de la ONU para que se le dé solución pronta al problema. Correa estará en Bogotá la próxima semana para hablar, entre otros temas, sobre las razones que motivaron a su colega Uribe levantar el acuerdo de suspensión en la fumigación de cultivos ilícitos en la frontera.

Aunque su visita está confirmada es probable que con esta nueva situación pueda sufrir alguna alteración. Esto significa, que a punto de iniciarse el mandato en Ecuador el panorama que se presenta no es el mejor.