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"El autoritarismo es una tentación"

Estudiosa de la violencia como fenómeno cultural, Myriam Jimeno, miembro del equipo del Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional y ganadora del Premio Alejandro Angel Escobar de Ciencias Sociales en 1995, explica sus maneras de adentrarse como antropóloga en el análisis de uno de los problemas más graves de nuestro país.

Dominique Rodríguez Dalvard
16 de noviembre de 2002

Dominique Rodríguez:¿Cómo interpretar la coyuntura en la que se elige la imagen de autoridad para legitimar el poder y que nos lleva a relacionarla con la violencia?

Myriam Jimeno: Parecen competir dos cosas que son distintas. Una especie de discurso de legitimación de la violencia a través de dos vías, una es la idea de que el colombiano tiene una naturaleza biológica o social violenta y esto se repite y se repite tanto que últimamente se ha visto a los corresponsales de prensa extranjeros insistiendo en lo mismo. Nos encargamos de estar repitiendo constantemente que nosotros somos una sociedad per se violenta. No es que existan núcleos de violencia, no es que existan personas violentas, no es que existan situaciones en las que nace violencia sino que el colombiano es violento, ha sido violento siempre. A pesar de que hay la evidencia de que eso no es cierto seguimos repitiendo eso.

Pero también hay otras maneras de legitimación de la violencia como el discurso que permite el uso de la violencia a través de justificarla por la lucha contra la inequidad. Es menos extendido pero no es menos preocupante, y es esa idea de que como esta sociedad es injusta, cosa que es evidentemente cierta, tiene desigualdades sociales, tiene una gran inequidad en la distribución del ingreso, en la manera de participación en la sociedad, como eso es así entonces de allí nace la violencia. Cosa que también es contrafáctica, en el sentido de que muchas otras sociedades con iguales o peores desigualdades, inequidades, injusticias, no hacen de ese discurso la legitimación de la violencia.

Es claro que hay una cosa y es que cuando las personas empiezan a percibir su ambiente como un ambiente especialmente fragmentado de desorden social, que es un poco lo que hemos percibido los colombianos en la última década, de que hay un descontrol en la sociedad, por supuesto que una tentación es el autoritarismo y no la autoridad. Hay una relación entre el sentimiento de fragmentación y la tentación de recurrir al autoritarismo porque eso que el mundo vuelve a estar en orden.

D.R.:¿Cómo se explica la diferencia entre autoridad y autoritarismo?

M.J.: Es una tendencia que tenemos a confundir las dos cosas, autoridad y autoritarismo, por la misma manera como hemos interpretado las experiencias de violencia como si éstas tuvieran que ver con el ejercicio de la autoridad. Si las personas han sufrido experiencias de violencia en su casa por parte de la autoridad legítima, sí tienden a confundir el ejercicio de autoridad con el ejercicio de la fuerza, simplemente porque hay un reconocimiento, una forma de pensamiento que asocia las dos cosas. En Colombia tendemos a asociar la autoridad con el autoritarismo, es decir con el uso de la fuerza para poner algo en cintura.

Lo que estoy empezando a hacer es preguntarme si esa idea viene de más atrás, de más largo plazo, desde las luchas de constitución de la República en el siglo XIX: ¿se crea un discurso público que une las dos cosas? Y me lo estoy preguntando en una cosa muy concreta y es quizá de las corrientes de pensamiento más influyentes en el siglo XX, esto es los discursos de los radicales, del movimiento liberal radical del siglo XIX, que modelan muy buena parte del discurso público del liberalismo del siglo XX, si tienen o no una concepción que relacione autoridad con autoritarismo y violencia. Esa es una hipótesis.

D.R.:¿Cómo relaciona este concepto de violencia con la realidad doméstica y cotidiana del colombiano?

M.J.:En realidad el propósito del trabajo que hicimos hace unos años era mirar cuáles eran las experiencias de violencia significativas para las personas de menores ingresos urbanos porque éstas marcan sus recuerdos y marcan sus experiencias actuales. Eso está recogido en un libro que se llama Las sombras arbitrarias: violencia y autoridad en Colombia, premio Alejandro Angel Escobar 1995. Como resultado de esto, la experiencia doméstica está relacionada aquí como una de las experiencias más significativas, esto tiene que ver entonces con la manera como se ejerce la autoridad en la familia. El grueso del resultado es que las experiencias de violencia tienen que ver con la manera como se ejerce la autoridad y por consiguiente con la manera como las personas entienden que deben ejercer ese ejercicio, tanto padres como madres. Y los dos, hombres y mujeres coinciden en otorgarle un papel a la violencia en el ejercicio de la autoridad.

