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El Chocó Invisible

María del Pilar Castillo analiza las implicaciones que tiene para el Chocó estar en la periferia del país

María del Pilar Castillo Valencia
15 de marzo de 2006

El 2 de mayo de 2002, el país se estremeció con la noticia de la muerte de 119 personas, entre ellas niños y mujeres, como resultado del ataque de las Farc a Bellavista, la cabecera municipal de Bojayá, sitio donde se registraban enfrentamientos entre miembros de este grupo y paramilitares.

Las víctimas se encontraban en el único sitio seguro del pueblo: La iglesia. Esto prendió nuevamente las alarmas sobre un departamento fácilmente olvidable, recordado sólo por su biodiversidad y por tener la posibilidad de convertirse en una gran carretera que comunicaría a Latinoamérica con Centroamérica y que haría de Colombia un país con un alto valor estratégico en la región. ¿Cuál es la razón de semejante olvido?

Tal vez su misma ubicación espacial que lo vuelve atractivo para los grupos armados y que lo volverá atractivo para el país en unos cuantos años es una de las razones más importantes de su atraso económico, social y político.

Esa ubicación dentro de la geografía nacional lo convierte en un departamento de la periferia que, como todo lo ubicado en la periferia, siempre estará en desventaja frente al centro. ¿Qué significa estar en la periferia en Colombia? Desde el punto de vista espacial significa no hacer parte de los corredores vitales del país, es decir, del corredor que comunica los municipios desarrollados de su área andina. Ni Chocó ni sus habitantes entran en el campo visual de los colombianos, entonces no pasan por el centro de los acontecimientos sociales, políticos y económicos del país.

El Estado podría destinar más ayuda económica. Pero su carácter de departamento periférico hará que los efectos de esa ayuda tiendan a ser marginales. Esto se extiende también a su clase política, que también se siente marginada, excluida y que siente que no tiene que rendir cuentas sobre sus acciones, ni a sus electores ni al país.

Chocó existe para las ONG, la Iglesia como una comunidad que se autoorganiza para sobrevivir dignamente exigiendo incesantemente a los grupos armados –guerrilleros o paramilitares– que acojan las normas establecidas en el derecho internacional humanitario frente al respeto de la población civil porque los demás, incluido el Estado, ya lo olvidó.