¡Desde el punto de vista de la manera de pensar, lo que nosotros los antropólogos llamamos Representación, es decir la manera como las personas piensan que deben actuar tanto padres como madres, la idea central es que deben intentar corregir un comportamiento indeseable de su hijo. Y es allí justamente donde surge la violencia. No es en la violencia en sí misma, creo que ningún padre ni ninguna de las personas cuyos recuerdos nosotros explorábamos como niños, piensa que su padre usaba la violencia como una intención dañina en sí misma. Pensaban que lo hacían como una manera de corregir comportamientos indeseables y de asegurarse el control de la familia, el ejercicio de la autoridad. El punto cultural central que hay es un miedo a perder el control de la familia, un miedo a un desorden que surgiría en los individuos si no se les ponen unas talanqueras adecuadas.

Creemos además que hay una relación importante entre la desconfianza en la autoridad institucional que hay en la sociedad con la desconfianza que genera el maltrato en la familia y esa imagen de autoridad. O sea que lo que uno aprende sobre el ejercicio de la autoridad y a desconfiar de la autoridad en su casa, de esa misma manera trata a la autoridad en el entorno más grande y entonces no confía en aquellos agentes de autoridad que tienen que ver con el orden y la seguridad, en cosas muy concretas como la justicia y la policía.

D.R.:Las estadísticas muestran índices de violencia intrafamiliar excesivamente altos, ¿cómo relacionar entonces el discurso que se está manejando sobre la violencia con respecto al aumento de las tasas de agresion?

M.J.:Independientemente de esa experiencia preliminar estudiada como lo fue el libro, todas ellas estaban ya influidas por un, llamémoslo, discurso público que deslegitima el uso de la violencia en la familia. Ahí vemos una gran ambigüedad, entonces, de que si bien la representación era la idea de que había que intentar corregir y prevenir el desorden y asegurar el respeto del padre también veíamos que la persona decía que eso ya no se debe usar, ya hoy en día sería importante el diálogo, usaban la palabra diálogo.

Yo creo que se ve eso, de hecho la sociedad ha deslegitimado el uso de la violencia en el hogar, yo creo todo lo contrario de lo que suelen decir que la violencia aumenta en el hogar, yo creo que la violencia disminuye en el hogar, lo que aumenta es la sensibilidad social para hacer inadmisible esa violencia. Creo que, incluso, eso sería demostrable estadísticamente. En eso sí no tengo la menor duda , en que la tolerancia de la sociedad hacia el uso de castigos crueles o el maltrato de la familia sea a los hijos o a la mujer ha venido disminuyendo sensiblemente. Y eso hace intolerable para la sociedad los casos que hoy ocurren.

D.R.:¿Entonces cómo mostrar ese discurso que deslegitima la violencia frente a los hechos estadísticos?

M.J.: Las campañas de opinión pública sobre la violencia son efectivas. Efectivamente cambian las formas de representación y la relación entre la representación y la acción de las personas. Una conducta que se aprende puede ser desaprendida, por consiguiente eso significa que hay que trabajar hacia mostrar maneras alternativas de relaciones en el hogar que no usan la violencia. Así como ese porcentaje de personas que identifica la violencia como provechosa para corregir a los hijos en cierto contexto aprende a usar la violencia, también puede desaprender. Nuestro trabajo va enfocado a decir que puede haber acciones públicas, de educación pública, que apunten a la modificación de eso.

Se podría hacer una campaña en la televisión, que es un medio privilegiado hoy en día sobre ese tema. Por qué no hacen unos pequeños clips de televisión, o un seriado que muestre situaciones en las cuales una madre recibe la noticia de que su hijo ha perdido el año, que es una de las razones por la cuales se desencadenan las golpizas. Y cómo tiene dos opciones para actuar, una que es esta, otra en la que ella tiene un tiempo para pensar y entonces hace una cosa alternativa. Se sabe, porque las estadísticas lo muestran, cuáles son las situaciones en las cuales se desencadenan maltratos hacia los niños y también hacia las mujeres. Están identificadas, una de ellas es la pérdida de año de los niños, la otra son los novios en los adolescentes, la otra es una escapada, en fin, entonces ¿por qué no hacer una campaña de televisión muy concreta, no echándoles estos rollos de la autoridad, sino en la situación específica, usando la situación en la que el padre se ve enfrentado a un desafío y cómo puede reaccionar frente a eso ? Yo estoy segura de que eso es efectivísimo.

Vemos que la realidad es aún más dramática de lo que se nos muestra, pues aunque el uso de la violencia como forma de control está cada día más deslegitimado, las cifras nos demuestran que cada día el maltrato crece en de los hogares. Cabe recordar esa máxima que tanto oímos sin escuchar, la paz comienza en casa, ya que la familia es la base de la sociedad. Mientras no se crea que la formación de los niños en el hogar es capaz de cambiarle el futuro al país estamos lejos de una solución. Igualmente es necesario un ente regulador que recoja los estudios de tantas instituciones que se dedican a recopilar y analizar información (Icbf, Profamilia, Medicina Legal, Planeación Nacional, Ministerio de Salud, Fiscalía, CES) y que con ellos, sea capaz de generar políticas estatales efectivas en contra de la violencia intrafamiliar.